JiLix ; De la Tierra hasta Marte

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Edades; 21 años

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Edades; 21 años.


Las luces de neón de la ciudad brillaban más fuerte que nunca; tintineaban reflejados en los charcos que la lluvia de la noche había dejado a su paso. Todos de diversos colores, tamaños y formas. Destacaba uno en particular, el de Marte.

Marte no era otra cosa que una discoteca del centro, llena de adolescentes borrachos y con ganas de tener un lío de una noche con el primer extraño que les cruzase delante de los ojos. Era el lugar más fácil más ligar de todo Sidney. Felix, quien lo sabía mejor que nadie por sus numerosos líos de una noche, iba a probar de nuevo esa noche.

Siempre que entraba tenía la sensación de estar en otro planeta. El humo envolvía el lugar, era denso y de un color rojo brillante para recordar al planeta rojo, y tenía un olor muy similar a la vainilla. No era el olor favorito del joven australiano pero tampoco lo odiaba del todo.

Sus pies se movieron con soltura por la pista de baile, dirigiendo su empeño en conseguir algo de beber para emborracharse y ser el de siempre. Como si allí se transformase en su lado oscuro; el chico dolido que necesitaba desahogarse con alcohol y extraños. La realidad fuera era diferente; él amaba a alguien, pero ese alguien ya estaba con otra persona. Y no es que no lo entendiese, Felix no era exactamente el prototipo de chico con una buena fama. Los rumores sobre él era muchos y ninguno bueno.

Siempre metido en peleas. Contestando mal en clase. Liándose con extraños. Siempre solo o con gente mayor que él. ¿Quién se fijaría en él? No ayudaba su carácter. O eso es lo que se decía Felix cuando no conseguía que aquel chico se fijase en él. Ese chico que se parecía a una estrella, incandescente y brillante. Su sol. Que calentaba sus huesos con una simple sonrisa.

En algún tiempo habían sido amigos; Jisung y él habían estado muy unidos pero todo se rompió cuando Felix se mudó de nuevo a Australia. Otra vez un océano de por medio separándolos. Siguieron en contacto pero la distancia lo dificultaba todo. Los problemas de Felix llegaron a oídos del chico a través de un amigo en común y él se decepcionó. A su vez, el australiano descubrió que Jisung había empezado a salir con un chico algo mayor. Ni siquiera quiso saber su nombre.

Lo que él no sabía es que Jisung había estaba enamorado de él desde la primera vez que se vieron. Que lo veía como si fuese de otro planeta, de otra galaxia. Y que Felix absorto en sus sentimientos no lo había notado. Que Jisung empezó a salir con ese chico porque no soportaba la distancia entre ellos. Y, que lo dejó a los pocos meses de empezar porque no era su Lix. Porque incluso con el mar de por medio, veía las estrellas preguntándose si Felix estaría haciendo lo mismo. Nunca estuvo decepcionado, solo preocupado. Pero Felix se fue de su vida y él sólo pudo dejarlo marchar. Porque lo quería más de lo que nunca quiso a nadie.

Felix tampoco sabía que esa noche en Marte se encontraría con él. Y que tal vez, su cuento podría no tener un final triste. No tener un final.

Jisung había descubierto que Felix salía a menudo por aquella sala. Por lo visto salía en las fotos de todos los fines de semana. ¿Cuándo se había puesto tan guapo? Lo recordaba más aniñado, más adorable. Jisung se descubrió añorando que ese chico lo abrazase contra su pecho. Pero no como un amigo, quería más.

Ambos se encontraron con la mirada. Notaron como su cuerpo se congelaba en aquel instante. Habían pasado al menos dos años desde la última vez que había hablado; pero sus sentimientos no habían cambiado en absoluto. Era como si dos estrellas colisionaran.

Fuerte, rápido y ruidoso.

Felix dejó la bebida que había pedido en la barra y se dispuso a correr entre la multitud. Quería creer que sus ojos no le fallaban y que lo estaba viendo. A él, a su sol. Lo único que le mantenía fijo en la Tierra. Cuanto más se acercaba más nervioso se ponía; cabía la posibilidad de que no fuese el chico al que había conocido y que simplemente se pareciese. Porque....¿qué hacía Jisung en Sidney tan lejos de su casa?

Jisung se encontraba paralizado, pensando en qué diría si de verdad ese era su Felix; aunque decir que era su Felix era aventurarse. En dos años las personas cambian mucho. Él mismo había cambiado tanto que le producía un miedo inexplicable. Lo más probable es que no le recordase.

La noche de las estrellas, el del corazón robado.


El humo rojo volvió a cegarle la vista. Por primera vez en mucho tiempo estaba a segundos de poder demostrarle todo lo que sentía al chico del que había estado enamorado durante lo que le parecían siglos. Cerró los ojos un instante y suspiró.

En la oscura habitación

El humo que había estado envolviéndole se había disipado y delante de él estaba Felix. Una versión más alta y masculina del chico perdido al que conoció. Su tez estaba más morena, sus ojos denotaban una seguridad que nunca había visto, su cuerpo estaba más tonificado.


Y veo el bosque en tu cuerpo

Donde naces flor de lirio

Su mirada volvió a tropezarse con la del contrario y lo notó. Sus pupilas bailaban. Estaba tan asustado como él. Y no era para menos, Jisung conocía todos los rumores y los problemas que tenía aquel chico. Felix no sabía que todo aquello le daba igual. Que sólo buscaba entender por qué hacía todo aquello. Aunque en ese momento, todo lo que importaba no tenía que ver con entender.

Que te busco y no te encuentro

Que te encuentro y no te entiendo


Despertándolo de sus pensamientos, una mano acarició su mejilla como si se tratase de una obra de arte, frágil y hermosa. No había duda de que ese era su Felix. De rostro brotaron una lágrimas de emoción y una sonrisa que todavía temblaba un poco por la cercanía. Jisung rodeó el cuello del chico con los brazos, consiguiendo que unos brazos rodeasen su cintura. Lo había anhelado tanto tiempo que se sentía como algo irreal.

-Quédate conmigo hasta que se caiga el cielo. -Susurró Felix sobre el oído del chico, dejando que sus labios se posasen sobre éste.

Irguió su rostro al sentir como su cuerpo se derretía bajo sus labios. Se quedaría con él.

Sus labios chocaron. Era como la creación de una supernova. Un beso explosivo y lleno de deseo de contar todo lo que habían ocultado por miedo al rechazo. Encajaban como si hubiesen sido hechos para aquello, para estar juntos. Demostrando que el amor existía aunque se complicase, que los cuentos existían en la cruda realidad.

Y por unos segundos, el mundo paró.

Y ellos volvieron a ser los dos niños que se habían enamorado por primera vez.


Tú, niño del sol de tarde

De las canciones viejas
De la Tierra hasta (A)Marte

stray kids ; oneshotsWhere stories live. Discover now