Tras unos minutos Raoul se limpió las mejillas con la manga de la sudadera que llevaba puesta y se levantó.

-Quiero salir - dijo firmemente.

-Claro - Miriam sonrió con cariño -. Justo venía a decirte que vamos a cenar al kebab, ¿te parece?

Raoul mostró su preciosa sonrisa y se agarró al brazo de su amiga.

-¡Vámonos!

El restaurante de Rahid estaba completamente lleno como cada sábado, era un ruidoso lugar al que todos los chicos de la zona se iban a pasar el rato y cenar. A Raoul ya se le había casi olvidado el mal humor que tenía unos minutos antes y se esforzó por centrarse en las conversaciones que estaban teniendo en la mesa, aun que había pasado dos años estudiando alemán y técnicamente tenía buen nivel, aun le costaba entender algunas cosas y en ocasiones tenían que hablar en inglés porque le era imposible seguirlo.

-...tiré la cerveza por encima y me fui - estaba terminando de contar Agoney -. Es un gilipollas, ¿por qué ninguno me dijo que era un gilipollas? - preguntó con los ojos muy abiertos mientras daba un trago y miró fijamente a Alfred.

-¡Eh, tío, yo solo soy tu amigo! Mi obligación es dejarte meter la pata para poder echártelo en cara cuando vayas a volver a hacerlo - dijo riéndose y levantando las manos. Agoney pareció aceptar la respuesta y su mirada se centró en Miriam, expectante.

-Yo te lo dije - soltó esta con la boca llena de manera casi irreconocible -. No me hiciste caso - se encogió de hombros y siguió a lo suyo, pero entonces Agoney miró a Raoul con sus ojos negros impenetrables.

-¿Y tú, pequeñín? - preguntó levantando una ceja. Raoul casi se atragantó con la coca cola, no sabía muy bien si por la pregunta o por el apodo que le había puesto.

Tosió un par de veces y sonrió.

-¡No te conocía, Ago! - Ago, sí, así pensaba llamarle. Si él podía cambiarle el nombre, Raoul también lo haría. Tanto Alfred como Miriam se rieron y esperaron a la contestación de Agoney que por un momento se quedó sin palabras. Agoney estaba seguro de que al referirse con ese apodo hacia él, Raoul se habría puesto completamente sonrojado y no habría sabido que decir, pero aun que sí que se sonrojó, obtuvo respuesta. El moreno carraspeó y puso la expresión más seria y contundente que fue capaz.

-Muy bien, rubito...

-Me llamo Raoul - le corrigió él.

-Raoul, si - afirmó y dio otro trago a su cerveza-. Pero con respecto a lo anterior, hay algo en lo que no has pensado - todos le miraron y enarcaron una ceja -: el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento - sentenció y por primera vez Raoul realmente no sabía que decir. Le había quedado a cuadros y su sonrisa se había congelado con el kebab a medio camino entre el plato y su boca. De repente Agoney comenzó a reír a carcajadas -. Oh, por favor pequeñín, cambia esa cara, estoy de broma - Raoul se relajó y por fin pudo darle un bocado a su comida.

La cena prosiguió y los cuatro reían a carcajadas y Raoul se sentía como si los hubiese conocido de toda la vida, a Agoney y Miriam al menos. En cambio no sabía muy bien que pensar de Alfred, era un chico difícil, ese era el término que habría empleado la madre de este. Había momentos en los que reía y era uno más de aquella mesa y otras veces que simplemente fingía que Raoul no estaba allí, no le había dirigido la palabra directamente ni una sola vez en todo el día, si contaba, el corto saludo que le había dedicado cuando la vio por primera vez en el aeropuerto y cuando se ofreció a coger las maletas, son las únicas interacciones que se habían dedicado. No podía decir que no fuese simpático, siempre le sonreía y lo que veía en su interacción con los otros dos chicos le gustaba, Raoul no podía culparle por simplemente ser tímido (que asumía era lo que le pasaba a Alfred), pues él era igual.

fernweh | ragoneyWhere stories live. Discover now