La desesperación

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-¡Danielle, no puedes pasarte todo el día tirada en la cama llorando!-la voz de Arlys rompió el sepulcral silencio que apenas se veía perturbado por los disimulados sollozos de Danielle detrás de la almohada de plumas-Al menos ven a almorzar con nosotros, estamos preocupados por ti-la barriga de la mujer destacaba a través del holgado vestido y ella sintió que se le revolvía el estómago con solo pensar en embarazos y niños.

Como era de esperarse, se había levantado en la madrugada debido a las constantes náuseas y apenas había logrado conciliar el sueño luego de eso. Ahora parecía la personificación de un muerto en vida, tenía los ojos hinchados, densas ojeras, la piel pálida grisácea y el pelo rojizo completamente revuelto y opaco.

De mala gana y después de soportar (durante al menos diez minutos) que su amiga la acosara para que se vistiera con una de las creaciones color celeste que había hecho traer desde su negocio, bajó hacia el comedor de la casa.

Recordó con demasiada melancolía las mismas paredes que habían presenciado su enlace con Frederick y estuvo a punto de romper en llanto nuevamente. La ansiedad por arreglar las cosas la carcomía por dentro, pero sabía que si se hubiese quedado allí con él hubiese terminado más herida de lo que ya estaba.

Charles Grant se le acercó vestido con una elegante camisa blanca, pantalones color gris topo y su densa cabellera oscura peinada para atrás. Debía de admitir que Arlys había logrado influenciarlo lo suficiente como para alcanzar una presencia y encanto respetables, ya que este había sido considerado como un individuo aterrador años atrás.

-¡Querida Danielle!-este abrió los brazos gentilmente para recibirla en la mesa de la manera más hogareña que pudo-Me alegra de que hayas decidido bajar y compartir el almuerzo con nosotros, nos tenías muy preocupados-los oscuros ojos de Charles brillaron con dulzura mientras tomaba las manos de Arlys, quien se había acercado a él y tenía el semblante preocupado.

Danielle se sintió profundamente culpable por irrumpir en la tranquilidad de sus amigos con sus problemas maritales, peor aun cuando su mejor amiga no debía exponerse a situaciones estresantes. Pero se sentía sola y desprotegida, no tenía a quién acudir porque su madre y hermanos estaban de viaje por el continente y como acto reflejo terminó llegando a la casa que le resultaba tan familiar como la suya propia. Avergonzada recordó la cara de estupefacción de Arlys al verla en medio de la noche con el camisón quemado y los ojos llenos de lágrimas, cómo ésta la había recibido con los brazos abiertos sin siquiera preguntar nada y la había consolado hasta que se quedó dormida en la habitación de huéspedes.

Sin decir ni una palabra se dispuso a mantener una conversación con sentido durante la comida, apenas comentando asuntos irrelevantes e intentado tragar algo a causa del doloroso nudo en la garganta que se lo impedía.

Estuvo perdida en sus pensamientos mirando el plato por un buen rato, pero le fue imposible sentir sobre ella las miradas intranquilas del matrimonio que tenía en frente. Sabiendo que era completamente inevitable y que al menos les debía una mínima explicación de su irrupción en la noche, respiró por varios segundos y luego se dispuso a explicarles todo lo sucedido.

-Supuse que algo así había pasado...-expresó Arlys al terminar de escuchar el relato-Era cuestión de tiempo para que ambos tuvieran alguna discusión-la mujer se cruzó de brazos resignada-Pero es comprensible su reacción, únicamente te salvaste de milagro y estoy segura de que no fue grato para él descubrirlo.

-Pero no fue mi culpa-se quejó Danielle mientras miraba como su amiga torcía el gesto.

-Claro que no, eso es obvio. Pero creo que debes de intentar entender el susto que le diste-señaló fríamente.

Sorpresa de un jazmínWhere stories live. Discover now