10: Te estoy queriendo

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-¿Estás bien?

Adrien salió y cerró la puerta tras de sí.

–Estoy bien. Te pido disculpas por haberte hecho esperar –le dijo
con aspereza, pasándose una mano por el pelo–. En cinco minutos estoy contigo.

Había muchas preguntas que Marinette quería hacerle, pero era evidente que le estaba diciendo que se fuera, así que volvió a la casa y, fiel a su palabra, cinco minutos después el rubio se reunía con ella en la azotea.

Marinette, que estaba apoyada en la barandilla, se giró al oírlo llegar, y por un momento Adrien pareció quedarse mudo al verla.
Mientras que delante del espejo el vestido le había parecido
simplemente un poco atrevido, ahora, con los ardientes ojos de él fijos en ella, lo notaba completamente pegado al cuerpo y
se sentía como si fuera desnuda.

Y luego, cuando se sentaron a la mesa, a pesar del esfuerzo de
Adrien por mantener una conversación cordial, lo notaba
tremendamente tenso. No sabía si era por el destrozo que había
visto en su estudio, o por el vestido, pero tampoco se atrevió a
preguntar.

Cuando intentó taparse disimuladamente con el brazo para que no viera cómo se le marcaban los pezones bajo el vestido, Adrien dejó en la mesa su copa y se lo apartó.

–Estamos a solas, Marinette Deja de esconderte de mí.

Ella torció el gesto.

–No fue buena idea decirme que me pusiera este vestido.

–Yo lo veo como una manera de ejercitar la fortaleza interior y la
paciencia –respondió él en un tono jocoso.

Sin embargo, a Marinette no le pasó desadvertido lo tensa que tenía la mandíbula, ni como se movía en su asiento cada pocos minutos, cuando posaba la mirada en su pecho.

Mientras le rogaba a su cuerpo que se calmara, intentó consolarse
con el hecho de que parecía que había recuperado el apetito.
Adrien, en cambio, apenas estaba comiendo.

–O te incomoda mi vestido más de lo que quieres admitir –apuntó
Marinette al acabar su plato–, o hay algo que te preocupa. ¿Tiene que ver con el destrozo que habías hecho en tu estudio? –se atrevió a
preguntarle.

Él se encogió de hombros y dijo:

–Soy un artista; puedo permitirme tener un arrebato temperamental
de cuando en cuando.

–Pues por tu expresión parece como si ahora mismo también
estuvieras a punto de explotar, así que me da que ese arrebato tuyo
de antes no te ayudó a desahogarte.

Adrien entornó los ojos.

–Es lo que me pasa cuando no consigo plasmar la idea que
visualizo en mi mente.

–¿Un bloqueo artístico?

Él contrajo el rostro.

–Yo prefiero llamarlo…frustración.

–¿Cuánto hace de tu última obra? –inquirió Marinette.

–Pinté mi último cuadro hace ocho meses. De la última escultura
que terminé… hace incluso más.

Antes de la terrible pérdida de sus padres y su hermano, pensó ella.
¿Le habría afectado también su ruptura con Lila?

–Ya que estamos hablando de temas personales –dijo Adrien–, ¿a
quién se le ocurrió ponerte de nombre «Marinette», a tu padre, o a tu madre?

Ella alzó la vista, algo sorprendida por aquella pregunta inesperada.

–A mi madre –respondió con una sonrisa–. Era el nombre de su
profesora favorita.

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Where stories live. Discover now