—¿Así que ya tomaste chocolate caliente? —cuestiono.

Quinn se levanta de mi cuerpo. Espero a que se siente en otro sofá y me responda, pero lo que hace es voltear e irse. ¿Qué, qué, qué? Me levanto del sillón de un solo salto y me apresuro a seguirla.

—Déjame, Liam —pide ella mientras subimos las escaleras—. Tengo que ir al baño.

—Hay un baño abajo —le recuerdo.

—Me gusta más el mio —contesta sin mirarme.

Antes de que Quinn pudiera encerrarse en el baño más cercano, me coloco frente sus narices y le bloqueo el paso. Suelta un bufido estando molesta conmigo.

—¿Podemos hablar? —le pregunto. Esto no puede seguir más tiempo desapercibido, tengo que dejar de hacerme el idiota cada vez que noto una actitud rara y cada vez que mis manos tocan su pequeña cintura y se envuelven en sus costillas.

—Hablamos todos los días, imbécil.

—Sabes a lo que me refiero.

—No, no lo sé —tercia. Cierra sus ojos con fuerzas y respira profundo—. Déjame pasar.

—No lo haré hasta que hablemos. A solas —le digo poniendo el freno a todo. Le echo un rápido vistazo al pasillo vacío, en cualquier momento alguien tendrá que pasar por aquí y nos verá discutiendo. No hay duda que le darán la razón a Quinn, por más que este siendo irracional.

Aprieta sus labios y forma una línea. No esperaba que se enfade con tanta rapidez. Ni siquiera he tocado el tema aún. Ella asiente en un gesto de rendición y yo me apuro cuando la tomo de la mano para que entremos a su habitación. Esta vez me importa un demonio sus hermanos. Cierro la puerta.

Las cortinas de la ventana están abiertas de par en par, a través del vidrio se puede apreciar el techo de otras casas, cubiertas en una fina capa de nieve. Es el segundo día que nieva desde que llegamos. Le da una vista de fotografía a la ciudad.

No le presto atención al ambiente, solo a Quinn quien se alejó de mi y me mira de brazos cruzados.

—¿Qué? —espeta.

—¿Vas a seguir ignorando tu problema? ¿O lo podemos hablar como dos personas bien? —inquiero. Dos metros nos separan, por decisión de ella.

—Claro, porque no eres tú el que ha soltado comentarios sobre comida durante todos estos días. Puedes decirlo de una buena vez y dejar de ser tan infantil —suelta con enfado.

Respiro hondo. No explotes, no explotes, no explotes. Tienes que ayudarla, ¿recuerdas? No discutir con ella.

—No estoy siendo infantil, Quinn —resoplo—. Nos estoy dando tiempo sin pelear, porque sabía que en el segundo que hablemos sobre eso, pelearíamos. No me equivocaba, pero tampoco puedo seguir más tiempo así. Necesitas ayuda.

—No necesito ayuda, Liam. Estoy bien —responde con enojo—. Estuve comiendo mucho más desde que llegaste.

—¿Por qué desde que llegue?

Quinn muerde su labio molesta y echa su cabeza hacia atrás. La conversación la esta desesperando, pero no más que a mi.

—Porque tú me pones de buen humor, sabes sacar lo mejor de mi y todas esas cosas cursis —dice y suaviza la mirada esperando que me trague el cuento completo, la bese y demos el tema como sellado.

Se acerca a mi, tal como predije que haría. Pone sus manos sobre mis hombros e intentan distraerme al mirarme. No va a funcionar esta vez.

—¿Y qué va a pasar cuando me vaya? Se nos acaba el tiempo juntos, Quinn. Yo volveré a Inglaterra, tú te irás a Miami —digo y me muevo para que quite sus manos de mi cuerpo. Conozco sus tácticas, esta muriéndose de ganas de que deje esto de lado, pero no lo voy a hacer.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz