28. Garantía

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—Creo que lo lograste, Skye.— Sweet Pea levantó su mano para chocarla con la mía.
—Todos lo hicimos.— intenté sonreír en memoria de Fangs. Apenas habían pasado 12 horas de su muerte y todos estábamos muy abatidos.

Caminábamos por los pasillos con un aire de luto, una nube gris sobre nosotros y nadie se atrevía a dirigirnos la palabra, giré la cabeza y ví como la pena era visible en nuestros rostros; algo andaba mal, no se sentía como victoria.
Unos gritos se escuchaban al fondo, había mucho revuelo entre los estudiantes, sin embargo nosotros estábamos encerrados en una burbuja de pensamientos, al menos hasta que Toni nos golpeó.
—Debemos salir.— dijo rompiendo el trance en el que estábamos, volteamos a ver y pudimos ser testigos de los policías que acorralaban a todo el cuerpo estudiantil contra los casilleros, esto era.
—Por aquí, vengan.— Sweet Pea tomo mi mano y yo la de Toni haciendo una pequeña cadena, fuimos por un corredor que ya estaba vacío, llegamos a los vestidores y salimos por la puerta de atrás a otro corredor, dimos la vuelta en la esquina y para nuestra mala suerte nos acorralaron.
—Alto ahí, pedazos de mierda.— gritó un oficial y tres más vinieron a esposarnos. El cuerpo contra los casilleros y el frío metal rodeando nuestras muñecas, Sweet Pea golpeó el casillero que estaba frente a él antes de que juntaran sus manos en su espalda, Toni maldijo por lo bajo y yo me comí la culpa que caía sobre mi. Solo una persona podría estar detrás de esto.

Estábamos en la estación de policía, había unos quince estudiantes por celda y el silencio caía sobre todos nosotros, se podía cortar la tensión con un cuchillo.
—Skyelar Andrews.— gritó un hombre de tez morena y cabello negro. —Te llaman en la oficina.— dijo y abrió la celda para que yo saliera, me esposó de nuevo y me llevó por unos cuantos pasillos, había estado aquí antes, a Kevin y a mi nos gustaba jugar a las escondidas aquí cuando éramos niños aunque su padre siempre nos regañaba. Ésta no era la oficina del sheriff.
Me llevó a un tipo de sala de interrogatorios, aunque era diferente porque parecía no tener ventana ni cámaras. El uniformado no dijo nada, me llevó a la silla y puso una cadena que mantenía mis manos esposadas en la mesa, las esposas me cortaban la piel pero el frío de las mismas hacía que se sintiera un poco menos.

—Señorita Andrews.— escuché esa conocida voz, maldije en por lo bajo. —Ha pasado tanto desde la ultima vez que nos vimos, me da gusto ver que volvió a casa.— habló Hiram.
—Déjalos, ellos no tienen nada que ver.— bufé, no dejaría que otros saldaran mi cuota.
—Sería un placer, pero necesitaré algo a cambio, una garantía.— exclamó, sabia que él tenía el control ahora.
—Yo.— escupí —Seré tu garantía. Déjalos ir, yo me quedaré mientras mi familia y amigos estén a salvo y fuera de tu radar.— exclamé. Hiram hizo una seña con la cabeza y entró el hombre que me había dejado aquí, me quitó las esposas y salió de ahí.
—¿Duele?— preguntó el trajeado.
—Supongo que conoces ya la respuesta por experiencia.— escupí y rodeé los ojos.
—Acompáñame.— me llevó fuera de la sala, al pasillo de las celdas pude ver como abrían las puertas y los chicos salían asustados.

Sweet Pea pasó a mi lado y preguntó si todo estaba bien, me limité a hacer la seña de la pandilla, los colmillos de una serpiente con los dedos, lo que significaba que si no sabía de mi en setenta y dos horas, algo había pasado. El asintió y se fue.

La curiosidad me estaba carcomiendo, llevaba horas dentro de la celda y no estaba segura si alguien aparte de Sweet Pea y Toni sabían de mi paradero. Pensaba en Jug, mi querido Jug. ¿Qué estará haciendo? ¿Me habrá intentado buscar? ¿Sabrá que estoy aquí? ¿Me ayudará? ¿Piensa en mi? ¿Vendrá? ¿Se habrá enterado si quiera? No tenía ningún tipo de contacto con el exterior y estaba cansada, el ruido aquí era incesante y aturdía. Pensaba en qué le sería útil a Hiram Lodge, cuando me ofrecí a quedarme accedió tan fácilmente que debo admitir que me asombre de no usar mi plan B. El hombre quería algo de mi y, si es que aún no lo conseguía, no estaba en mis planes facilitárselo. 

—Puedes hacer una llamada.— habló un oficial en la puerta de mi celda mientras la abría.

La fría bocina de metal contra mi piel me hacía estremecer, rogaba que el otro lado de la línea se levantara y escuchara la voz que necesitaba oír.
—¿Hola?— habló adormilado.
—Juggie.— sonreí mucho.
—Skye, ¿todo bien? ¿Donde estas? Te he estado buscando.— habló preocupado.
—No todo, estoy en la comisaría. Aún no sé porque, por favor habla con mi padre y Archie.— pedí.
—Iré para allá en seguida, cuídate linda.— escuché como movió cosas. —¿Tienes alguna idea de porqué estás ahí?— cerró la puerta.
El oficial se acercó y puso su mano sobre la agarradera de la bocina del teléfono, solo tenía unas palabras más.
—Soy la garantía.—

Out of a Mystery || Jughead JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora