-Hace casi una semana – contestó algo intimidado por la mirada constante de sus acompañantes.

-¿Y tienes novio? – Raoul casi se atraganta con la coca cola, ¿cómo?.Carraspeó antes de contestarle que sí, el chico simplemente sonrió de una manera bastante segura -. No me extraña.

Estaba perplejo, él ya era bastante tímido sin aquel tipo comentarios de por medio.

-¡Ricky, cállate! – le dijo Miriam riéndose antes de mirar a su amigo -. No le hagas caso, solo lo hace para hacerte sentir incomodo -. Y le dio un manotazo al otro, que se lo tomó con una sonrisa.

Más tarde aquel día supo que Ricky era el mejor amigo de Miriam y que Aitana solía salir con él, pero era demasiado arisca y no habían durado ni dos meses porque él era demasiado simpático y cariñoso con todo el mundo y eso no le había gustado a la chica, o esa era la versión oficial, porque todos tenían sus teorías. El otro chico que estaba sentado junto a él se llamaba Roi y en varias ocasiones había intentado mantener una conversación con él, pero al parecer ambos eran igual de vergonzosos y nunca había llegado a más que un par de frases seguidas. Nerea y Laura habían sido pareja y ahora eran inseparables, la segunda no era muy habladora, por lo que Raoul no sabía mucho mas de ella. Exceptuando a estas dos últimas, todos estudiaban bellas artes con Miriam y se habían conocido el primer año de carrera y Nerea era la amiga de la infancia de Ricky y por eso había acabado en el grupo también.

Todos se mostraron sorprendentemente agradables con él y le hicieron de dar varias vueltas por el lugar para asegurarse de que conocía los sitios clave, en un puesto de venta de recuerdos de la ciudad prácticamente le obligaron a comprarse un gorro que tenía escrito Ich liebe Berlin, y que secretamente a Raoul le había encantado. Pensó que sería absurdo en aquella época del año, pero a partir de las seis empezó a hacer más frio del que ella esperaba y acabó poniéndoselo. Un poco más tarde todos se despidieron y Agoney vino a recogerlas, acababa de salir del trabajo y le pillaba de camino.

El móvil de Raoul comenzó a sonar estrepitosamente y el moreno le miró por el retrovisor. Raoul se sintió incomodo por un momento sin saber muy bien por qué hasta que miró la pantalla del móvil, era su madre. Suspiró aliviado.

-Hola mamá – dijo alegremente y notó de reojo como Agoney sonrió -. Si, Miriam y yo hemos estado todo el día en un parque increíble... - empezó a contarle lo sucedido esa tarde con lujo de detalles, Susi adoraba que su hijo hiciese eso, ya que así también se aseguraba de que le estaba yendo bien. Pero no estaba del todo segura de aquello.

-Raoul, hijo – dijo la mujer en un tono más serio -, he estado hablando con Daniel que estuvo aquí ayer a cenar.

-Oh – fue lo único que se le ocurrió decir, no sabía que podría haberle dicho Daniel, ni siquiera sabía que había ido con sus padres a cenar y eso que habló con él antes de dormir.

-¿Oh? ¿Es todo lo que tienes que decir? – preguntó su madre -. Nos ha dicho que apenas habláis y que últimamente estas muy raro, ¿te pasa algo hijo? Sabes que Dan es como un hijo para nosotros y si pasa algo...

-No pasa nada mamá, discutimos un poco estos dias, pero esta semana ha estado todo bien, no entiendo por qué os ha dicho algo así – y era verdad, Daniel y él habían estado bien, como siempre, durante los últimos días, hablaban a todas horas por whatsapp y por teléfono antes de dormir, Raoul le contaba que tal le había ido el día y él le decía como de aburrido había sido el suyo -. Así que tranquila, te prometo que está todo bien, ya sabes cómo es, a veces se agobia si las cosas no salen como él quiere.

-No sabes lo que me tranquiliza escucharte decir eso, hijo, no quiero que tomes decisiones precipitadas, sé que estar allí solo puede ser al...

-Mamá, tranquila. No se me va a ir la cabeza, se lo que hago y por supuesto que no tomare decisiones precipitadas, solo llevo aquí una semana, no sé qué pensáis que hago – dijo algo enfadado, todos asumían que se iba convertir en otra persona en una semana, era de locos.

-Vale hijo, no quiero que te molestes, sabes que me preocupo por todo – se disculpó Susi, y Raoul sabía que tenía razón, su madre siempre hacia un mundo de todo, no importaba cuan insignificante fuese, para ella todo podía ser el fin del mundo -. Te echo mucho de menos.

-Y yo a ti, mamá – era verdad, pensaba en ella y en su padre cada noche, en que estarían haciendo, si su madre ya habría montado el drama del día por cualquier cosa y su padre la había calmado dándole achuchones como si tuviesen quince años. Sus padres tenían todo lo que él esperaba tener algún día, eran el matrimonio más feliz que había visto nunca -. Te dejo que vamos a cenar – le dijo y después de repetirse mutuamente lo mucho que se querían y los muchos besos que se enviaban, colgó.

No se había dado cuenta, pero Agoney estaba ya parado en la plaza de parking que tenían frente al bloque de pisos donde vivían, ¿cuánto tiempo llevaban allí parados? Bajaron del coche y Miriam se adelantó a abrir la puerta.

-Me gusta tu gorro, chiquitín – murmuró Agoney bajándole el mismo hasta taparle los ojos y empezó a reírse.

-Ay – se quejó Raoul y le agarró el brazo instintivamente para no caerse antes de volver a colocarse el gorro donde debía estar. Agoney le sostuvo la puerta y le hizo un gesto para que pasara él primero -. ¡Vaya! Después de quedarme ciego momentáneamente ahora te haces el caballe... – pasó de largo y se giró -. ¿No vienes? – preguntó al ver que el moreno no se movía, este le miró entrecerrando los ojos y de repente una sonrisa se formó en su cara – No, Agoney, ni se te ocurra...

-¡Corre! – gritó él y acto seguido empezó a correr tras el rubio escaleras arriba hasta la puerta de casa, podría haberle alcanzado fácilmente, pero le hacía gracia ver cómo iba intentando subir los escalones de dos en dos, a veces incluso vía como por intentar ir más rápido sus botas chocaban y se tropezaba.

Cuando llegaron Miriam había dejado la puerta abierta y se asomó desde la cocina con una botella de agua en la mano para encontrárselos a los dos con las manos apoyadas en las rodillas y respirando costosamente como si acabasen de correr una maratón, y no se sorprendió lo mas mínimo, pues ya había visto aquella escena varias veces a lo largo de los últimos días.

-Vosotros dos – apuntó con la botella – deberíais hacer más ejercicio, son pocos pisos para que estéis tan agotados.

Raoul y Agoney se miraron y empezaron a reír dejándose caer en el suelo, estaba sorprendentemente frio y ambos se quedaron un rato ahí sentados sin hacer nada.

Acababan de cenar cuando el timbre de la puerta del rellano sonó, Raoul se levantó del sofá en pijama, a aquella hora y sin haber tocado previamente el timbre del portal solo podía ser Alfred. Arrastrando los pies llegó a la puerta.

-Oh, ¿está Agoney? – preguntó con una voz que Raoul le había escuchado pocas veces, parecía avergonzado -. Siento venir a esta hora.

-No te preocupes – Raoul se apartó de la puerta y le hizo un gesto para que pasase -, Agoney está en el salón, estábamos viendo Friends si quieres pasar.

-No, no, solo llámale si no te importa.

-Claro.

Raoul avisó a Agoney de que Alfred estaba en la puerta pero cuando volvieron ya no estaba allí. Agoney como si de un acto reflejo se tratase cogió la primera sudadera que vio cerca y salió a correr en dirección al apartamento de su amigo. Aquello, definitivamente, no tenía buena pinta.

fernweh | ragoneyWhere stories live. Discover now