Marinette estaba demasiado agotada como para protestar por esa valoración, y en el fondo sabía que, aunque la enorgullecía ser
diseñadora de moda para una de las empresas más prestigiosas
de Paris, necesitaba que cicatrizaran sus heridas antes de
retomar su rutina.

Cerró el portátil, se levantó de su pequeño escritorio y fue a la
cocina a tirar por el fregadero el té que apenas había probado. Lavó
la taza de forma mecánica y la puso en el escurreplatos.

Ella le dio la espalda a la ventana y se llevó la mano al vientre, como tantas otras veces, recordando con dolor el embarazo que no había podido llevar a término. Resistió el impulso de subir a su dormitorio, acurrucarse bajo la colcha y olvidarse de todo, y pensó en el e-mail y el boleto de avión.

Aunque había estado dispuesta, dos meses atrás, a gastar parte de sus pocos ahorros en ir a Londres a darle el último adiós a Louis, había tenido que desistir de esa idea cuando habían vuelto a ingresar a su madre porque el cáncer se le había reproducido.

Había tenido que usar casi todo su dinero para poder pagar los gastos médicos, y pronto ese viaje a Londres se había convertido en un sueño lejano.

No iba a rechazar aquel boleto de avión, aunque la hiriese un poco
en su orgullo. Estaba más que dispuesta a dejar su ego a un lado a cambio de poder despedirse de su amigo, y en cuanto volviese
al trabajo le devolvería a Adrien cada centavo.

Esa decisión disolvió algo su apatía y la hizo volverse de nuevo
hacia la ventana para permitir que el sol acariciase su rostro. Sin
embargo, no podía dormirse en los laureles; tenía que prepararse
para ir al hospital, así que fue a vestirse y poco después salía de
casa.

Cuando llegó en la clínica que estaba ingresada su madre, se repuso como pudo del lacerante dolor que la asaltó, intentó ignorar el olor a desinfectante y se obligó a esbozar una sonrisa antes de entrar en la habitación.

Su madre Sabine estaba adormilada, pero al sentir la presencia de su hija abrió los ojos.

-Te dije que no vinieras a visitarme -la reprendió con un suspiro-. Sé lo duro que es para ti venir aquí.

Marinette se acercó y puso su mano sobre la de su madre.

-No pasa nada, mamá; estoy bien.

Su madre frunció los labios.

-No me mientas. Sabes que no soporto las mentiras.

Marinette tragó saliva y apretó la mano de su madre.

-¿Cómo no iba a visitarte, mamá?

Sabine suspiró y su expresión se suavizó.

-Lo sé, pero me siento mejor, así que seguramente me dejen irme
pronto a casa.

Aunque la notable pérdida de peso de su madre le decía lo contrario, Marinette no replicó y charlaron de cosas intrascendentes durante un rato antes de que los ojos de su madre se posaran suspicaces sobre ella.

-Algo te preocupa.

Ella iba a negar con la cabeza, pero decidió que sería mejor
contarle la verdad.

-He recibido un e-mail de los abogados de Adrien.

Su madre entornó los ojos.

-¿Y? ¿Qué tenía que decirte? -inquirió con aspereza.

-Sus abogados me han enviado un bolero de ida y vuelta para ir a
Londres, para que asista a un servicio en memoria de Louis y sus padres.

-¿Y vas a aceptarlo?

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Where stories live. Discover now