Capitulo 9

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-¡Joder, Alfred, sujeta ahí! – gritó Agoney, desde el otro lado del sofá gris que intentaban meter por la puerta del piso de los hermanos.

-¿Y qué te crees que hago? ¿Tocar la trompeta?

Ambos amigos llevaban toda la mañana del sábado temiendo ese momento. Agoney, después de una semana durmiendo en el duro sofá que poseía su hermana anteriormente, había decidido que era hora de conseguir uno más cómodo o en un mes no podría ni levantarse de allí. Por supuesto, comprarlo nuevo no era una opción, asi que Alfred le había ayudado a encontrar uno de segunda mano, algún ricachón amigo de su madre no lo necesitaba ya y prácticamente se lo había regalado, asi que no dudó un momento al recibir el aviso de irle a recoger aquella misma mañana, se moría de ganas por ver la cara de Miriam cuando llegase del centro y viese el cambio, eso sería si conseguían meterle en el piso antes de que aquello ocurriese.

-Esto no entra aquí, eh – se rindió el de gafas soltando su lado sin ningún cuidado y haciendo que el otro se doblase bajo el peso.

-¡Pero avisa, que me parto!

-Quejica – le reprochó Alfred dejándose caer sobre el sofá, la mitad del cual aún seguía en el rellano.

-Pues me voy a por una cerveza – anunció Agoney al ver que el otro no tenía intención de moverse en un futuro proximo y volvió con dos botellines antes de unirse a su amigo -. Ale, ahora a esperar la inspiración divina - dijo ofreciendo un brindis rápido a su amigo, quien chocó el culo de su botellín con el contrario - o los otros dos inquilinos, lo que sea que ocurra antes.

* * *

Raoul seguía fascinado. Estaba seguro de que no importaba cuantas veces pasease por todas aquellas calles, nunca dejaría de sentirse sobrecogido por todo lo que la ciudad le hacía sentir. Era extraño. No quería decir que no echase de menos en lo más mínimo a su familia o a Daniel, pero la verdad es que en la semana que llevaba en Berlin, no lo había hecho, se sentía completo. Era la misma sensación que le había acompañado mientras viajaba con Miriam, estando en todos lados y en ninguno, como si su amiga fuese su lugar al que volver cuando estaba perdido, pero ahora, no era solo ella, era una ciudad, era la gente que había conocido en esos días y que le habían hecho sentir como si llevase allí toda la vida.

-Ellaaaa, que no me hace ni caso – Miriam sostenía unos tres paquetes de rotuladores diferentes mientras esperaba que el rubio volviese al presente, o a la tierra, que solo el sabe dónde está.

-Ay, pero déjale que es lindísimo, esta empanado – murmuró Laura tímidamente. La morena se les había unido al encontrarse en la cafetería por pura casualidad y cuando la otra le dijo que habían quedado para comer en casa con Nerea y algunos amigos más, no dudó en pasar con ellos la mañana.

Raoul no pudo controlar el color de sus mejillas al escuchar el comentario y sin decir ni una palabra intentó recordar por qué estaban en aquella tienda.

Materiales. Necesitaban materiales nuevos.

-Yo es que no lo entiendo, ¿por qué tenemos que comprar la marca que a él le da la gana, cuando estos hacen lo mismo y cuestan la mitad? – Raoul se desesperaba con aquel tipo de cosas. Ni que hubiesen nacido millonarios o algo.

-A ver, rubio, no te me estreses, que la universidad nos proporciona la mitad del material, no vamos a quejarnos encima.

Y tenía razón, en España se gastaba cada año solo en material lo que allí se iba a gastar en la cuota del semestre, pero seguía sin entender el empeño que tenían ciertos con profesores con las marcas. Finalmente cogieron todo lo que necesitaban, pero decidieron que como iban a compartir esas clases, y además casa, lo cogerían a medias y ya si les hacía falta más adelante comprarían más.

fernweh | ragoneyKde žijí příběhy. Začni objevovat