17 de mayo de 2011

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A través de un lente borroso que tardó mucho en enfocar, vi a un hombre sentado en el inodoro de un claustrofóbico baño. Sus años le pesaban más que la barriga. El reflejo en el frasco de orina mostraba su semblante inexpresivo, con unas bolsas debajo de los ojos cuarteadas por las arrugas. A punto estaba de ponerle la tapa con sus manos temblorosas, cuando una lágrima decidió mezclarse con el líquido amarillento del recipiente. El hombre salió del baño, después lo vi entrar en la que supuse era su casa, se acostó a dormir y esperó a la mañana siguiente.

El lente volvió a tardarse en enfocar y ahora veía al mismo hombre llegar a lo que parecía un hospital. Una enfermera salió y le dio un sobre. El hombre le preguntó si había algo de lo que tuviese que preocuparse, a lo que la mujer contestó:

"No. No hay rastros de enfermedad alguna, pero sí de un alto índice de tristeza".

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