XIII

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Tampoco es que haya ido muy lejos, la verdad.

Se apoya en la pared del edificio de la esquina del restaurante. Lo suficientemente lejos de él para que les cueste encontrarla (no está muy segura de quién saldría a buscarla, la verdad), pero lo suficientemente cerca como para que la única neurona que le grita que haga el favor de volver por donde ha venido, deje de gritarle.

Se aprieta el puente de la nariz con dos dedos.

Le está empezando una migraña.

- ¡JODER! -grita, asustando a una pareja que pasa por su lado- Yo... ah... lo siento... Mierda.

Se alejan de ella con paso rápido y ella levanta la mirada hacia el negro cielo que asoma entre edificios, con tal vez un par de puntos brillantes que o son estrellas o helicópteros... o satélites... ese se mueve, ese es helicóptero. Y con la mirada clavada en uno de los puntitos que no se mueven, intenta pedirle explicaciones a sea quien sea ese ser superior que ha decidido gastarle esa broma.

Deidad omnisciente.

Destino cabrón.

Monstruo espagueti volador.

Aliens variados pero con ánimo de tocar las narices manipulando mentes humanas.

¿En serio?

¿Eliza es la hija de la amiga de Raven?

¡¿EN SERIO?!

¡Pero qué clase de casualidad es esa! Ni que fuese protagonista de una maldita historia escrita por un ser liante y con ganas de poner a sus pobres e indefensos personajes en situaciones enrevesadas y traumatizantes por diversión.

Se sobresalta al escuchar su tono de llamada y sentir la vibración en el bolso, que tiene agarrado como si su vida dependiese de ello. Y corre a sacar el móvil, parando justo al abrir el bolso y ver el aparatito con la pantalla encendida y el nombre de su hermana escrito en ella.

¿Lo coge?

¿Se enfrenta a la situación como un ser adulto?

¿O se va a casa, se mete en la cama y decide no volver a salir de bajo el edredón para el resto de sus días?

El teléfono decide callar, decidiendo por ella, y suspira agradecida, dispuesta a ponerse a andar en dirección a su casa, cuando Anya vuelve a llamarla.

Suelta un gemido lastimero, dándose por vencida. Por lo que coge el teléfono, descolgando y pegándoselo a la oreja, pero sin decir nada.

- ¿Lexa? ¿Hola? -oye a Anya.

- Hey, ¿que pasa? -muy casual, así se hace, que no se note que anda en ese filo entre el instinto de huida y el de ir a secuestrar a Eliz... Clarke, a Clarke y exigirle respuesta a cada una de los millones de preguntas que se le ocurren.

- Pues no mucho, aquí, pasando el rato buscándote y preguntándome qué cojones está pasando. ¡Lexa, joder!

Se ayuda de la pared tras ella y se escurre por ella para sentarse en el suelo (estirando la tela de su vestido que decide no estar por la labor y casi la deja medio en bolas. Es más, debe echarle una mirada asesina a un hombre que alza una ceja al ver más pierna de la que debería).

- No pienso volver al restaurante.

- ¿Se puede saber qué ha pasado?

- Nada, me voy a casa.

- Lexa, vete a la mierda si quieres y mándame una postal. Pero dime qué coño está pasando.

Vuelve a mirar ese punto estático luminoso del cielo (¿Estrella? ¿Satélite?), antes de responder.

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