Capítulo VII: ¡Sí, quiero!

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—¡Debemos parar ya!—más que una petición, era una orden, llevaban varias horas cabalgando, sin pararse a descansar ni por un momento. Levi tenía mucha prisa por llegar a la fortaleza, ya que aquel lugar no era nada seguro, podían haber ladrones, no había ninguna posada cerca y lo peor de todo es que estaban a merced de cualquier animal salvaje. Habían recorrido bastantes kilómetros, y tanto ellos como los caballos estaban exhaustos. Tenían que seguir a ese ritmo si querían llegar en unas horas hasta El Paso de Rose, sin embargo tanto los caminos como la noche no les daban ninguna tregua.

En el firmamento que hasta ahora había estado despejado con la luna en el centro iluminando los caminos, comenzaron a aparecer varias nubes negras que anunciaban el inicio de una gran tormenta. Mikasa levantó la mirada al cielo al igual que Levi y harta, cansada y molesta se detuvo he hizo que Levi hiciera lo mismo. Tenían que encontrar un sitio para pasar la noche, o por lo menos encender una hoguera en algún lugar cerrado y cubrirse de la lluvia y el frío.

—Está bien—respondió el azabache mientras descendía de su caballo y miraba algún lugar por donde comenzar a buscar un refugio.

 Se alejaron del camino, ambos se bajaron de sus caballos e hicieron el recorrido a pie. Levi llevaba encima un candil viejo que encontró en una de las bolsas que llevaba en la silla del caballo y aunque no iluminaba mucho, por lo menos les mostraba algo del oscuro y tenebroso camino.

A lo lejos se escuchaban como varios lobos aullaban, se oían sonidos extraños entre los arbustos que se movían sin ningún sentido, las hojas de los árboles se balanceaban de forma frenética dado el viento que soplaba. Mikasa se aferró a su abrigo y siguió caminando detrás de su enemigo/salvador, por primera vez en su vida estaba realmente asustada, no solo por lo que le había pasado antes, cuando aquel cerdo le había querido forzar, si no que se encontraba sola, en medio de un bosque oscuro, con su peor enemigo y lo más seguro era que estuviera rodeada de animales salvajes, esperando a que ella se descuidara para cazarla y servirles de cena.

Levi iba a la cabeza, guiándola, con su pequeño candil, que poco a poco se iba apagando, mirando hacia todas las direcciones, buscando algún lugar que les sirviera de refugio. Después de casi una hora a pie, dieron con una pequeña cueva que les mantendría a salvo, por lo menos durante un par de horas. Levi investigó aquel lugar de arriba a abajo, lo mejor que su vista le permitía. Después hizo una señal a Mikasa para que se acercara y se pusiera cómoda, mientras él vigilaba que nada ni nadie se acercara hasta donde ellos se encontraban.

Mikasa de mala gana se acercó y entró como pudo en la pequeña cueva. Levi hizo lo mismo e iluminó con el candil la entrada de aquel lugar. Ató los caballos muy cerca de la cueva en un lugar que gracias a una enorme roca les servía de techo y hacía que la lluvia no pasara. 

—Voy a buscar algunas ramas secas o algo que nos pueda servir—informó Levi mientras salía de la cueva.

 —¿Estás loco?, lo mejor será esperar hasta que amanezca—contestó Mikasa molesta por la situación en la que se encontraban. 

—Mi lady estoy seguro que si nos quedamos sin hacer nada moriremos por hipotermia.Con lo bien que estaríamos ahora mismo en el castillo, frente a la chimenea o metidos en la cama—añadió sarcástico poniendo énfasis especialmente en las últimas palabras. 

—Mi castillo, mi fortaleza, y sé muy bien que intentáis culparme de todo, pero os diré que toda esta situación fue por vuestra culpa desde el principio y lo sabéis—respondió Mikasa mirando hacia otro lado, dando por finalizada la discusión como si fuera una niña pequeña.

Levi no hizo caso a la actitud infantil de Mikasa, se encogió de hombros he hizo lo que había estado pensando, era muy bueno en varias cosas y una de ellas era la supervivencia por lo que no se iba a rendir tan fácilmente. Se llevó consigo el candil, para ver mejor y analizar el entorno donde se encontraba, mientras memorizaba el camino para no perderse. Salió de la cueva con paso firme y decidió dar con algo que les ayudara. Tenía en su bolsa dos piedras afiladas que utilizaría para encender algo de fuego si el candil se apagaba definitivamente. Después de un largo tiempo encontró algunas ramas delgadas y secas que le podían servir para la hoguera, sería un trabajo muy difícil dado el clima y el viento pero estaba seguro de que lo conseguiría.

La Dama del Castillo (Rivamika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora