11. Persiguiendo a Reed

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—Pues...

—No intentes negarlo. Tomé una ruta super larga y extraña, y la seguiste de todos modos.

Apreté los labios intentando que cualquier excusa o un cambio de tema saliera de ellos. Mis pocas habilidades sociales salieron a relucir cuando mi mente quedó en blanco.

Reed dio un paso adelante para cubrirse de la lluvia bajo la mochila mientras esperaba con toda la paciencia del mundo. Como resultado nuestros rostros quedaron a escasos centímetros, pero ni si quiera pensé en apartarlo porque estaba perdida en el vacío pensando a toda máquina: Maldición. Una excusa ¡Rápido!

—Te seguí porque...—me puse seria para sonar convincente y dije lo primero que se me vino a la mente—. Porque quería decirte algo —Reed enarcó una ceja, curioso—, y solo lo diré una vez así que escucha con atención.

Él esperó expectante. Yo solo espero no arrepentirme de esto.

—Supongo que me acostumbré a tu molesta presencia —solté en contra de mi voluntad—...y creo que ser tu amiga no sería tan malo.

Los ojos de Reed brillaron con una expresión que no supe descifrar.

—¿En serio? —preguntó sin poder creérselo del todo, intentando ocultar sin mucho éxito la sonrisa que asomaba en su rostro.

Saqué mi celular de mi bolsillo sin mucha emoción.

—Sí, lo siento por bloquearte —lo desbloqueé y se lo enseñé— Mira, ahora sí me llegarán tus mensajes.

Reed no se mostró ni un poco ofendido por enterarse de que había sido bloqueado, en lugar de eso por fin dejo al descubierto una amplia sonrisa.

—Vaya, pensé que solo me ignorabas. Enterarme de que fui bloqueado es un poco duro —soltó sin creérselo, pero sin borrar la expresión de felicidad en ningún momento.

—Lo siento, ¿bien?

Entonces se puso serio por un momento y clavó sus ojos verdes en los míos. Reconocí una mirada que catalogué como "voy a hacer algo que no te va a gustar".

—Disculpas aceptadas —Dio un paso hacia mí y extendió los brazos a ambos lados— ¿Abrazo?

Parpadee impactada, pero reaccioné antes de que pudiera rodearme con sus brazos.

—No —lo detuve con una mano en su pecho—. Si quieres que seamos amigos, tengo algunas peticiones. No abrazos, no besos, no mensajes masivos y no preguntas entrometidas acerca de mi pasado o estúpidos rumores.

—Bien —accedió—, pero yo también tengo una petición.

—Mientras no seas nada raro, te escucho.

—Llámame River.

Me quedé en silencio por un segundo y mordí la cara interna de mi mejilla. Debí esperarlo.

—Lo intentaré, Reed —fue lo único que dije.

—Si tú no cumples mi condición, yo tampoco cumpliré las tuyas.

—Me gusta como suena tu apellido, en realidad —dije a modo de excusa. La verdad era que asociaba llamar a las personas por su nombre como un signo de confianza o cercanía—. Si quieres ser llamado River, cumple con las condiciones hasta que me acostumbre.

—Lo haré.

—Bueeeno, solo quería decir eso —dije desviando la mirada hacia otro lado—. Ahora supongo que me voy, deberías ir a tu casa también.

Reed señaló la casa al lado de nosotros.

—Esta es mi casa —dijo como si fuera obvio.

Vaya, las cosas que me pasan nunca dejan de sorprenderme. Con razón se había escondido detrás de los arbustos con total normalidad. Era su propio jardín.

El diario de la muerte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora