Capítulo 2

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Julie Anne Morgan, también llamada Jules por sus conocidos, había salido de clases y ahora se dirigía con su bolso a la cafetería. Al entrar, busco una mesa disponible para consumir la comida que le preparó su madre por la mañana. Caminó lentamente mirando con atención para no dejar pasar ninguna mesa sola y ser ocupada por ella. Su mirada, entonces, recayó en Christina Sickleman, la cual estaba sentada sola en una gran mesa. Su mirada estaba perdida mirando a ningún punto en específico mientras que su comida estaba intacta frente a ella. Su pelo estaba desaliñado y tenía notorias ojeras bajo sus ojos azules, los cuales perdieron el brillo hace algún tiempo. Jules no pudo evitar sentirse preocupada por la castaña, pero no podía acercarse a ella.

Se supone que Christina y Julie eran grandes amigas. Hacían muchas cosas juntas y siempre comían juntas. Eran las mejores amigas en aquel entonces. Eso, hasta que tiempo después Sickleman se empezó a comportar de manera rara, no solo con Jules, sino con todo el mundo. Trataba lo más posible de estar sola y mantenerse alejada de cualquiera que se le acercara. Sus calificaciones bajaron y ya no estaba concentrada en clases, pues parecía un zombie en su propio mundo, e inclusive Julie Anne notó que muchas veces faltaba a clases y al regresar volvía con algunos moretones —casi imperceptibles si no ponías atención— que se esmeraba en ocultar con su usual chaqueta de color morado y pantalones largos. Obviamente, la castaña trató de acercarse a su mejor amiga pero esta casi ni le hablaba o ejecutaba alguna acción, y sabía perfectamente que algo le pasaba. Incluso Morgan llegó al punto de hablar con su maestra, pero al ver que eso fracasó no le quedó de otra que dejarle su espacio a Christina hasta el día en que quisiera dirigirle la palabra otra vez. Si es que pasaba. Pero Jules no estaba enfadada con ella, solo preocupada.

Suspiró tristemente y siguió buscando una mesa. No tenía otros amigos, pero no quería sentarse sola ese día. Optó por sentarse en una mesa alargada en el cual se encontraba un gran grupo compuesto por chicos y chicas de su misma edad. Se colocó al lado de una chica pelirroja y empezó a comer en silencio para no molestar a aquel grupo. Los chicos de esa mesa no se molestaron tanto por la presencia de la intrusa, sino los molestaba o escuchaba sus chismes y secretos todo estaría bien. Fue entonces cuando Jules, a mitad de su sándwich, lo vió. En unas mesas más alejadas de ella se encontraba el chico que habló de su legado de una manera muy auténtica. Lo observó mientras charlaba con un niño de lentes que parecía de ocho o nueve años. Frunció un poco el ceño, solo eran ellos dos en esa mesa. Tampoco tenían amigos. Vaya, algo en común. En su alocada cabeza se formó la pequeña idea de ir a sentarse con ellos, pero luego la desechó. No podía acercarse así como así y ya. No, no y no. Decepcionada, siguió consumiendo su alimento en silencio.

Al finalizar la comida, guardó sus cosas a excepción del agua ya que tenía sed. La campana sonó indicando que era hora de volver a clases. Jules se acomodó su mochila y a la hora de levantarse al parecer la pelirroja tenía las mismas intenciones que ella, pues se levantó al mismo tiempo que la castaña y se dieron un golpe en la frente. Julie Anne soltó un pequeño quejido, en cambio la pelirroja soltó un gran chillido e hizo movimientos exagerados como si le hubieran dado el peor golpe de su vida. Inmediatamente, se disculpó, pero la pelirroja la fulminó con la mirada sin aceptar sus disculpas.

—¡¿Qué rayos te pasa?! —inquirió la chica—. La próxima si quieres me das una patada, idiota.

«Con gusto», pensó. Pero no lo dijo en voz alta.

—Oye, perdón. No es para que hagas tanto drama.

—¿Drama? Já. Ya veremos quién hace drama.

—¿Puedes sólo olvidar esto y...?

Pero Morgan no terminó de formular su pregunta ya que la pelirroja le dió un empujón lo suficiente como para que la chica se echará para atrás. Su botella, que la había mantenido en su mano y con la tapa abierta, derramó una gran cantidad sobre ella. A su vez, la chica impactó contra otro cuerpo, también empapándolo de agua. Desastre, desastre, desastre, pero sobre todo vergüenza sentía Julie Anne Morgan en ese instante. Una vez que recuperó por completo el equilibrio, miró su ropa. Su camisa de color rosa estaba toda mojada. «Ay no», hizo un puchero.

—¿Estás bien?

Abrió los ojos como plato. Ni siquiera se había disculpado con la persona que había evitado que ella cayera. Se giró sobre sus talones y lo primero que sus ojos marrones se encontraron fueron unos ojos verdes, que a su parecer eran muy bonitos. Entonces se dio cuenta que esos ojos eran nada más ni nada menos que los de Henry Carpenter. El niño de lentes con el que había comido ya no estaba con él como hace rato.

—L-lo siento, en serio. ¡Soy tan torpe!

—No importa, te empujaron, ¿no es así? No fue tu culpa —el chico le restó importancia con un ademán.

—Pero la botella sí. Ahora te empapaste la chaqueta. Disculpa.

Y evitando la mirada de él —y una última mirada de odio de parte de la chica pelirroja—, salió del lugar apenada por todo el desastre. Pero la parte buena del asunto fue el hecho de haber tenido la oportunidad de hablarle a el chico. Por unos pocos minutos una sonrisa iluminó su rostro mientras se dirigía al baño. Llegaría tarde, pero por ahora no le importaba mucho.

Había hablado con él por primera vez, aunque haya sido en un mal momento. La primera impresión siempre es la que cuenta, y estaba más que claro que ella falló en eso. Pero de todas formas importaba, fue la primera vez que cruzaron palabras y el inicio de que sus vidas se cruzaran.

When I Met You ➸ the book of henryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora