1. Aquel fatídico día

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...

C A P Í T U L O  1

«Cuidado con lo que deseas, alguien puede estar escuchando»

...


—¿Es ella?

—Sí, ella lo hizo.

—Es terrible.

—No puedo creerlo, aunque su cara me da miedo.

Ignoro los murmullos y las miradas nada disimuladas de los estudiantes a mi alrededor mientras recorro el largo y único camino que me llevará a la entrada principal de Eistlen, la escuela en la que, gracias al cielo, curso el último año.

En este momento, deseaba que los entrometidos dejaran de divulgar algo que pasó hace ya cuatro años o que al menos contaran exactamente lo que sucedió sin exagerar o inventar partes completas, pero eso no fue necesario. Todo quedó en silencio cuando me tropecé con alguien y caí de trasero al suelo.

Fantástico como todo en mi vida.

—Hola, Any —Emillie Ovard me sonrió desde arriba y extendió una mano para levantarme—. Como siempre, nunca te fijas por dónde vas.

—Es una mala costumbre que solo me trae desgracias —mascullé sin moverme.

—Sé que no te gusta el primer día ni tantas personas hablando de cosas del pasado —recordó con tranquilidad y acercó más su mano hacia mí—. Vamos, toma mi mano y dejarán de mirar hacia aquí.

Su lacio cabello rubio había crecido bastante durante las vacaciones y sus ojos azules demostraban alegría y a la vez inocencia. Rebosaba confianza. Es el tipo de chica con amigos de sobra e inteligente como un demonio, incluso era la delegada del curso y tenía notas perfectas.

Además, es muy amable, miren como me tiende la mano para ayudarme.

Tal vez seríamos buenas amigas.

O tal vez no.

Yo sé que no parece, pero esta rubia se encargó de hacerme la vida imposible desde aquel día hace cuatro años, en el que cometí un terrible error, y me llevó a escribir "El diario de la muerte".

¡Acertaste!, los murmullos se deben a eso.

¿Quieres saber qué es lo que hice? No te preocupes, no es para tanto. Algún día te lo contaré.

En fin, después de dos años de maltratos, Emillie se volvió hippie o yo qué sé, y me dejó en paz. Después de ella, los demás estudiantes dejaron de meterse conmigo poco a poco, pero el recuerdo de lo que hice parece ser la comidilla del pueblo cada año, así que todos, incluidos los nuevos, saben lo que hice. Y no tengo amigos.

Sí, triste historia.

—Pensé que todo estaba bien entre nosotras —continuó ella, fingiendo algo de tristeza cuando no tomé su mano—, pero aún me odias ¿Cierto?

—No —solté.

Aunque lo que quise decir fue: claro que sí.

Pero no voy a matarte.

No mataré a nadie.

Podré tener una vida feliz una vez que termine este año y me largue de Ellenville Rain.

El diario de la muerte ©Where stories live. Discover now