Desayuno

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Las mañanas eran difíciles para Gray, sobretodo aquellas en las que despertaba en su sillón. El mueble era cómodo, no podía quejarse por eso y le agradaba echarse allí de vez en cuando. Pero despertar en ese lugar por las mañanas, significaba que otra vez tenía compañía en su casa.

Sus acciones no eran inconscientes, no desconocía lo que había ocurrido en su cama por la noche, pero no se sentía bien una vez que el fuego estaba apagado y el hielo volvía para alojarse en su interior, dando una sensación de vacío bastante incómoda.

Además, tenía hambre.

Esperó pacientemente, con un brazo cubriendo sus ojos, mientras los sonidos desde la habitación le indicaban que su compañía ocasional se estaba preparando para marcharse. Gray no tenía intenciones ni de verla partir, prefería simular estar dormido y evitarse la incomodidad de despedirse. Había aprendido esa lección cuando una de las mujeres pretendió extender su estadía hasta el desayuno, fue desagradable tener que echarla fríamente y más por la sensación de aversión que le producía el pensar en alguien más cocinando para él.

Escuchó la puerta cerrarse suavemente y esperó unos largos minutos antes de descubrir su rostro, su mirada se fijó en el techo y el silencio inundó sus oídos incrementando la sensación de vacío. Con un suspiro se levantó de su lugar y se dirigió al baño para comenzar su día.

El agua tibia de la ducha lo ayudaba a despejar su mente. Dejaba que lavara su cuerpo recorriéndolo íntegramente, su rostro, sus brazos, su torso. Cerró los ojos, dejándose abrazar por el líquido que caía de la ducha, sintiendo sus caricias por la piel y extendió sus manos para que las gotas se deslizaran entre sus dedos. Se mordió el labio inferior, mientras su mente lo invadía de sensaciones pasadas y le recordaba el verdadero significado de disfrutar el contacto con el agua.

Al salir del baño, con el líquido chorreando por su cuerpo, dejando algunos charcos en el camino, se dirigió a la habitación. Ignoró las sábanas revueltas que se esparcían por el suelo y la ropa interior colgada desprolijamente de una silla. Eligió prendas al azar y salió de allí rápidamente.

Su estómago rugió al pasar por la cocina, pero él ya no desayunaba allí. Menos luego de haber despertado en el sillón. Tomó sus llaves y salió de prisa, permanecer más tiempo en su hogar lo asfixiaba. Necesitaba huir rápido antes que los recuerdos volvieran a arremolinarse en su mente.

Tenía la idea de escoger una misión para alejarse de la ciudad unos cuantos días. Necesitaba escapar un tiempo de la nostalgia y permanecer en su casa no ayudaba. Pero al abrir las puertas del Gremio, sus ojos se clavaron inmediatamente en ese manto de cabellos azulados que le quitaba el sueño por las noches de los últimos doce meses, allí, de pie frente al tablero de misiones, Juvia buscaba su próximo trabajo.

Un gruñido escapó de su garganta al verse frustrado. Caminó hacia la barra con las manos hundidas en los bolsillos y el ceño fruncido. Mirajane lo recibió con una sonrisa amable, mientras el chico apartaba un banco para sentarse.

— Buen día, Gray.

— Buen día, Mira. — Le respondió con tono hosco y sin mirarla. Sus ojos fijos en la superficie de madera de la barra.

— ¿Lo de siempre?

— Sí. — Lo de siempre era un café doble y un brownie. No podía ser más obvio en su estancamiento, le molestaba ser consciente de eso, pero no hacía nada para evitarlo.

— Mira-san, — Su cuerpo se tensó al escucharla. Estaba parada a su lado, podía sentir su propia piel erizarse, anhelando el contacto. Se mantuvo estático, con la mirada fija en un punto vacío de la barra. — Juvia tomará esta misión. — Se oía tan feliz como siempre, su voz resaltando entre el bullicio de Fairy Tail.

Presente y PasadoWhere stories live. Discover now