Capítulo 11

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Noelia se apresuró en colgar y abrir la puerta principal. Sebastián estaba precisamente en el portal, vistiendo jeans negros, camiseta blanca, abrigo azul marino gueso, y unos zapatos deportivos. Llevaba una mochila en el hombro, una rosa roja en una mano y en la otra el celular, que quitaba de la oreja. Su pecho subía y bajaba con una respiración agitada, mientras sus ojos avellana brillaban con desesperación.

Mireya quedó boquiabierta en la estancia, su novio, que salía de la cocina con un vaso de agua, detuvo el paso. Las compañeras sentimentales de de Harry y Víctor también prestaron atención desde la sala de estar, donde conversaban amenamente. Víctor se tensó detrás de Mireya, y fue Harry el que estuvo a punto de sacar su alegría a flote por ver al amigo, cuando Mireya le tapó la boca.

― No me interesa nada, Noelia, nada excepto tú.

― Sebastián... —dijo en un hilo de voz, tratando de adaptarse aún al hecho de que él estaba en Granada, en la casa de montaña...

― Hace años... tiempo después de que me confesaras lo que sentías, me di cuenta de lo que yo sentía por ti... Sí, jugué contigo en un principio, y en ese mismo juego no me di cuenta de lo mucho que me estabas afectando emocionalmente. Definimos lo nuestro como una sencilla amistad, pero, Noe, iba a pedirte que fueras «ese algo más» que mi amiga la noche que dijiste que ibas a mudarte a Barcelona. Yo ya había terminado con Isadora hacía tiempo, quería estar contigo, quiero estar contigo ahora —dejó la mochila en el piso—. Nada de juegos, nada de pasatiempos, todo real, en serio, con todas las buenas intenciones del mundo. Y estoy aquí por ti, porque quiero creer que tienes sentimientos por mí, que lo nuestro —le entregó la rosa— sí puede funcionar...

Todos estaban en vilo, aguantando la respiración, esperando la respuesta de la joven, mas ella empezó a negar con la cabeza y lágrimas empezaron a caer por su rostro.

― No... —soltó en un susurro.

― Sí, Noelia, dame esa segunda oportunidad que he deseado desde hace tanto tiempo.

― No lo entiendes...

― Tómala, por favor —continuó con la rosa extendida frente a ella.

― Sebastián, yo... yo...

No se contuvo más y la besó. Le envolvió los labios en un movimiento abrasador.

Ella saboreaba sus propias lágrimas, saboreaba su agonizante secreto.

― Discúlpame, Sebastián... —lo alejó con suavidad— Discúlpame... Yo...

― No lo digas, no lo digas, no lo digas —susurraba Mireya, atrayendo la mirada de Víctor y Harry—. Ahora no...

― Yo estoy comprometida con otro hombre.

Confesó al fin.

Sebastián dejó de respirar.

― Oh Dios... —la amiga volvió a susurrar.

― ¿Amor —el novio de Mireya le habló, sacándola de su quietud—, ya terminaste de empacar? —acentuó la mirada.

― Oh, claro, claro, sí, tienes razón... —entendió la indirecta de su compañero— Vamos todos, tenemos que terminar de guardar nuestras cosas —habló en voz alta y pronto la pareja quedó sola en el umbral.

Sebastián y Noelia ni se inmutaron.

― ¿Qué tú estás...?

― Lo siento mucho, Sebastián.

― ¿Desde cuándo? —su ceño fruncido era fiel expresión de su confusión.

― Desde hace dos meses.

Otra vez tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora