1. Dicotomía

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Luego de subir al auto de su madre, TaeHyung nunca volvió a ser el mismo. El trayecto a la estación de tren se vio nublado entre sus lágrimas, mientras la mano cariñosa de la mujer acariciaba su pelo de vez en cuando. Y a medida que la despedida se hacía inminente, TaeHyung continuó llorando por todo lo que dejaba atrás y se subió al tren con la esperanza de que el pasado no subiera con él, con la esperanza de que el pasado se quedara ahí, en el andén.

Algunos días, TaeHyung despertaba en el sopor de los miedos de antaño y sólo la mano amiga de JiMin podía hacerlo caer en la realidad, de comprobar con la imagen de su amigo que estaba lejos de casa, libre del peligro. Y el mundo continuó su marcha sin esperar que TaeHyung sanara sus heridas, continuó día a día sin que el resto lo entendiera, avivando rumores que en vez de espantarlos solo hacían que su corrompida juventud fuese aún más deseada.

Por lo anterior, para TaeHyung fue fácil conseguir una mano protectora que guiara sus pasos de violinista y lo presentara ante la élite deseosa de carne joven. Y TaeHyung se dejó querer, permitió que lo desearan y su alma de niño asustado quedó oculta en lo más recóndito de su ser para ser reemplazada por la vanidad, por la coquetería innata que hacía suspirar a más de alguna, de alguno.

Pronto, la repentina fama se volvió extraña, como si las ataduras se aferraran a su piel inmaculada, lo que ocasionó que TaeHyung recordara que había cambiado y tan sólo se dejó atrapar, no negó ni afirmó nada, sólo se aferró al presente y permitió que su belleza fuese comparada con estatuas griegas.

Entonces, en la dicotomía de saberse otro, TaeHyung despertaba en medio de la noche y se preguntaba qué podía hacer para soportar un día más. A veces, cuando estaba a punto de derrumbarse, a TaeHyung le bastaba ver la cama de al lado para sonreír ante esa pequeña cabeza que se asomaba entre el abrazo protector de JiMin. Así, TaeHyung estaba listo para comenzar de nuevo, para soportar un día más a cambio de ver la sonrisa de esa niña que con su llanto lo había salvado dos años atrás, cuando llevaba menos de cinco minutos en Seúl.

Fue aquel llanto el que lo atrajo a JiMin, quien afuera de un baño de mujeres dudaba en si debía entrar o no para cambiar los pañales de la pequeña que sostenía entre sus brazos.

— ¿Necesitas ayuda? —fue la pregunta que los unió.

— Por favor —fue la respuesta que JiMin expresó en medio de la desesperación.

A los diez minutos ambos salieron del baño de mujeres y no se separaron hasta llegar al departamento en el que JiMin pretendía iniciar su nueva vida. Había viajado desde Busan con su pequeña hija, aquella consecuencia inesperada tras una noche de borrachera.

— ¿Y él quién es? —fue la pregunta de NamJoon antes de dejarlos pasar.

— No tiene en dónde quedarse.

— Sólo me queda una cama.

— La podemos compartir.

NamJoon no recuerda qué lo motivó a dejarlos pasar, quizá la visión lastimera de ese par; uno con una bebé recién nacida en brazos, otro con una mirada triste que conmovía a cualquiera.

❀❀❀

A primera vista el departamento era sombrío y miserable. Desde el diminuto balcón se podía ver un estrecho y sucio callejón, cuyos ruidos eran opacados por el departamento de abajo, el que era utilizado como un bar clandestino.

— Sigan el pasillo —dijo NamJoon para romper el incómodo silencio de los menores—. Utilicen la habitación que está al fondo a la izquierda, a la derecha tienen el baño.

LE QUATTRO STAGIONI│YOONTAE ○.。o○.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora