PANTALONES AZULES

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León sostuvo la copa de vino con fuerza y se inclinó dándole un sorbo largo, alrededor sus hermanos reían y bailaban, mientras él seguía sentado ahí, sufriendo y desesperándose. Le habían ofrecido cigarrillos, había tomado uno y lo mantenía entre sus dedos, aquel nerviosismo siempre lo hacían fumar. Así que terminó por encenderlo y llevárselo a la boca, dio una larga calada y soltó el humo.

La pista de baile estaba a reventar de jóvenes y mayores, disfrutando de la música que ponía e incluso desde su posición podía ubicar a su madre bailando con un viejo amigo, tipo que la miraba con admiración y amor, si su madre quería rehacer su vida otra vez: ellos la apoyarían, sabían todo lo que su madre había sufrido al lado de su padre, ese hijo de puta no merecía que su madre lo haya amado hasta llorar.

Miró a Donatelo bailar con una joven de veinte años, lo sabía porque Amparo se lo había dicho en voz baja, era su amiga y la muchacha le había rogado a su hermana para que le presentaran al mayor de los Fleiderman. León quería ver la cara de su hermano cuando se entere de aquel pequeño detalle, aquel detalle de la muchacha que ahora le comía la boca.

Masculló entre dientes cuando vio a un grupo de jóvenes entrar riendo, al primero que ubicó fue a su hermano Gian Luca pero sus ojos se movieron con rapidez a su acompañante, casi gimió y su miembro se removió inquieto entre sus vaqueros desgastados. Ella le quedaba todo bien, y aunque muchas veces la había visto detenerse en el espejo y mirarse con pena, con vergüenza e incluso: para él era la mujer más sexy que había pisado la tierra.

Alondra era bellísima con sus marcas, con las líneas en su piel y con aquellas anchas caderas que lo volvían loco. Estaba seguro que no solo a él lo traía vuelto un demente, había visto a muchos hombres comérsela con la mirada y León había mordido su labio para no abrazarla y decirle que era su chica, su mujer, que no debían mirarla, pero solo había mostrado una mueca para mentirle, para que la joven pensara que le incomodaba su presencia. No. Claro que no, quería verla siempre, y su amigo estaba feliz de eso, siempre apuntando en su dirección y pidiendo atención.

Esta vez fue igual, aquellos pantalones azules se aferraban a su trasero como segunda piel, apretados y arrancándole un gemido involuntario, llevaba una camisa que apretaba sus pechos llenos y la boca se le hizo agua, quiso ponerse de pie y cargarla como la bestia que era, encerrarla y hacerla suya, una y otra vez. Demostrarle que su amor no se había ido, pero que seguía sintiéndose herido, porque muy en el fondo sabía que no era lo suficiente para Alondra.

— ¿Ves al tipo de camisa blanca? —León se giró para ver a su hermano Baptisto quien tenía una sonrisa come mierda en la cara—. Es Flavio y no ha dejado de ver a tu ex.

—Ella no es mi ex, es mi chica, mi mujer —rugió y sus hermanas lo miraron.

—Bueno, tu chica ahora baila con Flavio —Amparo señaló con el mentón en dirección a la pista, Gian Luca los había animado para ocasionar los celos en León, les había dicho que Alondra realmente lo quería y que ambos deberían volver porque existía muchos sentimientos de por medio—. Escuche que busca esposa, seguro le encanta la latina, ¿De qué país es nuestra ex cuñadita?

— ¿Perú, escuché?

—Mmm, dicen que las Peruanas cocinan riquísimo, yo sería feliz casándome con una peruana —se unió Donatelo—. Ir a sus playas y comer esa gastronomía de la que tanto se hablan, creo que Flavio será feliz, ¿Sabías que es cocinero?

—Cierren la boca imbéciles —masculló entre dientes dejando la copa vacía en la mesa, miró a sus hermanos que sonreían unos a otros.

Se puso de pie y caminó hacia la pista viendo a su chica bailar animadamente con el niño bonito. No. Era su chica, su novia, su mujer, de nadie más. ¿Qué hacía bailando con aquel cara de pastel? ¡Era un idiota que ni bailar sabía! Se acercó y tiró del hombro separándolo de Alondra, vio como muchos se detuvieron abruptamente y vio a sus hermanos reír ya que sabían que no estaba borracho, solo había tomado una copa de vino y eso.

— ¡Eh, León! ¿Qué pasa? —el masticaba el inglés se una terrible manera, y Alondra solo sonrió, y León vio rojo—. Estoy bailando con una linda chica, ve y busca la tuya.

—Resulta que esta linda chica es MI chica, ¿capisci, idiota? —dio un paso hacia el cara de torta y éste forzó una sonrisa retrocediendo, era un muchacho menudo y León muy grande.

— ¡Yo no soy tu chica! —chilló la muchacha y León miró a Flavio que sonreía. Su chica estaba tomada, ¡Tomada!—. Eres un cavernícola. Déjame bailar con mi nuevo amigo, Frank...

—Soy Flavio, dolcezza —se rió y León lo miró mal.

—Si niña malcriada, soy un cavernícola y un vulgar, pero tú eres mi chica —Flavio se acercó y León lo apuntó con el dedo, apretaba con fuerza la quijada para no lanzarse y golpearlo—. Aléjate de ella, ¿Entiendes? Aleja tus manos, es mi enamorada.

—Claro que no lo soy, túúúú me sacaste de tu vida —León miró sus ojitos húmedos y buscó con la mirada a su hermano, ¿Por qué había dejado que Alondra tomara? Ella se ponía muy mal, no quería imaginar que hubiera pasado si no estaba ahí, conocía los tipos como Flavio. Eran rastreros—. Mañianaaa me iré de aquí, y no nos veremos.

—Ven aquí nena, debemos sacarte esto —él ignorando sus protestas la cargó en sus brazos sacándola de ahí, escuchando sus quejas y sintiendo sus pequeñas manos golpear sus hombros. Se mantuvo en silencio y avisó que se llevaba la camioneta, Donatelo entre risas le deseó buena suerte, y la necesitaría.

La acomodó en el asiento del copiloto y le puso el cinturón, la muchacha protestó y gritó molesta, pero León la ignoró hasta que se detuvo muy cerca del río donde la había encontrado con Gian Luca.

—Yo te amo, ¿Por qué me sacas de tu vida? —León tomó una de las mantas y bajó, la ayudó a bajar y enredó su mano alrededor de su cadera para ayudarla a caminar, ella seguía hablando—. Te pedí disculpas. ¿Ya no me amas?

—Claro que te amo y no te imaginas cuanto —León tendió la manta y la ayudó a sentarse, los ojos de Alondra brillaron—. Pero no quiero volver a darte mi corazón y que tú lo rompas. 



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Doce para las diez (+18) TERMINADAWhere stories live. Discover now