4. Madara: La matriarca

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Los guerreros de su clan volvieron a casa después de semanas en el campo de batalla. Madara odiaba la farsa de plantarse en la puerta de su hogar a la espera de su esposo y la de sonreír cuando éste entraba por la puerta, pero era la obligación que le habían dado y en su estado ya no podía arriesgarse a una golpiza por desobedecer.

-Bienvenido a casa, querido. -Dijo Madara con falsa alegría, mientras se acercaba a su esposo con una mano sobre su ligeramente abultado vientre. -Estábamos esperando tu llegada.

-No es momento de alegrías, mujer. -Respondió el hombre deteniendo el abrazo que su esposa estuvo apunto de darle. Ella odiaba cuando él la llamaba así con menosprecio, aunque en el fondo no lo culpaba, después de todo, antes del embarazo Madara hizo de todo para que su esposo la devolviera a su hogar paterno. -Tajima agoniza.

No se dio tiempo de ponerse zapatos o un abrigo, Madara salió a toda velocidad de su casa en busca de su padre. La barriga de cinco meses no la detuvo, ni el frío lodo dejado por la nieve; esquivó familias que se reunían y saltó sacos con cadáveres que esperaban a ser reconocidos. Cuando finalmente llegó al hogar de su infancia, sólo encontró a su hermanito llorando frente al cuerpo de lo que antaño fue el Uchiha más temido.

-Él murió... pidiendo perdón... por cortar tus alas. -Dijo Izuna entre sollozos en cuanto vio a su hermana parada en la puerta corrediza. -Él... sólo hizo lo que creyó mejor...

Las piernas de la joven perdieron fuerzas y la dejaron caer sin cuidado; trató en vano de detener un lamento cubriéndose la boca con su mano, pero el dolor fue más fuerte: ella nunca pudo odiarlo.

El momento pronto fue roto por una voz que la llamó y que la llevó violentamente de vuelta a la realidad.

-¡Hermana! -Le dijo Izuna, pero esta vez entre jadeos adoloridos. La situación había llevado la mente de Madara a recordar el día en que perdió a su padre ¿Acaso la muerte de su hermano se sentiría igual? No quiso averiguarlo.

-Lo siento mucho, Izuna... -Madara durmió al menor con una mirada y agravando su voz se dirigió al Senju mayor. -Acepto tu propuesta, ¡pero sólo por mi hermano! ¿me entiendes, Hashirama?

-¡Si! -Respondió Hashirama con su rostro completamente iluminado, el cual cambió a uno más sombrío cuando su momento de actuar llegó. -Recuéstalo en el suelo, procederé a curar su herida... Madara y Tobirama, por favor detengan la batalla.

En una situación normal a ella le hubiese ofendido que otro le diera órdenes, pero ver a Hashirama tan serio en su papel de médico y de líder le conmovió. Madara llamó a sus hombres y, junto Tobirama, reunieron a ambos ejércitos alrededor del lugar donde el líder Senju terminaba de cerrar la herida de Izuna, marcándose así el final de la guerra entre ambos clanes.

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Senju y Uchiha acordaron establecerse a las orillas del río donde su líderes se conocieron como acto de paz. El pequeño poblado sin nombre se conformaba por tiendas de campaña que albergaban tanto a soldados de ambos bandos como a sus familias y, si bien aún existía recelo entre los habitantes de la naciente aldea, nadie podía negar que el no tener que seguir luchando los hacía, de cierto modo, felices.

Madara pasaba la mayor parte de los días dentro de su tienda, velando a Izuna mientras este aún debía guardar reposo por recomendación de Hashirama, quien, también recomendó a la hermana mayor, usar un cabestrillo para descansar su hombro aún resentido.

-No puedo creer que hayas caído en su trampa. -Dijo Izuna una tarde desde su futón, mientras Madara le servía el té. El chico había estado inusualmente callado desde que despertó del sueño inducido por su hermana mayor, pero ella no le culpaba, prácticamente había traicionado sus deseos aquel día.

-Hashirama es un hombre sincero. -Dijo Madara con aparente tranquilidad, mientras llenaba una taza. -Gracias a él estas vivo.

-Si, pero ¿a qué precio? -Izuna tomó la muñeca de su hermana para llamar su atención por completo, lo cual tomó por sorpresa a la mayor. -Todo esto de la aldea no debe ser más que un truco para dañarnos apenas bajemos la guardia. ¡No debiste aceptar, hermana!

-¡No tuve opción! -Madara se zafó del agarre de Izuna y molesta le tomó del cuello de su kimono. Con su Sharingan girando y formando un patrón poco común continúo con voz dolida.-Dejarte morir ahí... perderte ahí habría sido como...

Madara pensó por un momento en su vida luego de la muerte de su padre.

La muerte de Tajima alteró el humor de todo el clan Uchiha, el único heredero varón que había dejado, Izuna, apenas tenía 11 años y no era apto para dirigir un ejercito. Los ancianos del clan debatían sobre cual de ellos se volvería apoderado del chico mientras éste aún maduraba, pero uno de ellos destacó sobre los demás: el suegro de Madara, quién propuso que su hijo representaría temporalmente a Izuna, ya que, después de todo, lo tenía viviendo en su hogar desde que quedó huérfano.

Que su esposo se hubiera vuelto el nuevo cabecilla del clan significó una enorme angustia para Madara. Ella conocía la ambición del hombre con el que se había casado y sabía que la vida de su hermano peligraría si la criatura que llevaba en el vientre resultaba ser un varón. Pero en el momento del nacimiento, el bebé no lloró, no respiró, nunca vivió. No supo Madara si eso era buena o mala suerte, pero sintió como si una parte de ella hubiese muerto.

Lloró verdaderas lágrimas de sangre mientras observaba cómo su marido incineraba el pequeño cuerpo, la joven madre en ningún momento pudo sostener a su hijo, tampoco nadie le dijo que había sido, siquiera pudo nombrarle. Aunque la concepción había sido forzada, ella quiso a ese pequeño ser y, aunque la decisión nunca fue suya, había escogido con cuidado el nombre: Mikoto si hubiese sido niña y Obito si resultaba ser un niño.

Entonces Madara comprendió la angustia de perder a Izuna.

-¡Perderte habría sido como perder a mi otro hijo! -Finalmente confesó Madara, soltando a Izuna y volviéndolo a atrapar, pero esta vez en un abrazo apretado. -Sólo nos llevamos por cinco años, pero antes de que nos separaran cuidé de ti como madre lo habría hecho y como después yo lo habría hecho con mis hijos. Por perder uno destruí lo que era nuestro clan, imagina que habría pasado si te perdía a ti también. Por eso, por favor, no vuelvas a decir esas cosas.

-Perdóname, hermana. -Ambos hermanos rompieron el abrazo, los ojos de Izuna se encontraban vidriosos. -Pero nunca podré dejar de preocuparme.

-Eso ya lo sé. -Dijo Madara con una sonrisa y pellizcó juguetonamente una de las mejillas del menor. -Pero como Matriarca no dejaré que nada malo pase, hermanito.

-Ay... ay... me dueleee... -Se quejó Izuna mientras su hermana mayor se reía y seguía con su juego.

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Wena cabres ;) Al fin terminé este capítulo ¿recuerdan el segundo capitulo que subi? bueno, aqui puse partes que eran originalmente de ahi y si, ese capitulo iba a ser un pelín crudo, pero al final decidí recortarlo y poner los recortes aqui (y en otra parte).

Realmente me costó armar este capitulo, me pasa que imagino algo y cuando voy a profundizar en ello afecto mi propia sensibilidad y termino craneando un monton el como "suavizar" las cosas :( Pero en fin, sobreviví a mi misma (yey)

ÚLTIMA COSA Y LO MÁS IMPORTANTE: Lamentablemente me voy de campamento y no voy a volver por al menos tres semanas :( por lo que, ya saben, no va a haber capitulos. Pero no esten tristes, voy a intentar avanzar mientras este fuera y cuando vuelva subire mis avances. (Podria buscar internet cada vez que tenga una parte completada pero en realidad no prometo nada </3)

Sin más que agregar: Gracias por leerme, votar y comentar <3 yyyy... cualquier cosa me dicen *pulgarcito arriba*




Inmortales: Lady Madara UchihaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt