Muchacha de ojos castaños

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En mis desesperaciones por conservarlo,
En los recorridos por lugares imposibles de recorrer,
Tropecé con tu presencia, y tal como obstáculo en el suelo,
Consideré era desmerecedor de importancia,
Configuré ignorar nuestro encuentro.

Me concentré, contradictoriamente, en factores irrelevantes.
Temporales e intrascendentes.
Confiada en que conocía su mente,
Confiada en el gusto aparente.

Pero querida,
¡Que impredecible es la vida!
¡Que graciosa su manera de funcionar!
Y que jocosos resultamos nosotros,
Jugando a un ajedrez,
Exento de medio tablero.

Ya, sin darle segundo pensamiento,
Puedes conservarlo.
Mentiría si dijera que no fue una elección sorpresiva.
Quizá no lo fue para ti,
Eso es digno de envidiar.

Lo adoré con mi alma, quizás concordante con la tuya.
Felicidades, por lograrlo,
Felicidades, por ser aquella,
Felicidades, por todo.

Lamento mucho, sin embargo,
Lo que fue, y
lo que viene.
Nunca serás esa anécdota irresistible de contar,
Esa historia increíble para relatar.
Serás, por otro lado,
Un acontecimiento inevitable y predecible,
Un tanto forzoso,
Dolorosamente común.

No hay desdén hacia ti,
No eres culpable de nada.
Fue la inocencia ignorante,
Y la deshonestidad maestra.

Solo te advierto, muchacha de ojos castaños,
Que la estupefacción es finita.
Sin embargo,
Una fortuna apostaría fácilmente que de esto eres ya consciente.
Y es así mi obligación decirte.
Eres una simple prisionera más,
Del desconcierto dulce y el masoquismo invicto.

(Des)enamorarse, entre otras torturas. Où les histoires vivent. Découvrez maintenant