Capítulo diecisiete: Tiempo apremiante.

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—Cuando morimos y no se sabe cuál es la causa, nos dan un lapso de tiempo para averiguarlo —respondió—. Si no cumplimos nuestro cometido en ese lapso de tiempo, nuestra forma material se deteriora y perdemos el sentido de la razón. No sé si has oído hablar de los “espíritus burlones”, pero nos convertimos en algo similar.

Abrí los ojos de par en par y se me pusieron los vellos de punta ante sus palabras.

Sabía bastante bien quiénes eran los llamados “espíritus burlones”. Aquellos seres que se encargaban de fastidiar, confundir y dañar a quienes puedan. Otras veces, se encargan de producir ruidos en las casas, con el fin de producirles malestar a sus habitantes.

La palabra “burlón” no daba crédito a lo que realmente son. Eran espíritus malignos.

—Tú jamás podrías convertirte en uno de ellos —dije con firmeza y seguridad.

Jackson me sonrió tristemente.

—No podemos estar tan seguros de ello —objetó—. Quisiera tener tanta fe como tú en que eso nunca pasará, pero sé muy bien cómo es un ser luego de perder todo rasgo pensante o de conciencia.

No podía creer lo que decía. No quería hacerlo. No podía ni imaginarme a Jackson como uno de esos espíritus. Quería gritar y llorar ante lo que acababa de decir, pero me abstuve de hacerlo. Eso no sería apropiado y mucho menos frente a Jackson que ya debía sentirse bastante mal sabiendo ese hecho.

—¿Cuánto? —Pregunté con resignación—. ¿Cuánto tiempo te queda?

Jackson bajó la cabeza, apenado.

—Sólo cinco meses, sin contar el que está corriendo —contestó en voz apenas audible.

Tragué en seco.

—¿Tenemos sólo hasta mayo para descubrir lo que pasó? —interrogué, anonadada.

Jackson asintió lentamente con la cabeza, y ambos permanecimos inmóviles y rígidos, perdidos en nuestros propios pensamientos, hasta que un zumbido proveniente de una de mis mesitas de noche hizo que saliéramos de nuestro trance.

Ambos volvimos la cabeza al lugar donde mi teléfono había empezado a vibrar.

—Ya debo irme —avisó Jackson, ligeramente apurado.

Lo miré con tristeza.

—¿Cuándo nos volveremos a ver? —pregunté con voz queda.

Jackson extrajo algo del bolsillo de su pantalón y me lo entregó.

—Sólo tienes que dormir con eso cuando quieras contactar conmigo —explicó. Luego pegó sus labios resecos y ásperos en mi mejilla, y desapareció.

Miré el pequeño collar con una piedra negra colgando de sí y procedí a guardarla en la gaveta donde guardaba mi ropa interior. Allí podría buscarlo sin problemas y nadie se atrevería a encontrarlo.

El mismo zumbido de antes me trajo de vuelta a la realidad y sin más contratiempos, tomé el teléfono y descolgué sin preocuparme en ver el identificador de llamadas.

—¿Hola?

¿Danielle? Hola, espero no haberte despertado —saludó Mark del otro lado de la línea.

No pude evitar sonreír ligeramente al escucharle y me puse roja como un tomate al recordar que anoche me había quedado dormida encima de él. Recordaba vagamente que luego me había subido a mi cuarto, para después depositarme en la cama y darme un beso en la frente a modo de despedida. Yo le había murmurado algo antes de que saliera, pero mi mente no podía recordar qué había sido eso exactamente.

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