40. Calma antes de la tormenta

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Boquiabiertos, atónitos y más que sorprendidos. Así nos encontrábamos delante de la pantalla de mi computadora, tras descubrir la verdad acerca del homicidio de Jason Blossom.

Una lágrima se escapó dejando que mi horrorizada expresión se desvaneciera solo un poco. Me tomó un minuto volver al presente y voltear a ver a los demás lentamente, todos estaban tan asustados como yo. Jughead, quien estaba a mi lado, sostenía mi mano con cierta fuerza de más, Archie abrazaba a Verónica y Betty se escondía detrás de Kevin, quién aún se encontraba inmóvil.
—Cheryl.— susurré con el poco aliento que tenía, pero fue suficiente para sacar a todos de su trace y que comenzaran a moverse rápidamente. Betty llamó a Cheryl y Archie a la policía, Verónica y Kevin hablaban y yo me voltee para abrazar a Jug, buscando consuelo.
Acariciaba mi cabello y me abrazaba contra su pecho tan fuerte que sentía que en cualquier momento entraría en este; no lo alejaba de mi. No quería que me soltara nunca, en sus brazos encontraba el consuelo un jamás sentí en ningún otro lado.

Sabíamos que tendríamos que dividirnos en dos grupos, no tardamos más de dos minutos en decidirlo, Betty, Archie y yo iríamos a buscar a la hija de los Blossom mientras que los demás esperarían ahí.

—¿Puedes apresurarte? Las calles están literalmente vacías, Archie.— dije inclinándome hacia la palanca de velocidad para moverla a quinta.
—¡Suelta!— gritó y quitó mi mano —Yo lo hago.—
Después de la carrera con las tortugas, que por cierto ellas ganaron, llegamos a la mansión de los Blossom.
Estábamos apunto de llegar al portón cuando me bajé del asunto, aún en movimiento, y corrí a abrirlo. Justo en ese momento, pude escuchar un inigualable grito de horror y corrí hacia donde provenía, Archie y Betty llegaron poco después de mi. Vi la esbelta figura de Cheryl en la puerta del granero, me aproximé ahí y al llegar a su lado el horror me contagió. Mis dos amigos se situaron detrás de nosotras y compartieron la emoción.
—Debemos llamar al resto.— habló Betty y se alejó con su teléfono en mano. De aquel techo del granero colgaba, inerte, el cuerpo del asesino de Jason Blossom. Su mismo padre. Las sirenas de los autos policiales resonaban desde dos o tres calles, el estruendo se hacía más fuerte cada vez hasta que llegaron al mismo lugar donde estábamos nosotros.

—Me alegra que haya acabado.— sorbí mi malteada de fresa.
—Debo felicitarte, Flame. Fue un excelente trabajo de investigación.— me sonrió mi amado pasando su brazo por sobre mis hombros.
—Aún no puedo creer que papá no notará que estuviste ahí dos días.— rió mi hermano llevándose a la boca una papa frita que robó del plato de Jug.
—Tienes madera para esto, Skye. Y vaya que es de la buena.— sonrió Verónica con autosuficiencia.
—Bien, bien. Basta de halagos. Propongo un brindis; por volver a la normalidad.— levanté mi malteada y pronto me siguieron los chicos, aunque Verónica nos miró sorprendida.
—¿Aquí también existe esa palabra?— bromeó y todos reímos, acto seguido, levantó su bebida y se unió al tintineo de cristal.

Después de todo aquel mal que aterrorizó las pacíficas calles de Riverdale, por fin todo se ponía en su lugar. El miedo había desaparecido por completo, los niños volvieron a jugar en la calle, las señoras pasaban el chisme en el parque mientras "cuidaban" de sus hijos, los vecinos se saludaban sin aquella pequeña duda si alguno de ellos era un asesino. Todo volvía a ser tan mágico como era, las mañanas volvían a dar esa calurosa brisa de primavera y el sol nos rozaba con sus amables ondas de calor.
Betty se ofreció a dar un discurso, el cual tenía el objetivo de advertirle a las personas que ya no debían temer, que podíamos volver a la cotidianidad de los días felices y puros. Todo el pueblo se encontraba ahí, cada familia y cada negocio. Todos en una misma sala preparándose para escuchar la palabra "libertad". Así es, ya no había asesinos entre nosotros, ni homicidios que resolver. Podíamos volver a confiar en el prógimo y unirnos a la esperanza de una vida buena y sin preocupaciones que no deberíamos tener. Creíamos que al fin podríamos dejar el pasado en donde debería estar. Volvíamos a ser el mismo pueblo de siempre, lleno de magia y felicidad.
O al menos, lo fuimos por una semana, hasta que el terror volvió a inundar las casas con un sonido ensordecedor que dejó al eco retumbando en cada pared del pueblo, dejándonos a todos con un nudo en la garganta y las manos sudorosas. Los seguros y alarmas volvieron a instalarse, las calles de vaciaron de nuevo y la oscuridad cubrió nuestro pequeño rayo de sol. Y al final, todo esto parecía sólo ser un abismo sin fin por el que todos estábamos cayendo uno a uno y nadie, absolutamente nadie, se salvaría esta vez.

Out of a Mystery || Jughead JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora