7. La lealtad de Izuna

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No le dejaron ver a su hermana luego del funeral, pero claro, el pequeño Izuna no era de los chicos más obedientes del clan.

Se coló en su habitación apenas se aseguró de que todos se durmieron y la escena que presenció le partió el alma: Madara se encontraba recostada de lado en su futón, sus ojos se encontraban entreabiertos e Izuna pudo ver el extraño patrón que estos tenían y cómo de estos caían pequeñas lágrimas carmesí que manchaban el blanco en su rostro y almohada.

-Hermana. -Llamó el chico la atención de la mayor, quién al oír su nombre se sentó con dificultad y lo miró con aquellos extraños ojos. Izuna sabía que aquellos eran los su ancestro, el Inmortal Indra, a quién su clan rendía culto; sin embargo decidió no mencionarlo, sólo le limpió las mejillas con la manga de su kimono. -Te vas a desangrar si sigues llorando así.

-Realmente no me importaría. -Izuna acarició su mejilla y ella posó su mano sobre la de él y disfrutó el contacto. -Así ya no tendría que sentir como mis tetas añoran una boca que alimentar.

Desde la muerte de su padre, Izuna pudo volver a reunirse con Madara. Al principio pensó que ella no había cambiado ni un sólo poco, pero con el tiempo aprendió a ver su alma, y podía ver que el dolor en sus pechos no era lo que realmente lo que quería dejar de sentir.

-Dormiré contigo esta noche. -Dijo Izuna y se hizo un hueco en el futón. Jaló a su hermana hacía su pecho y ahí la abrazó, como si ella no fuera más grande que él. -Yo te protegeré hasta que tu dolor desaparezca.

Aquella noche no pudo dormir, su preocupación era demasiada, pero esta desapareció cuando Madara volvió a abrir sus ojos. Su dolor se había vuelto odio.

Izuna no entendía por qué había soñado aquello tan de repente, después de todo, ahora vivían pacíficamente en una aldea junto a los Senju y otro clanes, el pasado era pasado, y en ese momento se estaba dando una celebración en Konoha: el compromiso del Hokage con la Princesa de Uzushiogakure.

A Izuna le gustaban las fiestas, sobre todo por los colores alegres y las comidas deliciosas que podía encontrar. En sus catorce años de vida no había podido disfrutar de tantas como le hubiese gustado a causa del ambiente bélico en el que le tocó nacer.

El hecho de que Hashirama se iba a casar en parte entristecía a Izuna, después de todo, veía como a Madara le gustaba tenerlo cerca, sin embargo, no sabía qué tanto.

-Hermana ¿Vamos a desayunar al centro? -El chico tocó suavemente la puerta de la habitación de su hermana. -De seguro tienen alguna oferta especial en esa tienda que tanto te gusta.

Madara era del tipo de personas que comenzaba sus actividades junto con el alba, e Izuna estaba seguro de que ella aún debía estar en su habitación, por lo cual, cuando el chico no recibió una respuesta por parte de ella, se extrañó completamente y se decidió a entrar. Grande fue su sorpresa al encontrársela enredada entre las cubiertas de su futón y con algunas botellas de sake a su alrededor.

-¿Hermana? -Izuna se arrodilló a un lado del bulto que parecía ser Madara y la zarandeó intentando despertarla. -¡Hermana, despierta!

-Hmmm ¿Izuna? -Madara reaccionó y dijo perdidamente, luego se volteó a ver con sus hinchados ojos a su hermano menor. -¿Qué sucede?

-Vaya. -Dijo Izuna con una expresión que hacía honor al zorro espíritu de donde provenía su nombre. -La Primera Gran Matriarca tiene un mal de amores.

-¿Qué cosas dices Izuna? -Dijo Madara mientras lentamente se sentaba y ponía su mano sobre su cabeza intentando aliviar la migraña. -Agh...

-Hermana. -Izuna se acercó al rostro de Madara y con su Sharingan activo la miró directo a los ojos, provocando que cada vello en la nuca de la mayor se erizara y que su resaca se aliviara un poco. -Tu alma no puede esconderse de estos ojos...

Inmortales: Lady Madara UchihaWhere stories live. Discover now