~Sr. Hartright (4/?)~

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—No estamos casados, y usted empezó.

—¿Por hablarte con confianza?

—Ya se lo dije, no tenemos confianza, no nos conocemos, y no me acuerdo de su nombre siquiera.

—Soy Juan Carlos Contrera, tu futuro esposo linda.

—No soy "linda", tengo nombre...

—Que bien, te felicito linda— respiré profundo para calmarme y no soltarle un golpe que podría darle un infarto.

—Larguese de mi casa.

—No me hagas reír, nadie me va a echar, y mucho menos una chica que no sabe ni limpiarse sola.

—Supongo que usted ya no puede, ¿Le duele la espalda? Debe dolerle con sus 900 años.

—¿No te duele la boca de decir tantas estupideces?

—¿A usted?— me miró enojado, se acercó amenazante a mi, y me agarró la mandíbula de manera muy brusca.

—Si me faltas el respeto otra vez, no voy a ser tan amable, linda— me soltó, dejó un pequeño beso en mi mejilla, y se fue a recorrer la mansión, dejándome asqueada, asustada, y adolorida.

Fui casi corriendo a mi habitación, no quería casarme con ese loco, me daba miedo, ni siquiera se molestó en mostrarse un poco amable con la quien será su esposa dentro de poco.

Lloré por horas hasta que me quedé dormida, me sentía miserable, ignorada y menospreciada, estaba en un nuevo nivel de tristeza. Cada tanto me despertaba, volvía a llorar, y me volvía a quedar dormida, y así y así durante todo el día hasta que fue hora de comer.
Sally vino a mi habitación con mi vestido rojo, dijo que era obligatorio que lo usara, me abrazó un rato y después se fue a terminar con sus obligaciones.

Me puse el vestido, me limpié la cara, me cepillé el pelo, comencé a hacer una trenza pero a la mitad me rendí y lo dejé suelto, me calcé, y fui al comedor.

Estaban todos sentados conversando mientras esperaban la comida, mi padre en la punta de la mesa, mi madre a su izquierda, el mal parido a su derecha, y Walter estaba un asiento después que mi madre, quise sentarme junto a mi madre, ya que ahí estaría mas alejada del estúpido señor Contrera, pero insistieron en que me sentara junto a él, por lo que, después de una disimulada pelea con mis padres, fui a sentarme junto a ese desgraciado.

Los empleados vinieron con la cena, casi no hablé, solo alcanzaba a pedir si por favor alguien me pasaba alguna cosa y agradecer después, no pude hacer ningún comentario respecto a lo que estaban hablando mi padre y mi futura razón de perdida de la cordura, hacían comentarios y planes sobre como y cuantos serían nuestros hijos, o a donde iríamos de luna de miel, o a donde nos quedaríamos cuando volviéramos, o como les sorprendía que no estuviera diciendo nada a nadie, pero no era para menos mi actitud, cada vez que trataba de unirme a su conversación el malnacido que tenía al lado me apretaba el muslo y me interrumpía, haciendo que me fuera imposible decir alguna oración.

La cena pasó, habían preparado un postre delicioso, y lo habría disfrutado mas de no tener a la peor imitación de un hombre a mi lado haciendo comentarios sobre como debería dejar de comer tanto o engordaría demasiado, y se me ocurrió que si engordaba lo suficiente estaría a salvo de cualquier violación, al menos por su parte, también se me ocurrió decirlo, pero no era correcto, no debía decir nada, debía estar en silencio planeando como escaparme justo después de asegurarme que mi queridísima prima estaba bien, ya que, por ella era que no había mandado todo al carajo.

Walter se veía incómodo con todo lo que estaba pasando, cada tanto sentía su mirada sobre mi cada vez que trataba de decir o hacer algo, a él casi no le decían nada, solo alguno que otro comentario sobre los retratos y mis clases que terminarían pronto.

◇Crush◇Where stories live. Discover now