c u a t r o; como la marea alta

4.7K 627 790
                                    

-¿Algún día iremos a la playa, Raptor?

-Sparta, debes saber que la playa ya no es como en aquellas fotografías. Está igual de sucia que el resto del mundo.

-Lo sé. Pero aún así, me gustaría ver el océano.

-Será peligroso...

-Vivimos en un mundo asqueroso, Raptor, ¿dónde estamos seguros?

~🌸~

-¿Seguro que estás bien? -volvió a preguntar Sparta con evidente preocupación.

-Si cariño, lo estoy -sonreí para tranquilizarlo.

Ya estábamos en el auto, habíamos subido las ventanas para quitado las molestas máscaras. Sparta había dejado de temblar, pero seguía preocupado por mí. El virus no entra a tu cuerpo a menos que lo inhales y, por suerte, la mujer no me había retirado la máscara, así que estaba libre de contagio por ahora.

La radio seguía apagada, no había otro ruido en el coche y eso sólo me ponía más nervioso. Todavía podía ver el mar por el espejo retrovisor. Mi nunca estaba sudando de nuevo y, como tic, empecé a golpetear la alfombrilla del auto con mi pie.

En algún momento Sparta debió darse cuenta de ello, porque volvió a acariciar mi brazo con sutileza.

Pero ese gesto sólo me quemó más.

-¿Estás bien? -cuestionó Sparta una vez más. Cerré los ojos y los apreté con fuerza, como si al hacerlo pudiera desaparecer el mundo.

Entonces pisé el freno de golpe, sacudiéndonos con violencia antes de detenernos. Me sujeté del volante e inhalé para regular mi respiración.

-¿Qué pasa? -la voz de Sparta sonaba distante, ¿o eran mis oídos?

No quería voltear a verlo, porque sabía que no seria capaz de ver sus lindos ojos sin llorar. Sabía que estaba asustado, yo también lo estaba.

Respiré agitadamente y, todavía con los párpados cerrados, pronuncié su nombre con pesar.

-Sparta... quiero que tomes las llaves y sigas conduciendo sin mirar atrás hasta llegar al refugio.

-¿Qué? Raptor, si te sentías mal debiste decirme desde que subimos, yo hubiera conducido. Déjame pasarm-

-No, no entiendes...

-¿Entender qué?

Él se detuvo, yo todavía no podía enfrentar su mirada. Pero lo hice, alcé el rostro y posé mis ojos sobre los suyos, tratando de mostrarme lo más serio posible.

-Sparta, voy a bajar del coche... y tú seguirás conduciendo, ¿de acuerdo?

-¿Qué estás diciendo? No, de ninguna manera te voy a dejar aquí, ¿estás loco?

-¡Si, Sparta! ¡Estoy loco! -grité, causando que él se sobresaltara un poco. Arrugó su gesto y yo no pude evitarlo; lloré.

-¿Qué estás diciendo? ¡Deja de comportarte así!

-¡Estoy enfermo, maldita sea! -solté finalmente, sintiendo como mi ser se encendía en llamas.

Lloré de rabia, de impotencia, de dolor. Lloré por saber que iba a perder todo, principalmente a él, a Sparta.

Lloré porque estoy enfermo, porque iba a morir por culpa de la contaminación en el mundo.

-No... tú no puedes estar enfermo. No tú -escuché a Sparta, lo cual me hice sentir peor. Busqué su temblorosa mano y lo abracé.

-Perdóname, pero no quiero hacerte daño.

-¡No, no me harás daño! ¡Podemos esperar la cura! Los doctores dijeron que cada vez estaban más cerca de encontrarla.

-Llevan más de catorce años con esa supuesta cura, nunca van a conseguirla. No quiero arriesgarme a hacerte daño. Ninguno.

-Entonces no te vayas -suplicó.

Negué, sintiendo como algunas de más amargas lágrimas se deslizaban hasta llegar a mi boca.

-No. Tengo que hacerlo.

Sparta comenzó a negar frenéticamente. Su cuerpo volvió a temblar, juraría que podía escuchar su corazón latiendo. Y eso también me dolía a mí.

-Entonces iré contigo.

-No quiero arrastrarte a mi condena.

-Y yo no quiero perderte... Raptor, te amo. Te amo más que a mí mismo, sin ti no soy nada, y si tengo que morir para estar contigo, así lo haré.

Sin que pudiera hacer algo para evitarlo, Sparta bajó su ventanilla hasta abajo y asomó su cabeza.

-¡Sparta!

Y respiró una gran bocanada de aire impuro.

Me sorprendió su valentía, pero seguía ardiendo en mi interior. Me acerqué a él y limpié sus lágrimas con mis pulgares.

-Eres un grandísimo tonto -murmuré, apegándolo a mí. Mis ojos también ardían-. Te amo.

-Y yo a ti.

Sparta encendió la radio donde Do you really want to hurt me volvía a reproducirse. Su nuca empezó a sudar.

Busqué la pistola en el asiento trasero. ¿Esto califica como "emergencia"?

Sparta me miró directo a los ojos y asintió levemente. Su mirada mostraba la determinación que yo ansiaba tener en este momento.

-Sparta, eres mi marea alta. Sólo tú puedes moverme.

Quité el seguro del gatillo, él sonrió tan lindo que no pude resistirme y lo besé dulcemente, deseando guardar ese recuerdo por siempre.

En medio del beso, con mis manos temblando, coloqué el arma a un costado de su cabeza. Sentí sus lágrimas bajar.

Su corazón dejó de latir al instante, lo cual era un alivio para mí, porque no quería que sufriera. Aún así, no pude evitar que mis lágrimas bañaran su rostro. Besé su nariz mientras sentía la sangre extendiéndose en mis manos.

Entonces, con el sudor recorriendo mi nuca, apunté el cañón en mi cabeza.

Cerré los ojos y vi a Sparta por última vez, su cabello castaño, su sonrisa y sus ojos avellana. Él era demasiado puro para ésta época.

Deseando volver a verlo pronto, sujeté el gatillo por segunda vez...

Y disparé.
































F i n













gracias por leer, espero hayan disfrutado de ésta pequeña historia. ♥

Beach | SpartorKde žijí příběhy. Začni objevovat