Capítulo 28

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Cayó el celular a sus pies, golpeándolo indoloramente, sus manos frías quedaron estáticas como si sujetaran el fantasma de lo que todavía segundos antes vivía con desesperada ilusión. La respiración se agotó y su cerebro estaba en una lucha invisible entre imaginar distintos escenarios donde algo malo le sucedía a Cartman y otra sección se cuestionaba en creer o no esta situación, y mientras todo esto sucedía en su cabeza, Kyle se movía robóticamente y se puso sus botas y salió en pijamas, iniciando una frenética carrera contra la realidad.

Su madre le gritó siguiéndole apenas cuatro viviendas adelante, Ike también había salido de su casa, confundido, le habría gritado pero era inútil. De vez en cuando cerraba los ojos, apretaba los parpados con la ilusión de despertar de nuevo, de sentir la comodidad de su cama y la ensoñación de su beso. Pero corría y corría, sus rodillas se doblaban amenazantes, las obligaba a trabajar por sobre la marcha. No podía ser débil, no se perdonaría que algo le sucediera.

Pero había otra parte de su cabeza que buscaba estarse tranquilo para pensar, una que perdía fuerza paso a paso y aun gritaba, esperanzado hasta llegar a la puerta aquella, esa que alguna vez pateó y hoy con desespero llamó con sus puños.

-¡Señora, abra, abra! –exigió y apenas la orden se acató ignoró el saludo, la bienvenida y la reprimenda por atravesarse y adentrarse a la casa, subiendo de dos en dos las escaleras. -¡Eric, Eric! –le llamó deseando con los ojos húmedos que saliera y le golpeara la cara con una almohada. -¡Eric! –deseo verlo roncar plácidamente envuelto en sus sábanas. -¡No! –autentico dolor le carcomió la garganta tras ese grito y con una rabieta plateó la puerta abierta, se asomó debajo de la cama, fue al sanitario, se atrevió a entrar a la habitación de la madre, ignorando cualquier artilugio que no fuera el castaño. -¡No está!

-¿Dónde estará? –preguntó su madre igual de confundida.

-¡¿No sabe dónde está?! ¡Es su hijo! –le reprimió con un coraje mal dirigido, regresó a esa habitación, buscando algo, una pista. Observó con pánico el lugar, incluso olfateaba, algo debía haber que le dijera. Su celular estaba ahí, en la mesita de noche, la ventana estaba abierta. La sábana estaba caída en medio de la alfombra. –La ventana. –susurró mientras su cuerpo se calentaba por la adrenalina, asomó su cuerpo y miró con detenimiento, usando su cerebro para algo útil de verdad. Los arbustos estaban maltratados, hubo lucha. Sus nudillos se tornaron blancos mientras apretujaba el borde del ventanal imaginándolo caer de la ventana por algo y ser sorprendido por esos malditos.

Tal como llegó, se fue.

Sus pasos le llevaron de nuevo a su casa, subiendo los escalones, ignorando los griteríos y quejas de sus padres, tomó su teléfono y marcó cerrando la puerta con llave. Ni siquiera necesitó esperar.

-Hey... miren quién decidió hacer caso... parece que debemos tomar algo prestado para que te intereses... ¿eh? ¿Esponjosín?

-No lo toques. –amenazó mientras se vestía.

-¿Yo? Yo no le he hecho daño... es un hijo de perra, sin embargo, mira que morderme hasta sangrar... eso merece al menos un ojo morado ¿no crees? Pero el show es hasta que llegues ¿va?

-¿Dónde? –con el celular aun sostenido por su hombro y oreja, se enfundó las muñecas y palmas con calcetines y luego puso sus guantes encima.

-¿Dónde? No te conocía así de valiente. Veamos... ¿qué lugar sería bueno?

-¡¿Dónde putas estás?! –le gritó con desesperación mientras escuchaba demasiado ruido por el constante llamar a la puerta.

-Calma, calma... caray, esponjosín, tienes un problema. –Se burlaba del otro lado de la llamada. – ¿Te parece bien en casa de Harvey? Él se muere por verte ¿te lo paso?

Como cuando vas creciendo y el "yo nunca" se convierte en un "¡Joder!"Where stories live. Discover now