Thomas rio. Me encaminé a la mesa donde estaba estudiando y fingí no haberme movido de mi sitio, para que la persona que entrara al apartamento se percatara que, aunque Thomas y yo vivíamos juntos, cada uno estaba en su propio mundo.

El ruido que provocó el desbloqueo de la puerta principal y al cerrarse de nuevo, lo prosiguieron unos pasos pesados, como si arrastrara los pies con pereza o tirara fuertemente de algo pesado. Thomas tomó una respiración profunda y sonrió.

A juzgar la manera ruidosa de caminar, intuí de inmediato de quién se trataba.

―¿Qué pasa, Edward? ―preguntó, somnoliento. Tiró de su cuerpo hacia adelante para ponerse de pie, aunque no se giró ni mostró estar dispuesto a recibir a su invitado.

―Venía a preguntarte sobre el nuevo menú. Seguí la receta minuciosamente, pero creo que me sigue faltando algo.

Thomas quedó pensativo. Yo tomé un sorbo del té mientras escuchaba atentamente. Con ruido a mi alrededor, iba a ser difícil concentrarme.

―¿Por qué lo dices? ―quiso saber él.

―No tiene el mismo sabor que el tuyo.

―Comprendo. Pero ahora no tengo ingredientes, ¿podría ser mañana?

―Traje del restaurante... ―Con una sonrisa, Edward levantó una bolsa reciclable, repleto por lo que parecían ser verduras, carnes y especias. Incluso llevaba en la otra mano su propio cuchillo de cocina, envuelto en una servilleta de bordados.

Thomas soltó una carcajada suave. Miró por encima de su hombro derecho y recorrió con la vista a Edward, quien llevaba unos pantalones holgados demasiado casuales y un sudadero negro con capucha.

―Sí que eres listo, Ed. ―Él se giró sobre sus talones para encarar por fin a su compañero. Aflojó su corbata alrededor de su cuello mientras hablaba―. Aun así, será mejor mañana. Estoy cansado.

―Ah, de acuerdo. No hay problema.

La desilusión que cubrió el rostro de Edward fue muy evidente y dejó caer los hombros, dándole un aspecto de terrible decepción; aunque recobró la postura casi al instante, tal vez recordando que si se mostraba decepcionado o con ansias, Thomas sería capaz de cambiar de opinión y enseñarle sin importarle cuan cansado estuviera. Porque Thomas actuaba de ese modo.

Edward se encaminó a mano derecha, guiándose hacia la cocina para dejar los productos a la refrigeradora. Me vio y, a modo de saludo, levantó una de sus manos en mi dirección. Yo le hice lo mismo. Mi relación con Edward era de lo más seco, no terminaba de agradarle y no me importaba.

Despreocupada, vacié el contenido de mi taza. Cuando Edward salió de la cocina pasó conmigo a dejarme una manzana sobre mi mesa, sin decir nada. Se dirigió a Thomas e hizo lo mismo.

―¿Estás preocupado por algo, Thomas? ―cuestionó Edward.

Elevé la vista, viendo a ambos hombres, extrañada. Había tenido la misma impresión pero no me atreví a preguntar al respecto. Edward estaba parado al lado del sillón, permanecía atento. Por otro lado, Thomas no respondió, se limitó a desplomarse sobre el sillón.

Edward lo siguió, interesado y con aire despreocupado, en actitud de completo desinterés.

―Suéltalo ―comentó.

―¿El qué? ―Thomas parecía confundido.

―¿Cómo que el qué? ―dijo―, pues lo que te inquieta, tonto.

―Aaah ―balbuceó, riendo con soltura. Volvió a colocar la mirada sobre la fotografía―. Algo que dijo mi padre no lo entiendo.

―¿Qué es?

Enredada con el chefWhere stories live. Discover now