Riesgos

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La vida de Danielle se había convertido en una auténtica e interminable rutina. En las mañanas describía cuidadosamente en sus cartas los avances en el orfanato y luego las enviaba a Hampshire, esperaba sentada en la entrada la llegada de las contestaciones anteriores de Frederick, las cuales se encontraban rebosantes de cumplidos y comentarios dulces que la ayudaban a continuar el día con un humor razonablemente alegre, desayunaba con Sybil y bebía sus infusiones dado que sus anteriores molestias habían vuelto a surgir, intentaba dibujar o leer un libro, cuidaba de las flores del patio trasero, en las tardes viajaba a West End y jugaba o leía cuentos, compartía la merienda con los niños y al anochecer volvía a la casa con James para apenas cenar e intentar sin resultado conciliar el sueño.

Había comenzado a sentir una presencia extraña que los observaba cada vez que visitaba la orfandad, pero nunca había podido identificarla. Una vez vio una sombra esconderse detrás de una de las columnas del edificio de enfrente y rápidamente fue a intentar atrapar aquella extraña figura, pero cuando llegó no encontró ni siquiera un rastro. James se había empezado a preocupar acerca de sus constantes momentos de persecución y hasta había llegado a creer que extrañar a Frederick le estaba empezando a hacer ver cosas por todos lados. Gracias a esto ella misma comenzó a creer que eran puras alucinaciones, de manera que tuvo que ignorar todas las señales de alerta que le daba su cuerpo para no ser tachada de loca por su cuñado o Lady Thompson.

A medida que pasaban los días y la palabra "dos semanas" ya estaba llegando a su fin, pudo afirmar con confianza que todo el tiempo que pasaba en el orfanato había colaborado a formar un potente vínculo con las indefensas criaturas. Se había aprendido todos los nombres de los niños a los cuales leía, sus edades, gustos en colores, juegos, hábitos curiosos, temas que les llamaban la atención y hasta les había conseguido juguetes adecuándose a todos estos. Pasó al menos tres días investigando cada juguetería en St. James con su cuñado para poder encontrar el muñeco, el juego de mesa o el peluche que complaciera a cada pequeño.

El último día que faltaba para la llegada de Frederick fue abierto con una densa neblina y nubes anunciando la posible llegada de una tormenta, pero a pesar de ello Danielle estableció como prioridad la entrega de los regalos y ya que una de las niñas cumplía años en ese momento, quería celebrarlo llevando una tarta y muchas actividades divertidas para compartir. Durante toda la mañana no dejó que sus pies descansaran y se la pasó armando regalos con papel decorado, haciendo lazos, preparando deliciosos mini sandwiches, manzanas acarameladas, una enorme tarta de cumpleaños con merengue y zumos de frutas. James cargaba obedientemente todas las bolsas, viajaba constantemente al lugar para entregar y acomodar lo necesario junto con Lady Thompson y luego volvía para realizar más recados en la casa.

Debía de admitir que la determinación de este era admirable, apenas había hecho una mueca cuando escuchó su alocado plan y puso todo su empeño en seguir sus órdenes al pie de la letra sin rechistar.

Como había planeado, la fiesta resultaría una auténtica sorpresa para todos, debido a que los chiquillos temprano en la mañana emprendieron el viaje con sus cuidadores para dar un paseo por los mercados y sus alrededores a modo de distracción.

Danielle estaba con los nervios a flor de piel, no por la fiesta, sino por la pronta llegada de su marido al día siguiente. No sabía cómo poner sus sentimientos en orden, lo extrañaba demasiado y quería verlo urgentemente, ninguna actividad que hacía la llenaba por completo sabiendo que al llegar él aún no estaría para recibirla, anhelaba sus caricias, sus comentarios coquetos, sus chistes y hasta verlo cansado leyendo asuntos contables.

¡Es obvio que lo amas ! la mezcla de palabras suyas y recuerdos de las de Arlys gritaron en su interior para molestarla aún más. ¿Cómo podía decírselo? Apenas sabía contener sus emociones y expresarlas ya era un tema demasiado complicado para su enmarañada cabeza.

Sorpresa de un jazmínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora