Verte

62 0 0
                                    

Que bonito sería verte una vez más.
¡Ay! Que bonito sería.
Quizás en una tarde de verano.
O en una noche de diciembre,
en aquel sitio,
donde el sol nunca se esconde.
Tal vez en el otro lado del mundo,
Luego de un arduo viaje hacia ti.
Que bonito sería verte,
donde ambos quisiéramos vernos.

Estremecerme y pensar,
En aquellas caminatas por la playa sujetados de la mano,
Y aquel beso en la arena,
Maldito beso, maldito océano y maldito cielo,
Todos conspiraron para que ese momento careciera de imperfección alguna,
Para hacer de la realidad algo inexistente,
Para que en cuestión de segundos lograras arrebatarme de mi misma sin siquiera intentarlo.

Imaginarme tu voz,
Tal canto angelical,
A cual se asemejara nada he escuchado,
Tal que lograba hechizarme y
enredarme en un bosque de sin sentidos,
de promesas nunca dichas y futuros jamás predispuestos,
De un egocentrismo adictivo y un discurso de arrogancia irresistible.
Que adoraba, con mi alma.

Pero que triste, mi cielo,
Pensar que ya no te veré más.
Que he llegado a no quererte más.
Me he ya despedido de tus ojos esmeralda,
De tus cejas pobladas,
De tu sonrisa perfecta refugiada en unos labios particularmente simétricos.
Ya he olvidado tal sentimiento que me invadía al mirar arriba mientras caminábamos,
Y encontrarme con un rostro que tomaba todo posible control de mi.

He dejado atrás las noches viendo las estrellas,
Y los abrazos en las escaleras,
y los cuerpos llenos de arena.
Los atardeceres dentro de una tina,
Y las siluetas presas del agua como de la otra.
Los comentarios inocentes,
Y los errores adorables.
Y la pasión impasible.

¡Pero que lamentable que el cariño ha muerto!
Que lamentable que yo he decidido matarlo.
Que lamentable la distancia,
Que lamentable el tiempo,
Que lamentable que no hayas hecho nada malo en absoluto,
Que hayas sido un simple hombre,
¡Lidiando con alguien totalmente loco o totalmente estúpido o totalmente dañado!
Y aún así, en ánimo de supervivencia,
Te haya sacado de mi vida,
Y que lamentable, amor mío,
Que no hayas hecho nada para impedirlo.

Ahora solo hay cenizas,
Me aferré a ellas por un rato,
Las posicioné en un jarrón con un temor constante a que,
Por razón alguna se extraviaran.
Traté de revivirte un millón de veces,
En intentos desesperados por no dejarlo ir,
Aquel amor de fantasía,
Mi historia favorita para presumir.

Y luego entendí, cielo,
Que nunca fuiste nada de eso.
Fuiste una ilusión, en mi cabeza.
Un ser humano más entre billones.
Fue mi mente, traicionándome una vez más.
Me alegra que hayas encontrado a alguien,
Me sorprende tu decisión inevitable e impredecible,
Quizás me decepcione un poco,
Pero no me ofende,
Me halaga.

Gracias por todo, vida mía,
Gracias por obligarme a borrarte de mi memoria,
Gracias por enseñarme el amor y el dolor en una forma nunca antes vista.
Gracias, por haber cruzado miradas conmigo,
Y me disculpo conmigo misma,
Por mirar a esa dirección,
En ese lugar,
En ese momento.

Mas, tranquilo, no fue tu culpa,
No fue mía tampoco.
Fue el destino haragán, en ánimos de acabar lo que ya ansias tenía de concluir,
Escaso de presente,
Carente de futuro.
Sí, culpemos a lo zángano del destino.
Culpémoslo sin piedad alguna.
Aquel monstruo ilícitamente deleznable para unos,
Aquel placer inherente para otros.

(Des)enamorarse, entre otras torturas. Where stories live. Discover now