—¿Nadie te dijo que no se mezcla éxtasis con alcohol? —pregunta volviendo a sentarse en el sofá. Por supuesto que Jason tiene terreno en el tema, tan solo recordar todos los porros y las sustancias raras en todas las fiestas, me causa repulsión.

—¿Era éxtasis?

—¿Aceptaste una pastilla sin saber qué era? —cuestiona luciendo serio.

—Tu prima me la dio —me excuso alzándome de hombros. Esa parte esta bastante clara en mi cabeza, Emily me dijo que la pastilla me seguiría "divertiendo". ¿Habrá tomado una también? No lo creo, no parecía tan hiperactiva como yo.

Jason bufa y se echa atrás en el sofá. No puedo creer que es primo de Emily, ¿qué tan pequeño es el mundo? No veo a Jason hace años, no supe nada de él tampoco desde que terminé con Zack. En realidad, nunca supe mucho de él, nadie sabe mucho de Jason Heyward-Avery (un apellido innecesariamente largo). Siempre fue el amigo molesto de Zack que se empeñaba a hacerme rabiar a diario porque nuestro noviazgo no le gustaba.

—¿Qué hora es? —le pregunto cuando palmeo la superficie del sillón en el que estoy sentada y no encuentro mi celular. Demonios, seguro lo perdí.

—Son como la una —contesta. Luego se inclina hacia adelante para obtener un mejor acceso al bolsillo trasero de sus jeans. Identifico rápidamente la funda rosada de mi celular. Me lo entrega y suspiro con alivio—. Un tal Key estuvo llamándote toda la noche. Y otro Liam enviándote mensajes. ¿Solicitada, verdad?

Por suerte Jason no puede leer los mensajes desde la pantalla de bloqueo porque lo configuré para que se lean.

—Mierda, mierda, mierda —murmuro bajito al revisar las diez llamadas perdidas de Key y todos sus mensajes estando preocupado por mi paradero.

—Le avisé a Zack que estás aquí —me dice él levantándose del sofá—. Me dijo que te lleve a casa cuando pueda.

¿Zack me dejó durmiendo en el departamento de Jason? Uhm, definitivamente él no es mi hermano. Mis hermanos no me dejarían durmiendo en el lugar de un jodido desconocido.

—Voy a tomar un taxi —le digo levantándome. Jesús, mi cabeza.

—¿En esas condiciones? ¿Con ese vestido? —inquiere desde la puerta de la cocina—. El mundo en el que vivimos es una mierda, Queens. No llegarás a casa.

—¿Me llevas a casa entonces? —le pregunto comenzando a irritarme. Solo quiero sacarme este vestido, darme una larga ducha, tomar una aspirina y enterrarme en mil doscientas almohadas.

—No quiero ser un imbécil pero... ¿Por qué no le echas un vistazo a la ventana? —me habla e intenta aguantarse la sonrisa.

Frunzo el ceño en confusión pero le hago caso y me acerco a la ventana más cercana que hay. Corro la cortina, esperando que los rayos del sol me cocinen al ser mediodía, pero eso no sucede. Mi dolor de cabeza se borra al darme cuenta la jodida tormenta afuera. Estamos en un piso alto, quizás cerca del diez pero eso no quita que se pueda ver el jodido desastre. Las nubes perdieron su angelical color blanco para asemejarse a un negro que te quita las ganas de hacer cualquier cosa. Las gotas de lluvias son como balas estrellándose en el piso.

¿Como no escuche todo este lío?

Volteo a Jason quien encuentra muy divertida mi cara.

—¿No crees que ya te hubiese tirado en la cajuela de mi auto para llevarte? Es un temporal, empezó hace unas horas. Las noticias dicen que no es recomendable salir, hay árboles cayéndose por todos lados.

—Me mientes.

—Claro, porque quiero tenerte todo el día acá, Queens —suelta en un tono irónico y se cruza de brazos.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora