t r e s; como arena blanca

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—¿Raptor, alguna vez has deseado nacer en la época sana?

—No.

—¿Por qué no?

—Porque no te hubiese conocido. Y entre tú y la playa con la arena más blanca de la historia, créeme que te prefiero a ti mil veces.


~🌸~

Sparta estaba maravillado con la playa, y yo estaba feliz por eso. Llevamos casi todo la tarde aquí, sólo disfrutando la vista, viendo como la marea sube y se acerca cada vez un poco más a nosotros. En un rato más ya tenemos que regresar al refugio.

En todo éste tiempo, no puedo evitar pensar en que hubiera sido muchísimo mejor que la conociera en la época sana, cuando el mundo no estaba tan contaminado. Ahora ni siquiera podemos caminar descalzos. El viento venía de todas direcciones, pero no parecía molestarle a Sparta. Estábamos sentados sobre una roca, casi junto al mar. Sparta había entrelazado nuestras manos y se abrazó a mi costado.

Me parecía bastante extraño como todo estaba tan desolado, sé que hoy en día ya no vale la pena venir por aquí, pero creí que habría supervivientes de todos modos. O quizá los hay, pero no quiero arriesgarme a gritar y ver quien sale.

Sentí los fríos dedos de Sparta acariciando mi brazo, a lo que de inmediato volteé a verlo; tenía sus párpados cerrados y juraría que sus mejillas estaban algo sonrojadas. Sentí sus dientes castañear de frío.

—¿Estás feliz? —le pregunté, acercándolo más a mí. Recargó su cabeza en mi hombro y asintió.

—Lo estoy —murmuró con voz serena.

—¿Tienes hambre?

—No. Todavía no.

Sonreí, la máscara me incomodaba. El sol comenzaba a desaparecer poco a poco, lo cual no ayudaba a regular la temperatura del clima. Hacía frío.

—¿Raptor, tú conociste la playa sana? —inquirió Sparta de repente.

Traté de recordar haciendo una mueca.

—No. O quizá si, probablemente mis padres me habrán llevado en algún momento, pero era muy pequeño y ya no lo recuerdo.

—Oh.

—Nunca te pregunté, pero ¿de dónde salió tu obsesión por venir a la playa, aún sabiendo lo mal que está?

Apretó mi mano con fuerza, lo cual me hizo preguntarme si debía haber evitado la pregunta. Pero se adelantó y, al volver a acomodarse, respondió con voz suave.

—Antes de que mamá enfermara, me contaba historias sobre el mar. Decía que de niña había visto una sirena —soltó una leve risa, sonreí mientras frotaba sus hombros para consolarlo—. Siempre decía que me llevaría a ver el océano... pero enfermó. Y bueno, el resto ya lo sabes.

Creció un nudo en mi garganta, pues hasta en cierta parte entendía su sufrimiento. Yo no era tan apegado a mis padres, pero para él su madre significaba mucho. Nunca antes había tenido el valor de preguntarle por ella. Y no supe que decirle para reconfortarlo, así que sólo volví a abrazarlo.

I'll Tumble 4 Ya sonaba en la radio a un volumen bajito, sólo lo suficiente para que nosotros alcanzáramos a disfrutar de la canción. Mi estómago gruñó de hambre.

—¿Quieres comer ya? —preguntó Sparta al escucharme.

Pero antes de que pudiera responder, un quejido ajeno nos interrumpió.

—¿Comer? —repitió una voz destrozada detrás de la roca.

Era una mujer, con trapos harapientos como ropa, la piel quemada por el sol y solo unos pocos mechones de cabello cubriendo su cabeza. Parecía estar ciega por la forma en que achicaba sus ojos para vernos. Al verla, inmediatamente tomé a mi novio del brazo y nos alejé de ella lo máximo posible. Él apagó la radio, su cuerpo estaba temblando.

—¿Está... enferma? —soltó Sparta, todavía detrás de mí.

No le respondí, pero no era necesario hacerlo. La mujer ya tenía el virus en su cuerpo, probablemente desde hace varios meses, y por la forma en que nos analizaba, temía que se lanzara a nosotros en cualquier momento.

—¡Comida! ¡¿tienes comida?! —exclamó ella.

—Ve al auto, despacio, y abre las puertas —le dije a Sparta en voz baja. Él asintió y, aunque seguía nervioso, supo controlarse bien. Escuché como insertaba la llave en la cerradura.

Sin embargo, con su desarrollado sentido del olfato logró reconocer el olor que desprendía la comida que guardábamos en el asiento trasero. Y sin que pudiéramos evitarlo, lanzó un gruñido inhumano y se lanzó corriendo hacia mí.

Mis oídos se opacaron por el impacto. Esquivé sus arañazos y mordidas, ella escupía saliva y sangre en mi cara. Cerré mis ojos, esperando lo peor mientras trataba de quitarla de encima mío en vano. Pero tan pronto como atacó, se detuvo.

Su cuerpo inerte cayó a un costado mío mientras comenzaba a desangrarse, me levanté en cuanto pude, sintiéndome mareado. Cuando me levanté, vi a Sparta sosteniendo nuestra pistola para emergencias. Sus manos temblaban frenéticamente.

—Lo siento —murmuraba con la voz en un hilo. Corrí hacia él para abrazarlo con fuerza, le quité el arma—. P-perdón, y-yo... no quería hacerlo p-pero te estaba atacando y n-no podía dejar que te lastimara, lo siento.

—Sparta, me salvaste.

Él dejó de temblar un poco.

—¿L-lo hice?

Asentí sintiendo mis ojos lagrimeando. Lo abracé más fuerte.

—Si, lo hiciste. Gracias.


Él es igual de puro que la arena blanca.


Beach | SpartorWhere stories live. Discover now