Cuando estaban frente a la puerta, Rosé tocó varias veces el timbre, esperando que alguien saliera a recibir y darle un buen sermón a tan arrogante chica. Pero nadie salía, era imposible.

—Es inútil que insistas, nadie saldrá, papá no está —bufó Jennie, sonriendo de medio lado, pero una gran tristeza se había adueñado de ella—. De hecho, nunca está, creo que incluso duerme en su oficina del instituto.

La chica asintió lentamente—. Debo ir a mi casa.

Y como si de un imán se tratara, Jennie estaba deteniendo a Roseanne por tercera vez en la noche. Con un poco más de calma, la neozelandesa la miró directamente, ahora podía apreciar mejor su apariencia, pues fuera de su casa todas las luces estaban encendidas. Tenía los ojos rojos, su maquillaje estaba corrido como si hubiese llorado o sudado, sus labios estaban morados, suponía que por el frío que había. Un sentimiento extraño creció dentro de Rosé, la chica le había contagiado su tristeza.

—Quédate, no te v-vayas —susurró Jennie, bajando la mirada apenada—. No me gusta estar sola.

No sabía si el alcohol estaba dejando ver a Jennie tan vulnerable y débil, le estaba mostrándo una faceta que nunca se había atrevido a mostrar fuera del instituto.

Al no responderle nada, Jennie lo tomó como una aceptación a su petición, así que se apresuró a abrir la puerta, dándole paso a su invitada, quién un tanto dudosa entró a su casa, la morena siguiéndole y cerrando la puerta detrás de ella.

La casa de los Kim era una de las más grandes y lindas de ese sitio, pero por dentro las cosas se ponían mucho mejor, de eso se pudo percatar Rosé, nunca había entrado, las fiestas que Jennie organizaba las hacía en su antigua casa, de hecho, casi nadie del instinto sabía cuál era la verdadera casa en la que vivía, excepto a un par de personas.

Había una gran diferencia entre ambas casas, en esa todo era más rustico, la madera era impecable y brillosa, mientras que la otra era una combinación entre lo rustico y moderno, la castaña suponía que se debía a que necesitaba tecnología para entretener a sus invitados con la música.

La morena se sentó en un sofá marrón que había frente a una gran chimenea, dando pequeñas palmaditas a su lado para que la chica se sentará a su lado.

—No pareces tan mala —confesó Rosé, aun temiendo por la reacción de Jennie, quién estaba en silencio—. ¿Por qué te comportas tan diferente en clases?

—Encajar, supongo —se encogió de hombros, al mismo tiempo en que se dejaba caer en el sofá, ganando una mala mirada de Roseanne—. Además, mamá falleció cuando yo nací, y mi padre nunca ha estado para m-mí. Siempre contrataba personas para que se hicieran cargo de mí, él solo se dedica a encerrarse en su trabajo.

Asintió, si era algo bastante deprimente, pero eso no le daba el derecho para tratar a las personas como lo hacía, entonces recordó a Jisoo y su discapacidad, al igual de otras personas, o incluso ella misma, el como las ha tratado, y un enojo nuevamente floreció, Jennie era totalmente injusta, todo era injusto.

Cuando la volteó a ver para reclamarle, se dio cuenta que la chica se había quedado profundamente dormida, así que bufó cansada, decidiendo entre dejarla dormida ahí en esa incómoda posición, o si despertarla para que pudiera acostarse cómodamente, optó por lo último.

—Jennie, debo irme —habló, comenzando a moverla, pero la susodicha ni se inmutaba, solo soltó un pequeño gruñido—. Agh, por favor.

Cansada de esa situación, se levantó buscando la cocina, la cual encontró casi de inmediato. Una vez ahí, comenzó a explorar cada cajón y puerta, en busca de vasos, tazas, café, y si era posible, una pastilla para su posible dolor de cabeza. Cuando dio con todo aquello, comenzó a prepararle un café muy cargado, luego comenzó a llenar el vaso de agua fría, junto a una pastilla. Se las arregló para transportar todo hasta la chica dormida.

Stay || lisoo [TERMINADA]Where stories live. Discover now