Capítulo 10

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El día lunes, en la imprenta, Noe cumplía con sus obligaciones habituales, y entre ellas, pensar en Sebastián. A veces le llamaban la atención ante sus distracciones.

«Esto no me va a ayudar a que me asciendan», pensó resignada.

Durante el descanso de medio día envió su hoja de vida a dos de las agencias más importantes de la ciudad. Sentía que no perdía nada con intentarlo.

«No olvides que este fin de semana viajamos a Granada. Harry me confirmó hace un rato, él y su novia irán. Víctor y la suya también, yo sí, mi novio igual, así que necesito que me confirmes porfa»

Fue el mensaje que recibió en su celular por parte de Mireya.

«¿Sebastián irá?»

«Estoy esperando su confirmación, pero creo que no»

«¿Por qué?»

«Víctor me dijo que tienen un negocio importante, y que Martínez está a cargo del proyecto, por lo que es probable que tenga que trabajar este fin de semana»

«Oh. Avísame, ¿sí?»

«Lo haré. Nos vemos en casa»

Eso era decepcionante. Anhelaba estar con él en la casa de montaña durante dos días.

En la noche, Mireya lo confirmó: Sebastián no iría.

― Parece que no te gustó la noticia, Noe —secaba los platos, mientras la amiga los lavaba, después de la cena.

― No...

― Se han acercado mucho últimamente.

― Sus intenciones son honestas, lo siento así, Mireya, no creo que esté jugando conmigo.

― Víctor me comentó que Sebastián también ha tenido dudas desde que volvió a encontrarse contigo, pero asimismo, cada día se aclaran. Tal como te pasa.

― Creo que ya tengo una decisión respecto a nosotros.

― Eso es bueno, ya era hora.

― De todas formas iré con ustedes a Granada.

― Pensé que en vista de las circunstancias, te quedarías a quitarle el estrés a Sebastián.

Noe, que terminó de enjuagar el último vaso, se quedó mirando a la amiga.

― ¿Qué?

― No es mala idea, Mireya.

― ¿De verdad aún no te has acostado con él?

― Te dije que no —le entregó el vaso y se secó las manos con una franela.

― De veras que tienen una voluntad de hierro ahora.

― Casi...

Ese le parecía un mejor plan que irse de viaje sin él, así que aceptó la idea, y se la comentaría a su especial su amigo, por eso, al día siguiente fue a las oficinas de los arquitectos. Quiso darle una sorpresa con su visita.

«Oh, mariposas, mariposas... amo esta sensación solo porque él la causa», sonrió en el ascensor.

Fabiola, la secretaria la recibió y la acompañó hasta una de las salas de conferencias: con paredes de cristal, que pronto dejaron ver a Sebastián con camisa de lino vino tinto, pantalones negros y una corbata plateada a rayas. Sonreía. La compañía era la causa: una mujer de cabellera morena, de vestido beige y unos labios carnosos pintados de rojo, le acomodaba torpemente la corbata al arquitecto.

Otra vez tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora