Capítulo 14 (final)

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Sebastián se encontraba en la sala de espera para abordar, aún faltaban unos minutos, y había pasado entretenido en el celular. Al revisar la hora, recordó la boda, y ya habría terminado probablemente. Con la nostalgia a flor de piel, empezó a revisar algunas imágenes de Noelia, en las redes sociales.

Todo se desvanecía por un simple «sí» en el altar.

― Es muy bonita —le dijo un señor de aproximadamente setenta años, que estaba dos puestos a su derecha—. ¿Novia? —sonrió amablemente.

Sebastián suspiró profundamente y negó con la cabeza.

― Oh, conozco esos suspiros. ¿Así de difícil está la cuestión, eh?

― Bastante, sí. Se está casando ahora mismo —pasaba con el pulgar foto tras foto en la pantalla táctil.

― ¡Uh, qué ironía!

― ¿Por qué? —le entró la curiosidad y clavó la mirada en el hombre mayor.

― Yo perdí al único amor de mi vida por no haber ido a la iglesia a impedir su matrimonio. Se casó, tuvo cuatro hijos, y yo... —suspiró— también formé mi familia, pero nada nunca se comparó a ella. Todo pudo haber sido distinto.

― Disculpará mi impertinencia, pero, ¿no cree que si ella lo hubiera querido a usted no se hubiera casado en primer lugar?

― ¡Qué va! Ella sí que me quería, pero el negocio de su familia dependía de esa boda. Yo intenté convencerla para que se fugara conmigo, pero aquel socio terminó desposándola. Pude haber ayudado a su familia, pude haber llegado a esa iglesia en plena ceremonia, yo pude haber formado una familia con ella, pero no hice nada. Habrá sido por orgullo, por decepción, incluso despecho, pero no hice nada. Aunque supongo que no debería quejarme, he vivido mi vida y he sido feliz. Pero me queda una desesperanza a causa de una decisión. Quizás, joven, si usted está aquí y no en esa boda, espero que no se arrepienta como yo lo hago en momentos como este.

― La diferencia es que ella no se casa por sacrificio, realmente lo prefiere a él —volvió la mirada a las fotografías, cerró la aplicación y guardó el celular en el bolsillo derecho de su abrigo.

― En ese caso, me gustaría creer que cambió de opinión y es esa jovencita que viene allá vestida de novia —le señaló con la mirada en el fondo. Sebastián debió parpadear dos veces.

― ¿Noelia...? —susurró en un hilo de voz.

La misma venía sin velo, sin buqué, agitada, con las manos recogiendo el vestido para no tropezar, y en la derecha sosteniendo además una rosa roja marchita, que él reconoció de inmediato: era la misma que quiso entregarle en Granada.

― ¿Es ella? —preguntó el señor mayor. Sebastián solo atinó a girar el rostro y asentir—. ¿Bueno, y qué espera? ¡Vaya! —lo impulsó sonriente.

El arquitecto reaccionó al fin y fue a su encuentro.

Ella empezó a recuperar el aliento tras encontrarlo con la mirada, era lo único que venía suplicando durante todo el camino: que no se hubiera ido aún. Soltó el vestido tras ver que él se acercaba.

― ¿Qué diablos estás haciendo, Noelia?

― Dije que no... —rápidamente los ojos verdes se inundaron de lágrimas— No me interesa nada, Sebastián, nada excepto tú —repitió las mismas palabras en las que no había dejado de pensar desde que las había escuchado en boca de él—. Yo también quiero esa segunda oportunidad contigo. Siempre te he amado y ha sido tan difícil no tenerte a mi lado... Por favor, no te vayas, te necesito. ¡O llévame contigo! —las lágrimas caían una tras otra por sus mejillas— ¡No me importa! —cerró los ojos con fuerza y agachó la cabeza— Sé que te dije otras cosas, pero no eran ciertas, solo trataba de convencerme a mí misma de hacer lo correcto, pero estaba equivocada, el camino correcto es el que me lleva hacia ti —volvió a mirarlo—. Sebastián... —suplicaba con sus ojos. Las palabras se le escapaban.

Otra vez tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora