3. Un beso de mala suerte

5.3K 963 401
                                    


...

C A P Í T U L O  3

«Bueno, ya no puede pasar nada más raro ¿O sí?»

...


Las palabras de aquel extraño se repitieron en mi mente como un murmullo molesto e incomprensible.

Se mi novia.

Se mi novia.

Se...

Esto tiene que ser una broma.

—No.

Entonces me di vuelta para retomar el camino a mi clase mientras sostenía mi diario con fuerza en mi mano izquierda.

¿Quién demonios era este chico? ¿Por qué venía de la nada y decía estás cosas? Además, lo había dicho tan tranquilo. Ni si quiera fue una petición, solo lo dijo y ya ¿Había sido en serio? Y si no, ¿Por qué seguía escuchando sus pasos detrás de mí?

—¿Por qué no? —preguntó a mi espalda como si estuviera dolido.

—Oh, no lo sé —respondí sin detenerme—. Tal vez para ti sea normal aceptar ser novio de una desconocida que te persigue por los pasillos, pero para mí no.

Entonces sus pasos se detuvieron y escuché que se aclaró la garganta detrás de mí.

—En ese caso —empezó—. Soy Ri...

Antes de que pudiera terminar, giré sobre mis talones más rápido que una bala, salté hacia él y tapé su boca con mi mano libre sin poder evitarlo.

—No lo digas —pedí a centímetros de su rostro antes de soltarlo y poner distancia entre ambos—. No quiero conocerte y si es algún tipo de broma, ahórratela. Me largo.

Quise darme vuelta, pero sostuvo mi brazo por segunda vez. Ladeé mi rostro con molestia y fruncí el ceño al apreciar sus ojos que derrochaban sinceridad y calidez.

—Pero no es una broma, Ana.

Está bien. Ya ha sido suficiente.

—Por si no te has dado cuenta —hablé con dureza y sacudí mi brazo con brusquedad para que me soltara—. No estamos en una película y en el mundo real no pasan estas cosas. ¿Qué es lo que quieres en realidad?

—Ya te lo dije —insistió— Ser tu novio.

Pero él va a seguir.

—¿Acaso no has escuchado los rumores? —pregunté.

Era obvio que sí. Hasta se sabía mi nombre, mal, pero lo sabía. Definitivamente los había escuchado. Así que se los recordé, a ver si se pensaba mejor su bromita y se alejaba.

—¿Rumores? Nooo, ¿Cuáles? —se hizo el desentendido fingiendo una cara de inocencia, pero no pudo sostenerla por mucho—. Está bien, tal vez escuché algunos.

Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.

—¿Entonces por qué sigues aquí diciendo incoherencias?

—Porque no los creo.

Ante su confesión por un segundo mi mirada se ablandó, pero al pensar mejor en toda la situación lo observé con mi mejor cara de wtf. ¿Y eso que tenía que ver con que me pida ser su novia?

Este chico es extraño. A pesar de que dice sus tonterías tan calmado, algo dentro de mi está alerta. Como si fuera peligroso. Debo alejarme. No. Debo hacer que él se aleje o no me dejará en paz.

—¿Has considerado que puede ser cierto lo que dicen? —inquirí.

—Sí, pero siempre se distorsiona lo que sucedió en realidad —respondió con un encogimiento de hombros—. En especial si pasan muchos años.

—Que agradable —dije como si estuviera conmovida—, pero llegaste un poco tarde. No necesité amigos ni novios en todo este tiempo, así que no te necesito.

—Wow —soltó como si no esperara una respuesta como aquella. Puse los ojos en blanco y quise alejarme de allí —. Espera —dio un paso hacia mí y extendió ambos brazos a los lados para cortarme el camino—, no te vayas todavía.

Dios, me estaba haciendo perder demasiado tiempo. Si seguíamos así no iba a llegar tarde a mi primera clase, iba a llegar tardísimo. Tal vez el amargado del profesor ni me deje entrar.

—Mira, tengo que ir a mi clase —solté un suspiro masajeando mi frente y extendí mi mano libre hacia él—. Dame tu estúpido horario para decirte dónde está tu salón.

Se llevó una mano a la nuca y soltó una corta risa.

—Acerca de eso, sí sé cuál es mi salón —admitió con una mueca de arrepentimiento.

Maldito mentiroso.

¿Así quieres que seamos novios?

—Entonces no me necesitas —solté con una mirada gélida—. Me voy.

—¡Espera! Está bien —añadió con rapidez antes de que me girara y por alguna razón me detuve a escucharlo—. Solo quería retenerte para preguntarte por eso.

No tuve reacción alguna cuando levantó la mano y señaló el diario que seguía sosteniendo con mi mano izquierda ¿Por qué no me sorprende?

Un momento. ¡Me estaba preguntando por el diario!

Lo aferré a mi pecho instintivamente e intenté calmarme. Después de todo, él sabe tan poco como tú. Solo había visto la lista de nombres y sabía una versión exagerada acerca de por qué esos nombres me hicieron la vida imposible durante años debido a los rumores.

¿Relacionar ambas cosas tendría mucho sentido para él? ¿Pensará qué quiero asesinar a todos? ¿Lo divulgará? ¿Cómo le explico que ya no haré nada?

Basta, lo vas a asustar.

—Olvídalo —solté con una calma fingida y me giré como si le restara importancia—. No es importante.

Antes de alejarme de allí, guardé el diario en mi mochila. Me había causado suficientes problemas por hoy.

—Y es cierto —confesé aun dándole la espalda—. Lo que dicen sobre mí, es verdad.

Con eso esperé que me dejara en paz, pero fue todo lo contrario. Antes de que pudiera dar el primer paso lejos de él, se plantó frente a mí. Levanté la cabeza entre molesta y confusa y le lancé una mirada de "mueve tu trasero lejos de mí", pero no lo hizo.

Luego todo pasó demasiado rápido. Quise pasarle de lado, pero me detuvo tomándome por los hombros. Sus ojos verdes escudriñaron mi rostro y se detuvieron en los míos, como si buscara algo en ellos. Fruncí el ceño.

—¿Y ahora qué...?

Pero no pude completar la frase.

Porque me besó.

¡¿Qué demonios le sucede a este tipo?!


El diario de la muerte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora