Capítulo V - Demonios.

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Mi habitación estaba igual que el día en el que me fui.

Paredes verdes tratando de expresar alguna emoción con los posters de mis bandas favoritas pero sin lograrlo, ya que ese lugar no tenía vida, directamente. Escritorio azul de hierro en frente de mi cama matrimonial y al lado de esta, una pequeña mesa de luz blanca con un velador.

Entrar en esa habitación todavía me aterraba.

Muchas cosas solían ocurrir aquí, y espero que ya no lo hagan porque no soportaría ver a mi madre con los mismos cardenales que los mios; los mismos cortes con vidrio en su cabeza a causa de una botella rota; una quemadura de cigarrillo...todo lo que yo poseía.

Tres cortes en la cabeza, donde no crecía pelo a causa de la cicatriz bien oculta. Cardenales en todo el cuerpo que desaparecieron pero dejaron los recuerdos. Dieciseís quemaduras de cigarrillo en el muslo.

Regalo de cumpleaños de un padre borracho.

Solo pude dar un paso antes de caer al suelo llorando.

Comencé a gritar como una loca, rogando que me liberen de esta pesadilla.

Mamá llegó corriendo y al verme en ese estado, cubrió su boca con sus manos y comenzó a llorar ella también.

Se acostó junto conmigo en el piso y me acurrucó en sus brazos mientras que los sollozos finalmente se calmaban. Siempre había necesitado un abrazo de ella para calmarme cuando estaba en una situación estresante. Ella lo era todo para mí y, por un momento, parecía que lo había olvidado. ¿Por que la había mantenido apartada de mi? Ella nunca tuvo que ver con todas las agresiones que recibí, pero sabía que siempre se había culpado por ellas más allá de que le había repetido cientos de veces que no lo haga; ella no había tenido nada que ver.

Yo no podía con todo esto. Si me enteraba de que mi madre pasaba por lo mismo y trataba de ocultármelo, iría a la cárcel por matar a mi propio padre.

—Mamá.—sollocé.—¿Te hace daño? ¿Te golpea? Por favor, necesito saberlo.

—Oh, Julia.—dijo ella con nuevas lágrimas en sus ojos.—No lo hace, cariño, él solo...él...

No hizo falta que terminara la frase, ya sabía cómo terminarla por mi misma.

—Él solo me lo hizo a mi. Solo a mi me lastimó como si fuese un demonio.—dije con voz monótona.

Mamá asintió y me abrazó más fuerte. Después de esto, no volvería a estar distanciada con ella. Seguía necesitando a mi madre más que nunca.

No quería saber dónde estaba mi padre, porque mi mamá estaría obligada a decirme la verdad y las dos sabemos que ninguna quería oirla.

Me limpié los ojos con el sueter y le di una sonrisa a mi madre. Las dos necesitabamos mantenernos fuerte en estos momentos cruciales para nosotras, Realmente necesitabamos ser una, ya que Alexis no se haría presente.

No, ella nunca lo hacía.

Lavamos los platos, limpiamos toda la casa y aún no aparecía mi padre. Yo no podía quedarme más tiempo, tenía que trabajar.

Me despedí mi madre con un beso en la mejilla y volví a mi Jeep. 

Ya comería algo en el camino.

Esta tarde había liberado todas mis emociones en una antigua habitación y no volvería ahí por un largo tiempo. Haría que mamá nos visitara y así Alexis estaba un poco más cerca de ella. 

Al menos yo creía que nos necesitábamos mutuamente.

Cuando estaba frente al bar cuando recordé que no estaba vestida adecuadamente. Vamos, trabajo en un bar, no puedo atender la barra con unos leggins de Bob esponja y una remera nada combinada de hamburguesas. Rodé los ojos y me pasé al asiento trasero. Por suerte, siempre tenia un conjunto estilo zorra en la guantera. Me puse rápidamente el vestido color verde que parecía una segunda piel y me apliqué el maquillaje habitual. Un poco de sombra por aquí, un poco de rímel por allá y lip gloss para terminar el conjunto. Hice un moño con mi pelo, dejando unos rizos marcando mi rostro y entré al bar.

Lucía demasiado bien como para haberme preparado en el asiento trasero de un auto.

Fui hacia el baño para chequear mi look y lo vi.

A la mierda el maquillaje.

Mis lágrimas comenzaron a correr nuevamente cuando ví a Sam follándose a la rubia del otro día.

Cientos de imágenes pasaron por mi mente como para poder retener alguna. Eran recuerdos de nosotros dos, en la misma situación en la que ellos estaban. O quizás ni siquiera era eso, sino que imágenes de nosotros compartiendo una simple cena. Siempre le había dado todo de mi, por lo que había esperado lo mismo de él. ¿Cómo pude haber creído algo así? ¿Dónde estaba el amor que me había prometido todo este tiempo?

Despertar (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora