El dulce duque

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Danielle debía de admitir que todo lo que había escuchado acerca de Nueva York palidecía ante la realidad. Aquella isla era un exponente de la exuberancia, el placer y el comercio en todo su esplendor.

Apenas descendieron de la embarcación subieron a un carruaje con el distintivo de su reciente apellido y emprendieron el viaje hacia Manhattan. Ella no pudo disimular la impresión de ver la calidad del vehículo, con sus tapizados de cuero, intrincados diseños en las puertas y una densa cortina de terciopelo que permitía cubrir la ventanilla.

-De seguro te preguntas cómo he de poseer semejante carruaje-Frederick la miró a los ojos lleno de humor y ella se sonrojó por lo obvia que había sido su cara.

-No quiero que me tomes por pretenciosa...la verdad es que el dinero de mi marido me importa muy poco-estiró el cuello intentando parecer digna y orgullosa mientras los penetrantes ojos de él la inspeccionaban.

-Mmmm...está bien, entonces no te contaré nada si no te interesa, apuesto que una dama no ha de estar al tanto de las acciones económicas que realiza su marido ni mucho menos-él podía sentir que la curiosidad le picaba a la joven como una brasa en la alfombra, pero se mantuvo duro durante unos segundos más esperando a que ella mordiera el azuelo.

- ¿Acciones económicas? -y lo hizo demasiado rápido suspiró entre risas mientras la abrazaba. La curiosidad de ella era algo que nunca había podido evitar admirar y disfrutar por partes iguales, así que absorbió aquel momento de gloria al notar sus ojos verdes llenos de ilusión.

-Pues debo de comentarte que tu marido es alguien importante aquí en Nueva York-afirmó orgulloso-Aun que si hablamos económicamente también lo soy en Inglaterra y en la India-sintió que había alardeado de más, pero al mirar a su esposa que lo observaba atentamente siguió-He realizado algunos tratos con barcos comerciales para la exportación de productos manufacturados, también soy socio en la empresa de ferrocarriles aquí en Nueva York y tenemos algunos pequeños edificios en alquiler. Así que, si te preocupa morir de hambre, dejame decirte que no podrás ni aun que lo quisieras-la apretó fuertemente contra su pecho-No quiero que sufras nuevamente por la falta de dinero como lo has hecho en estos años...me esforzaré por darte lo mejor, cariño-ella se soltó de su abrazó y lo miró fijamente.

-No es algo de lo cual pueda afirmar haber disfrutado, pero la verdad es que la falta de dinero me enseñó muchas cosas que considero importantes y valiosas...comprendí que la gente con este es demasiado cómoda, ociosa y debido al aburrimiento que les da la facilidad su mente y cuerpo caen en un mar de vicios de los cuales no me gustaría ni probar. No mentiré diciendo de que no tener dinero es fácil, es muy complicado y a veces el dolor te invade por no poder hacer ni la más mínima acción sin preocuparte por el mañana, pero aprecio todo lo que viví y aprendí gracias a ello-y luego volvió a recostarse sobre él tranquilamente.

-Siempre admiré esa capacidad tuya para encontrarle el lado aprovechable a todo, una mujer normal me hubiera abrazado y dicho que está muy contenta por poder comprar joyas y vestidos ahora que su bolsillo no está tan ajustado...pero tú me diste una explicación de lo que aprendiste gracias a ello, la verdad es que estoy sorprendido-Frederick no podía ocultar la honra que le provocaba su mujer.

-Si quieres que compre joyas y vestidos no tengo ningún problema tampoco...-Danielle bromeó socarrona mientras Frederick se inmiscuía en el escote del vestido como todo un sin vergüenza-Oye, debemos de estar por llegar-lo detuvo por un momento y él comenzó a besar sus manos como un cachorrito contento.

-Es que no puedo evitarlo, si estás tan linda...-y la subió sobre su regazo mientras ella depositaba ligeros golpecitos fingiendo estar en contra.

-No se puede tener una conversación seria contigo-se quejó débilmente mientras él le mordía la clavícula, haciendo que todas sus terminaciones nerviosas cobraran vida.

Sorpresa de un jazmínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora