12: Contrato permanente

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"Me di cuenta que eres mía y en efecto que un tonto soy..."
No one Knows, Queens of the stone edge
.
.
.

Creo que necesitamos un cambio de aires –anunció de repente la
voz de Adrien detrás de Marinette.

Esta, que estaba apoyada en la barandilla de la azotea observando la puesta de sol, le respondió sin volverse:

–¿Qué quieres decir? ¿Adónde vamos a ir?

En esas cuatro últimas semanas apenas lo había visto. Cada mañana después de desayunar desaparecía y se recluía en su estudio. No almorzaba ni cenaba con ella. Marinette había perdido el apetito, y solo se obligaba a comer por el embarazo.

Estaba enamorada de Adrien, pero a él solo le importaba el bebé
que llevaba en su vientre. Dolida por ese pensamiento, apretó la
barandilla de metal con ambas manos.

Había adoptado la costumbre de huir allí arriba cuando pasaba el
peor calor del día para disfrutar del atardecer. Había un cenador
con una mesa de hierro forjado y un par de bancos del mismo estilo con mullidos cojines; era el lugar perfecto para sentarse en
compañía de un libro.

Al oír un repiqueteo de loza tras ella, se volvió y vio a una mucama con una bandeja subiendo por las escaleras. Adrien le indicó que lo
pusiera todo en la mesa, y la mujer del servicio asintió, colocó una a una las cosas que llevaba en la bandeja y se retiró.

–Ven, sentémonos –le dijo el rubio.

Ella tomó asiento y aceptó un café descafeinado y un bollito aunque
no le apetecían nada.

Adrien se sirvió un expreso y tomó un bollito también. Se echó
hacia atrás y la escrutó en silencio mientras masticaba.

–Cada año, en el mes de septiembre, mi fundación de arte celebra un concurso destinado para descubrir a nuevos talentos – comenzó a explicarle–. Se admite a veinticinco participantes. La selección final se hace a mediados de octubre, y exponemos las obras de diez de ellos en mis galerías durante dos semanas.

Aquel tema inesperado, que no tenía nada que ver con el
embarazo, despertó su interés.

–¿Aquí en Londres?

Él asintió.

–Sí, aunque también en las galerías que tengo en otros países. Teresa me ha dicho que estás comiendo menos y que estás a punto de volverte loca por tener que estar todo el día metida en la casa –añadió–. Ahora que tu madre está de vuelta en París para la segunda fase del tratamiento, he pensado que podríamos hacer una parada allí para ver a tu madre después de pasar por el centro para visitar la exposición.

Embelesada ante la idea de poder pasar el tiempo haciendo algo
más que dándole vueltas a los pensamientos que la
atormentaban, en un primer momento no reparó en lo que había dicho.

–Eso sería fan… espera, ¿es que le has dicho a Teresa que me
espíe? –le preguntó molesta.

Él se encogió de hombros.

–Le preocupa tu bienestar tanto como a mí. No quiero que acabes
loca de atar.

–No me estoy volviendo loca –protestó ella.

–Bueno, el caso es que la primera exposición es este viernes –le
dijo Adrien–. Mi secretaria preparará un itinerario y lo organizará todo para que nos acompañe el equipo médico.

Marinette torció el gesto.

–¿Es necesario que vengan con nosotros?

Hasta ese momento había sobrellevado las visitas del equipo dos veces por semana, pero estaban empezando a sacarla de quicio.

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Where stories live. Discover now