HAMBRIENTO

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Se lo que te gusta,

Tus manos están en mis muslos mientras haces suaves caricias.

Tu boca busca mi cuello con desesperación y al final terminamos atados en la cama.

¿Estamos en el infierno?

León aceleró y un cosquilleo lo recorrió cuando sintió las manos de Alondra sujetarlo con fuerza, había deseado eso hace mucho, desde el momento que pasó por su casa y las vio sentadas, las saludó y ambas le regalaron una sonrisa, pero fue la niña que bonitos labios que descaradamente levantó la mano y lo saludó. Lo traía loco, desde hace mucho tiempo había deseado besar esa boca, follarla y que de aquella boquita solo salieran gemidos de placer y suplicas para que continuara. Ahora la tenía en su asiento, preparada para él y León estaba rebosando de felicidad, aunque eso significara perdición.

Apagó el motor de la moto y se quitó el casco arreglando su cabello, echó una mirada al edificio y luego al lugar donde vivía, no era uno caro y mucho menos con vigilancia a lo que aquella princesita estaba acostumbrada, pero quería demostrarle que en sus brazos nunca estaría en peligro.

Bajó de la moto y luego la ayudó a bajar, era una cosita pequeña que apenas y llegaba a su pecho, su cabello corto bailó con el viento y cuando levantó la mirada él pudo ver el brillo en aquellos ojos oscuros, bajó la mirada a sus labios y sin poder evitarlo tiró de ella atrapando su boca, mordiendo aquellos carnosos labios para después pasar la lengua por estos. Suaves, deliciosos como una fruta prohibida. Miró sus pupilas dilatadas y como la joven apretaba sus brazos con fuerza, porque sus piernas temblaban, quería decirle que estaba igual de nervioso, ansioso y lleno de pensamientos que lo volverían loco.

—Vamos princesa.

—Solo Alondra—la vio fruncir aquella nariz y la sonrisa que llevaba en los labios se desvaneció, sonrió tomando el casco de la moto y guiándola dentro del edificio, ingresaron al ascensor y León la tomó de la mano, llamando su atención.

—No es un insulto, es que tú niña..., tú eres una princesa —se colocó frente a ella y tomó su rostro entre sus manos, vio cómo se estremeció ante un simple e inocente toque—, y yo solo soy el vagabundo en tu cuento.

— ¿Quién dijo que yo esperaba un príncipe azul? —inquirió la joven cerrando los ojos y entre abriendo la boquita, León gruñó y subió una mano, acariciando su mejilla y viendo como su cuerpo temblaba, como su respiración se aceleraba—. Ellos están sobrevalorados, creo que me alegra no haber perdido mi zapato a las doce de la noche y que al final terminara perdida en el bosque para ser devorada por un león.

El aludido soltó una carcajada ronca ante su ocurrencia, echó ligeramente la cabeza hacia atrás y la escuchó reír, jodida mierda, fue el sonido más sexy y caliente que en su puta vida había escuchado. Dejó de reír y sus ojos se oscurecieron de deseo por ella, la barrió con la mirada y le encantó como aquellos pantalones negros se aferraban a sus caderas o como aquella blusa fina le daba un vistazo de unos pechos generosos.

Cuando el ascensor sonó, tiró de ella y sacó las llaves abriendo con rapidez la puerta de su departamento y encendiendo la luz. La joven entró viendo el lugar y sonrió, si, era un lugar bueno, limpio y con algunas comodidades. La vio recorrer las estanterías que estaban con pequeñas motos y autos clásicos, la vio detenerse frente a una pintura donde había una pareja desnuda, donde él le estaba comiendo el coño y la mujer apretaba sus muslos tirando de su cabello. No sabía nada sobre arte, era mierda pintada, pero desde que vio aquel retrato le encanto y lo compró.

—Te gusta el arte —casi soltó una carcajada, pero se contuvo. Alondra debía estar estudiando una buena carrera en la universidad, tener amigos bien vestidos con modales refinados, manos suaves y no callosas como las suyas, seguramente algunos admiraban el arte y ella los había presentado con sus padres. Lo supo desde que la vio, todo en ella gritaba que era una niña de casa y él no, apenas y había hecho una carrera técnica de tres años, había salido arañando porque desde muy joven tuvo que trabajar, en todo y estudiar una carrera universitaria no estaba en sus planes.

Doce para las diez (+18) TERMINADAWhere stories live. Discover now