Capitulo 3

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"This feeling" - The Chainsmokers

-¿Queréis que encarguemos unos kebab o pizzas para cenar? - preguntó Miriam desde la cocina después de haberse pasado los últimos veinte minutos mirando la nevera embobada. La abría y la volvía a cerrar, una y otra vez como si por arte de magia en algún momento fuese a aparecer llena de toda la comida que no habían comprado en la última semana.

-Puedo subir a por algo - se ofreció Alfred. Miriam levantó una ceja justo al mirarle a los ojos alucinada, los ojos de Alfred eran especiales, en general todo el, tenía una belleza que se podía describir únicamente como especial, pero aquello ya no sorprendía a Miriam tanto como lo había hecho cuando se conocieron por primera vez hace cinco años, por aquel entonces ella había estado completamente loca por el -. ¡¿Qué?! No me mires así, tu amigo acaba de llegar y ya queréis darle vuestros malditos kebab, no es justo, debería probar nuestra maravillosa gastronomía.

-¿Qué gastronomía, Alfred? - soltó una carcajada - ¿Currywurst y zumo de manzana? Porque yo no sé hacer nada mucho mejor - negó con la cabeza y volvió a abrir el frigorífico -. Nada. Aquí no hay nada - y cerró la puerta de mala gana.

Miriam sabía que probablemente sería una buena idea lo que Alfred había ofrecido, pero la madre de este ponía el grito en el cielo cada vez que venía y veía que su hijo había gastado todos sus productos de gourmet, que mensualmente se encargaba ella misma de comprar, en hacer pasta para tres o echarle todas las salsas que encontraban a una pizza. Alfred temía esas visitas, desde que su madre se casó con el dueño de una multinacional, de la cual él no había escuchado hablar antes, se había convertido en una persona diferente, ya no era la madre atenta y generosa que solía ser. Algunas personas creerían que cuando de repente te llueve el dinero después de casi no haber tenido para comer durante años, uno se volvería más caritativo, bueno, pues no, la madre de Alfred había sufrido justo el efecto contrario.

-¿Entonces qué? - sonrió Agoney apoyando un brazo en el marco de la puerta de la cocina, esta vez con todo el cuerpo cubierto -, ¿vamos a hacerle una visita a Rahid?

Miriam suspiró y asintió.

-Avisaré a Raoul que tenemos que ir marchando pronto - Miriam se levantó y se dirigió a su habitación, la que compartiría con Raoul mientras su hermano siguiese en el piso -. ¿Raoul? -, peguntó con cautela al verle sentado en el borde de la cama con el móvil pegado a la oreja y sus ojos, color miel, cristalinos, como si estuviese a punto de llorar. Raoul levantó un dedo para pedirle a Miriam que esperase.

-No, Dan, no tienes derecho a hacerme esto... - estaba diciendo, su voz era entrecortada pero firme, esperó a que Daniel soltase por el otro lado todo lo que tuviese que decirle y entonces su gesto cambió -. ¿Sabes qué? Que sí, eso es justo lo que voy a hacer. ¿Tan empeñado estás en que te estoy ignorando deliberadamente porque tengo mejores cosas que hacer? Pues genial, ahora sí que lo voy a hacer. Adiós Daniel - y colgó. Se quedó un momento con la mirada perdida, la luz que entraba por la pequeña ventana que había en la habitación le hacía parecer aún más apagado, proyectándole sombras por toda la cara.

Miriam le dio tiempo para reponerse, la chica no había querido moverse por temor a tocarle y que se fuese a romper en mil pedazos. No podía creer que Daniel acabase de hacer aquello. ¡Por dios! ¿Cuánto tiempo llevaba Raoul en Berlín? ¿Horas? Y ya se las había ingeniado para hacerle sentir mal, Miriam nunca le había cogido especial cariño en los seis meses que había pasado allí, el chico se comportaba como si ella estuviese compitiendo constantemente por Raoul, cada vez que conseguía que este hiciese algo que Daniel quería dibujaba una pequeña sonrisa triunfal en su cara. Miriam nunca había entendido como le había soportado durante tantos años, ni por qué seguía haciéndolo, pero Raoul era su amigo y ella no era quién para hacerle sentir peor.

fernweh | ragoneyTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon