31 de agosto de 2013

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Estaba corriendo dentro de mi casa, quizá del pasillo del primer piso hacia el patio. De pronto me caigo. De bruces, bien estruendosa y dolorosamente. Los lentes aterrizaron quién sabe en dónde, no los encontré. Todo lo que veía era una bruma verde a mí alrededor. Sabía que estaba en el patio de mi casa, mi patio. Pero en el sueño, y sin gafas, se veía tenebroso y sombrío. Recuerdo que cuando corría estaba jugando con unos niños, amigos míos en el sueño, pero todos ellos desaparecieron y nada más se escuchaba el eco de sus risitas.

Caminé pues hacia el frente, como buscando a los niños, y de pronto vi la figura de un hombre al final del enladrillado, justo en medio del pasillo del patio, en el espacio en donde colindan las dos paredes de enredaderas. Yo seguí caminando hacia el hombre, con un miedo horrible que me pateaba las costillas. No podía verle el rostro. Estaba elegantemente vestido, pero con mi casi ceguera nada más vislumbraba un pedazo de piel, sin ojos, nariz ni boca. De pronto los ojos del hombre se abrieron. Mi horror fue grande al ver sus ojos que eran horriblemente grandes y de pupilas pequeñísimas. Yo ahogué un grito, corrí hasta ponérmele enfrente y sin dudarlo ni un segundo, así sin más, estiré el brazo y le chucé los ojos con mis dedos. El gemido de dolor de la figura dio por terminado el sueño.

Diario de sueñosWhere stories live. Discover now