Capítulo 10 | Hermosa realidad

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—Hablar y arreglar los problemas. Si no quieres una relación con él ahora, no la tengas, pero no mandes a volar tantos años llenos de cariño y amistad —respondió, sus ojos se hicieron agua—. Yo tenía un amigo, hacíamos todo juntos, era mi hermano. Se enteró de que era homosexual y, bueno... las cosas se nos salieron de control, fue una época muy excitante porque él estaba descubriendo que le gustaba que lo tocara y todas esas cosas. —Elevó una ceja con picardía, dejé escapar una risita—. El punto es que me dejó en evidencia delante de toda la secundaria, me lastimó como no tienes una idea.

Mis párpados se abrieron con asombro, sus comisuras se elevaron.

—Tiempo después me pidió perdón de rodillas y me dijo que era un cobarde por intentar ocultar sus sentimientos. Él me quería de ese modo, ¿sabes? —continuó.

—¿Qué ocurrió? —pregunté, curiosa.

—Pronto nos vamos a casar —respondió a lo que mi mandíbula se desencajó. Manny se rio a carcajadas ruidosas, solamente como él sabía hacerlo, y extendió su mano para borrar los rastros de lágrimas que se habían quedado en las esquinas de mis ojos—. A veces la gente se equivoca. No conozco a tu chico luciérnaga, pero se desvive por ti, Carly. Son más cosas buenas que malas, simplemente escúchalo y deja que te escuche.

—¿Y si me lastima? —Mi labio inferior comenzó a temblar, mi respiración falló. Me moría de pánico, tenía tanto miedo de explorar lo que David me ofrecía.

—Si te mantienes encerrada en tu burbuja por el miedo a salir lastimada nadie te va a lastimar, tampoco podrán acariciar tu corazón. Quizá duela, quizá no, pero vas a tener tesoros en tu memoria. Si no explotas la burbuja no tendrás nada y dolerá, y no habrá nada que puedas salvar de ese dolor. Además, si no duele no es amor.

No sabía qué contestar a semejante pensamiento profundo, era como la música que siempre me dejaba sin palabras. No conocía del todo a Manfred —Manny era un diminutivo—, pero me hacía sonreír como si nos conociéramos desde hacía años.

Me dio un golpe amistoso en mi hombro y sacudió mi cabello con el fin de aligerar el ambiente. Funcionó.

Paseé a su costado, reíamos de vez en cuando. Había un vendedor de helados de fruta natural en el parque en el que habíamos aparcado. Sus extensas y rústicas arboledas inundaban al ambiente con ese olorcillo a madera y pino. Muchas familias recorrían el trayecto, entretanto algunos otros trotaban, ejercitándose. La luna se asomó, su circunferencia perfecta iluminó las calles, y las estrellas adornaron el cielo.

Conversamos sobre la vida, sobre el futuro porque Manny no hablaba sobre el pasado, decía que era demasiado doloroso y confiaba en que su destino sería mejor. Yo no pensaba lo mismo, creía que nuestro pasado forjaba nuestro futuro.

Encontramos una fila de puestos ambulantes, nos acercamos y vislumbramos las ristras de pulseras, collares y aretes multicolores, eran artesanías de alguna parte; un destello llamó mi atención.

Acaricié el metal con mis yemas y sonreí al recordar el día que recibí mi primer beso.

En la secundaria había perdido mi collar con nuestra foto dentro. David, a pesar del tiempo, aún no se lo quitaba del cuello.

Tomé las dos piezas que habían llamado mi atención para observarlas de cerca, las cadenas eran casi idénticas a los ejemplares de hacía años.

—¿Cuánto por estas? —pregunté a la anciana que tejía una especie de gorro en un rincón de la lona. Ella se levantó y se acercó, sus iris negruzcos examinaron las piezas y después mi rostro.

* * *

Cuando Manny aparcó afuera del campamento ya me sentía más tranquila, era como si hubiera liberado cada herida de mi alma con su compañía.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora