50. Epílogo: Érase el final de un cuento y el inicio de otro

Start from the beginning
                                    


—Pues a ver cuándo tenéis vosotros alguno —ahora fue Lori quien sonrió burlona—. Parece mentira que fueseis los primeros del grupo en casarse y que aún no hayáis adoptado.


Kiam y Barb cruzaron miradas y se sonrieron mutuamente. Si en el pasado me hubiesen dicho que serían precisamente ellos dos quienes se casarían antes que el resto, o que seguían pareciendo dos cursis adolescentes de lo enamorados que estaban, jamás lo habría creído.


—Lo hemos pensado, pero... —Barb dudó un instante y me fijé en que el aro de su dilatación hoy era de color arena.


—Nuestros trabajos, por el momento, consumen demasiado de nuestro tiempo —Kiam continuó su frase—. Pero sí que es algo que nos gustaría replantearnos seriamente más pronto que tarde.


En realidad tenían razón. Adoptar y criar a un niño no era tarea sencilla, y se necesitaba dar el cien por cien para hacerlo. Pero si se tenía en cuenta que Barb era jefe del departamento gráfico de varias de las empresas más reconocidas del país, y que Kiam era fiscal del Estado...


—Hombre, siempre podéis dejar que el tío Owen los cuide.


El recién mencionado, y protagonista de uno de los mayores disgustos en nuestras vidas, bromeó desde su silla de ruedas.

Después de haber estado casi un año en coma, y de despertar desorientado y sin recordar lo que había sucedido aquel fatídico día, Owen Pryor había conseguido vencer a su propio tiempo.

Su recuperación había sido lenta y, a veces, algo dolorosa. Despertar después de tanto tiempo y encontrarse con que nunca más podría volver a caminar, podría minar la moral de cualquier persona. Pero él no era así.

Había luchado desde el principio por mejorar, consiguiendo avances en muy poco tiempo. Y ahí estaba ahora. Uno de los hombres más «poderosos» del país, y que había sufrido más que ninguno de los presentes, bromeando y riendo como si se tratase de un niño pequeño


—Owen, que te recuerdo que eres el presidente de una empresa y no estás para cuidar niños —Rachel le echó la bronca y Gail rió a su lado.


—Pero para algo te tengo a ti de ayudante.


—Sí —jugueteó con su trenza—. Vuelve a recordarme porqué sigo siendo tu secretaria después de once años.


—Porque si no Gail te robaría y no puedo dejar que la competencia se lleve a mi mejor baza —volvió a bromear, consiguiendo que la chica se sonrojara.


—Bueno, bueno —mi primo, al que ya se le notaban varias canas en su, hasta ahora, inmaculado cabello pelirrojo, tomó la palabra—. Por el momento Darel y yo conseguimos entendernos y ser el «número dos» de este mundillo empresarial.


—Cierto —dijo el susodicho a mi lado.


Si de algo me alegraba de verdad, era del futuro por el que había optado Darel. Después de terminar la universidad, y escalando puestos sin la ayuda de nadie, había decidido tomar el puesto principal de la empresa de mis padres.

De Príncipes y Princesos ©Where stories live. Discover now