XIX. Flores de jazmín.

Start from the beginning
                                    

Caminó hacia la recepción y habló hacia la sanadora que estaba detrás de un escritorio.―Buenas noches, yo...―dijo lamiendo sus labios.―Estoy aquí para ver a Aquila Black.

―¿Usted es un familiar?―ella preguntó.

Remus negó con la cabeza.―No, no. Soy... eh... un compañero de trabajo.

―¿Un compañero de trabajo?―repitió la sanadora, sorprendida.―Uhm... bien... ¿Cuál es su nombre?

―Remus. Remus Lupin.

La sanadora frunció el ceño mientras escribía su nombre en un pedazo de pergamino. No podía evitar sentir que ya había leído ese nombre en algún otro lugar... tal vez en uno de los diarios del Profeta. Sin embargo, no podía recordar lo que decía el artículo. La mujer negó con la cabeza y dijo.―Ella está en la cama número tres, justo allí.―señaló una cama.

―¿Ya despertó?

La sanadora lo miró con tristeza y suspiró.―No... es un milagro que aún esté viva. No mucha gente sobrevive a los ataques de hombre lobo y nunca había visto heridas tan profundas.―ella se estremeció.―Criaturas desagradables esas...

Remus se tensó y desvió la mirada.―Uhm... si...

―Pero no se preocupe.―dijo la sanadora en voz baja.―El señor Smethwyck sabe lo que hace. Y además, solo han pasado tres días. Se espera a que tarde en recuperar la conciencia después de toda la sangre que perdió.

Remus forzó una sonrisa y después de murmurar un gracias y caminó hacia la cama número tres. Al llegar, respiró para tranquilizarse y quitó las cortinas.

―Godric.

Sentía que todo comenzaba a girar a su alrededor y rápidamente se sentó en una de las sillas que la rodeaban, y antes de que pudiera detenerse, tomó una de sus manos entre las suyas.

Estaban frías.

Le dolía verla ahí, con los ojos cerrados y la piel pálida. Y en menos de unos segundos, Remus, en medio de un sollozo, dijo.―Lo siento.

Sentía como si alguien estuviera desgarrando sus entrañas. Incapaz de soportar ese dolor más tiempo, soltó su mano y se levantó. Con un movimiento de varita, hizo aparecer un ramo de flores de jazmín y las dejó sobre su cama. Metió una mano en uno de los bolsillos de su túnica y sacó una carta y la dejó junto al ramo de flores.

Las lágrimas rebosaban sus ojos y con poco de vacilación se inclinó sobre ella y dejó un beso en su frente.―Por favor, despierta.―susurró.

Y durante la tarde del día siguiente, cuando la cálida luz del sol brilló sobre sus ojos y el olor a jazmín llegó hasta su nariz, Aquila dio un apretón a una suave mano familiar que sostenía la suya.

Se escuchó un jadeo.

Lo primero que vio cuando abrió sus ojos fueron un par de orbes color chocolate que la miraban fijamente.

Ella sonrió.

―H-hola, cariño.

¡Oh, mamá!

. . . . . 

NO FUE HASTA MEDIADOS DE JULIO QUE AQUILA fue dada de alta del Hospital de San Mungo. Aunque su cuerpo aún estaba débil, estaba un poco más fuerte que el mes anterior; una amplia sonrisa apareció en su rostro cuando salió y el aire fresco entró a sus pulmones.

Incapaz de soportar el peso de su pierna derecha (la cual estaba vendada y su piel unida por puntos), Aquila tuvo que usar muletas para moverse, lo que realmente no era una molestia, hasta que tuvo que subir las escaleras para llegar a su viejo apartamento con Leo. Cuando finalmente llegaron al cuarto piso, ella jadeaba y sus brazos dolían terriblemente.

―Mamá, ¿estás bien?―Leo preguntó frunciendo el ceño con preocupación.

Aquila asintió.―Solo estoy un poco cansada.―aseguró con una sonrisa.

Mientras caminaban por el pasillo, un familiar olor a humo llegó hasta sus narices.

―Creo que la señora Livingstone está tratando de hornear otra vez.―Leo dijo mientras reía, pero una vez que llegaron a la puerta de su apartamento, sus ojos se agrandaron y sus corazón comenzaron a latir rápido, porque el humo salía de su apartamento.

―Leo, sujeta esto.―dijo Aquila entregándole una de sus muletas a su hijo para poder sacar su varita.―Quédate detrás de mi.

Abrió la puerta y con pasos cautelosos, entraron. Aquila iba primero y Leo la seguía.

Y entonces se quedaron atónitos.

Grandes y espesas nubes de humo los rodearon, sus ojos comenzaron a picar y tuvieron que retener el aliento para que el humo no entrara a sus pulmones.―Eva-Evanesco.―Aquila logró decir y en unos segundos, el humo despareció.

Leo gritó por la sorpresa y dejó caer la muleta que había estado sosteniendo.

Aquila frotó sus ojos y siguió su mirada. Allí, de pie en la cocina estaba...

¿Sirius?

El Black más viejo soltó una risa tímida.―H-hola, Lia.

―¿Qué estás... cuándo... cómo entraste?―preguntó ella, con incredulidad mientras cojeaba hacia él.

―Es un edificio muggle.―se encogió de hombros.―Soy bueno abriendo las cerraduras.

―Así que... ¿viniste para acá y decidiste quemar el lugar?

―¡Bueno, me enteré de que te dieron de alta y quería hacerte panqueques! Pero no tengo varita y nunca los había hecho sin magia...

Aquila lo miró con la boca abierta.

―Eres un idiota.―dijo ella negando con la cabeza, mientras aguantaba las ganas de reír.

Sirius si sonrió.―¿Bienvenida?

Aquila soltó una carcajada, dejó caer su muleta, y luego lo abrazó, cerrando los ojos mientras hundía la cara en el hueco de su cuello. Sirius sonrió aún más grande y envolvió sus brazos alrededor de ella, abrazándola con fuerza.

―¿S-Sirius?―murmuró después de unos segundos de silencio.

―¿S-si?

―Eres bastante tolerable.

Sirius rió.―También te amo, Lia.

Cuando se separaron, se dieron cuenta de que Leo los miraba con confusión.―¿Por qué están llorando?

Los gemelos Black secaron rápidamente sus ojos y Aquila soltó una carcajada y dijo.―No estamos llorando... es solo el... uh, humo.―contestó y después, con una sonrisa miró a Sirius y dijo.―Sirius, él es... bueno, él es tu sobrino, Leo.

―H-hola.―saludó el niño, jugueteando nerviosamente con el dobladillo de su camisa.

Sirius parpadeó y después de unos segundos de silencio, una amplia sonrisa se extendió en su rostro.

―¡Es igual a mi!

Aquila lo miró con los ojos achinados.

―Eres un joven muy apuesto, Leo.―dijo Sirius con una sonrisa, mientras le daba unas palmaditas en el hombro.―Absolutamente guapo.

Aquila lo golpeó en la nuca y por primera vez en doce largos años, se escuchó una carcajada de Sirius Black.

FIN DEL PRIMER ACTO.

FIN DEL PRIMER ACTO

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


philophobia ━ remus lupin. (2)✓Where stories live. Discover now