QUE TIENES TÚ

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—Creo que por hoy hemos terminado —León se sacó el gorro con visera negro y se lo volvió a colocar, cerró el tarro de pintura y salió de la habitación para admirarla, se veía muy bien y por los halagos de la amiga de su chica, debía decir que había hecho muy buen trabajo.

Alondra se acercó con una botella de jugo y se la tendió esbozando una sonrisa tímida, Caro se excusó en que vería bien la habitación dejándolos a los dos solos, ahí. León se sentó soltando un suspiro y la muchacha se sentó en su regazo pasando sus dedos por las pequeñas manchas de pintura de su cuello y rostro, luego se acercó besando sus labios y el hombre le correspondió de inmediato abrazándola, pegándola más a su pecho.

— ¡Vaya, León! Te ha quedado muy bien —Caro esbozó una sonrisa y se sentó en el sillón frente a ellos—. Debes aceparnos una cena, es lo mínimo que podemos hacer por ti.

—No hay nada que agradecer —León forzó una sonrisa haciéndose el disimulado, girando el rostro para que Alondra no se diera cuenta que él la había visto hacer muecas y decirle a su amiga que no cuando había ofrecido aquel plan. No era la primera vez que sucedía, no lo era y eso empezaba a molestarle. ¿Era la edad? ¿Qué diablos era?

Con cuidado la dejó en el sillón y vio la mirada desconcertada de Alondra pero no dijo nada, se colocó la camisa de cuadros y se colgó la mochila en su hombro, ambas chicas lo miraron esperando que hablara.

— ¿Te vas? Creí que te quedarías...

—Tengo cosas que hacer. Pasen una buena tarde chicas —se despidió abriendo la puerta para salir, pero Caro lo detuvo de inmediato.

—Te vemos hoy en la cafetería del centro ¿A las ocho? —casi rogó y León sonrió asintiendo, esta vez se dirigió a Alondra, se iba acercar para besarla pero un fingido tosido los hizo girar, vio a las muchachas tensarse y luego se fijó en el hombre, alto, de nariz larga y cabello oscuro. Ojos peligrosos..., ojos idénticos a los de Alondra.

— ¿Y este hombre que hace aquí, señoritas? —el hombre observó con petulancia a León fijándose en la ropa sucia y rota que llevaba, el hombre ocultó una sonrisa tensa porque aquella escena le parecía tan conocida, demasiada para su gusto.

—Él...—Alondra tartamudeó y León supo que ella no le diría a su padre que salía con él, así que se adelantó y se tragó todos los sentimientos que empezaban a doler.

—Soy un vulgar pintor —siseó sin mirarlas, se giró caminando hacia la moto sintiendo las miradas pegadas a su espalda pero esta vez no se giró, se puso el casco y arrancó la moto en dirección a su casa, ni bien llegó lanzó todo al suelo, gruñendo molesto y deteniéndose frente al cajón de la sala, lo abrió con cuidado y tomó la pequeña carta arrugada y vieja.

"Hayle y León los invita a su fiesta de compromiso"

—El pasado debe quedar atrás, ¿entonces por qué yo no avanzo?

(***)

Llevaba media hora retrasado, había mentido diciendo que había terminado tarde el trabajo. Mentira. No había querido asistir, no había podido levantarse de la cama, había llamado diciendo que ese día el jefe necesitaba libre, había mentido en la pizzería diciendo que se encontraba enfermo.

¿Qué otra mentira podía decir? ¿Podía mentirle a esa niña que se calaba entre sus huesos? Y la respuesta a esa pregunta era no. A ella no y odio que lo hiciera tan vulnerable, tan tonto.

Apretó los labios bajándose la moto y arreglando la camisa azul que se había puesto esa noche, abrió el cierre de su cazadora negra y luego guardo las llaves en los bolsillos de sus desgastados pantalones. Ingresó al lugar y ubicó a ambas amigas sonriendo, aunque Alondra estaba tensa, no dejaba de morder sus uñas y mirar alrededor distraídamente, fingía sonrisas, ya conocía sus reacciones cuando estaba nerviosa. En ese mes lo conocía todo de ella, ¿Alondra conocería todo sobre él? No pidió respuesta, no podría con aquel dolor.

Avanzó hacia ellas y vio a su chica soltar el aire contenido y por fin sonreír, así que fingió y sonrió, les dio a ambas besos en la mejilla, Alondra nuevamente frunció el ceño. ¿No era ella quien no quería besos en público? ¿Qué sucedía ahora, nena?

Se sentó frente a ellas, acomodándose y tratando de llevarle el hilo de conversación a Caro, sabía que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantener el ambiente ligero, aun cuando estaba tan tenso que se podía cortar con una tijera. Observó los movimientos de Alondra, la vio morder sus labios luego bajar sus manos imaginándose que refregaba sus manos en su pantalón negro. Se había maquillado, se había puesto un labial color rojo haciendo resaltar lo llenos que estaban. Quería besarlos, morderlos, apretarlos contra su boca pero hizo lo contrario.

— ¿Qué quieren pedir?

—Una hamburguesa con todas las cremas menos mostaza y una gaseosa verde —pidió Caro y León se giró pero la voz de Alondra lo detuvo.

— ¿No me vas a preguntar? —inquirió divertida.

—Una hamburguesa con todas las cremas, mucho queso y quieres que lleve huevo, pero no lo quieres con clara, lo quieres revuelto —señaló sorprendiéndolas—. Vas a querer una gaseosa verde como Caro, y esas mierdas que comes siempre al costado.

—Chifles —la joven ignoró la mala palabra y sonrió.

— ¡He musculoso! Nosotros pagamos, así que guarda la billetera —León soltó una carcajada y tomó el dinero que la muchacha le tendía, se giró caminando para hacer el pedido, se recostó mientras esperaba viéndola a ella, porque Alondra siempre tenía su atención, su belleza lo abrumaba, lo enloquecía.

— ¿No que estabas enfermo? —León se sobresaltó al escuchar la voz de Donatelo, su hermano mayor. Este lo observó fijamente, pero no venía solo, Gian Luca estaba a su lado sonriendo, él más joven—. ¿Se te pasó el malestar, Leoncito?

—Vine..., salí con mi chica y su amiga —aclaró su garganta y ambos hermanos dejaron de reír para verlo fijamente—. ¡Dejen de verme así coño!

— ¿Tú tienes chica? ¡Coño! Pero si León no tiene chicas —Gian Luca empezó a mirar alrededor con una sonrisa que quiso quitar de un golpe.

—Mamá va a volverse loca cuando se entere —Donatelo sonrió divertido.

—Ustedes dos van a cerrar la gran boca o...

— ¿León? —el aludido apretó los labios cuando vio las expresiones de sus hermanos, en especial de Gian Luca, porque Alondra y él compartían edad. Donatelo frunció el ceño pero forzó una sonrisa y León se lo agradeció.

—Hola princesa —tomó su mano entrelazándola pero esta vez Alondra estaba más ocupada viendo a sus hermanos que fijándose por si algún conocido los veía—. Mis hermanos, Donatelo y Gian Luca. Chicos, ella es Alondra..., mi chica.

—Mucho gusto dolcezza —Gian Luca se apresuró abrazarla y darle dos besos—. Así que eres mi cuñadita eh.

—Hola, mucho gusto —Donatelo se mantuvo serio para después lanzarse una mirada a León que rápido comprendió.



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Doce para las diez (+18) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora