7⃣. ᴍᴀʀʟɪᴢᴀ

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¡Atención! Está historia no es joda. Me habían pedido un Marliza, pero no me sentí capaz de joderlo (también quería escribir algo serio, hacía un rato que no cumplía). La verdad, es que no soy fan de la shipp, pero se me hace muy tierno. Así que, este será un capítulo serio. Basado después del "Reynolds Pamphlet".

Nota: Eliza no tiene hijos todavía. María ya se ha separado de su esposo, viviendo con su hija en una pequeña casita.
También es soft. Así que no esperen nada explícito.

Sin nada más que decir, disfruten
~~~


Y ahí estaba ella. La pobre dama de ojos tan oscuros como su cabello, piel blanca y pura, siendo juzgada por Miles de ojos, los cuales no ocultaban en lo más mínimo su desprecio por la mujer de piel pálida.

Entre tantas horrendas bestias, las cuáles gritaban, abucheaban y demostraban su irrespeto; una mano amiga se estiró hacía la chica.

Elizabeth, entre la conmoción, tardó unos segundos en reaccionar con propiedad. Levantó su mirada, encontrándose con los suaves ojos canela de una mujer morena. El cabello ondulado y oscuro, caía a sus costados, dándole una apariencia sensual. Sin embargo su cara, adornada con una tierna sonrisa, no dejaba ver más allá que sinceridad y compasión.

De nuevo, volvió a mover su mano hacía la mujer pálida, en busca de que aceptara su ayuda.

Schuyler, con miedo, limpiándose las lágrimas que recorrían sus mejillas, aceptó la mano amiga de la mujer de rojo.

Y vaya, aquel suave tacto hizo que se olvidará de todo por unos segundos.

Se dejó guiar por la dama, a la cuál aún no le dirigía la palabra, pero sabía que ella no buscaba dañarla.
Finalmente llegaron a una agradable casa, que tenía las paredes adornadas en un color crema suave, y estaba delicadamente decorada con algunas flores a las afueras de las ventanas y la puerta principal.

Se adentró a la casa una vez la mujer de piel canela le había dado paso para explorar el lugar. Llegaron a una sala cómoda, la cual contaba con un simple sillón y un tapete, frente a una chimenea.

La de pelo castaño se movió despacio, explorando sus alrededores con curiosidad. Finalmente miró a la morena que clavaba sus ojos expectantes en ella con una sonrisa amable. Sus mejillas, se pintaban de un tono oscuro que era apenas visible a través de la leve luz dada por la chimenea.

Elizabeth finalmente se armó de valor, sonrió amablemente y pronunció con suavidad.

–Creo que no fue muy educado no agradecer. Soy Elizabeth Ham-…– sonrió de forma triste, intentando no llorar. –Elizabeth Hamilton. Aunque supongo que ya lo sabía por toda aquella muchedumbre que abucheaba mi nombre. Me sorprende que usted haya sido capaz de acercarse a mi. Después de todo, quizás no sepa de lo que sucedió. Yo-

Iba a continuar hablando, cuando la morena la interrumpió. Se acercó a ella, sus ojos profundos se clavaron en la los de la más pálida.

–No hay necesidad de contar más, querida– bajó su mirada, sus mejillas se tiñeron de un profundo oscuro. –Soy Maria Reynolds, lamento mucho lo que sucedió– volvió a levantar su mirada, está vez dejó al descubierto su vulnerabilidad, aquella que sus ojos derramaban por sus mejillas. Sus ojos brillaban por miedo y su gesto entristecía en vergüenza. –¡Por favor, perdóneme por lo sucedido! ¡Le juro que yo solo lo hacía por mi pequeña, y por mi horrendo ex-esposo!– se agachó, rogando de rodillas el perdón, de la ahora, confundida dama frente a ella. Sus sollozos eran bastante audibles y junto a ellos, lamento en pena.

La castaña parpadeó varias veces, antes de agachar su mirada, encontrándose con la penosa posición en la cuál la morena le rogaba el perdón. Ladeó la cabeza y pensó unos segundos, antes de agacharse junto a ella, levantandola para que ambas mujeres se miraran mutuamente. Con el corazón enternecido, la de vestido azul, acomodó un mechón de cabello de la rizada detrás de su oreja, para comenzar a ahuecar su mejilla con su delicado pulgar. Un tacto suave, cuidadoso.

Analizó el rostro de la morena. Pasó sus ojos por cada centímetro que pudo, continuo con ese leve tacto, al que la morena no detuvo; al contrario, sonrió. Eliza terminó de limpiar las lágrimas de la morena con sus pulgares. O al menos, las marquitas que estás habían dejado en sus mejillas.

Sin previo aviso, la morena posó sus ojos en los delgados labios de la más pálida.

Y la besó.

Claro, no era algo que la pálida esperaba. Pero no sé echó para atrás. Al contrario de lo que muchos pensarían, se sintió querida. Ambas mujeres lo necesitaban. Sentirse queridas por un rato. Compartir sus dolores, sus sentimientos.

Cosa que sucedió.

Hablaron toda noche.

Y se besaron.

Pero sonrieron.

Y se amaron.

Hasta que la noche abandonó su color.

Para dar vida, a un nuevo día.

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Me ha dado gusto escribir esto. La verdad es que me gustó el resultado. Espero igual les haya gustado.

–TheCursedOne

Lemon Hard || HamiltonWo Geschichten leben. Entdecke jetzt