CAPÍTULO 10: LA CIUDAD BELAS

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Pluvia estaba completamente impresionada. – Pues es bastante bonito el lugar donde enviaron a Belas.

Anidax respondió. – Ya, pero a pesar de ello, no deja de ser una cárcel.

- ¿Cómo vamos a hacer para entrar?

- Esta cárcel es increíblemente segura. Creedme que lo único que podemos hacer es ir lo más rápido posible a la sala de Belas pasando por delante de todo el mundo sin que nos maten.

- Bueno, si no nos queda otra...

- Creo que ahora es mejor que alguien baje a Verú del asiento y que alguno se ponga en él para disparar a cualquier amenaza.

Rokko intervino en la conversación con un aire de seguridad. – Lo haré yo.

Rokko se dispuso a quitar a Verú del asiento y a dejarlo junto con Pluvia y Keroto. Intentó entrar en el asiento del copiloto, pero no cabía. Tuvo que ponerse de pie para pilotar la nave.

- Cu... - Se oía la débil voz de Verú. – Culo gordo. – Mientras mostraba una frágil risa.

Rokko lo miró. - ¿Pero tú eres tonto? ¡Los osos somos grandes por naturaleza! ¿qué haces hablando si estabas medio muerto?

- El asiento en el que te has intentado sentar sí que está muerto. Y tú lo has matado.

Rokko se apartó del volante, yendo directo hacia Verú. Pluvia se levantó a pararlo, perpleja por la razón de la discusión. - ¡Tranquilo, Rokko, cálmate! ¿Es que no sabes cómo es Verú?

Rokko dirigió una mirada de antipatía a Verú, y se volvió a su sitio.

Anidax rompió el silencio. – Bueno Rokko, el volante funciona como el de cualquier nave espacial. El botón de la derecha dispara rayos de energía y el de la izquierda bombas de electrones. Aquí tienes una pantalla que monitorea dónde estás apuntando.

- Entendido.

- Bueno, ¡vamos a entrar ya!

La nave había sobrepasado la frontera invisible, la cual alertó a todas las unidades de la cárcel.

Comenzó a sonar una sirena muy grave, y las luces que iluminaban todo el asteroide y nave se tornaron a un rojo fuerte.

Todas las unidades tenían localizada la nave en la que iban los chicos.

Se empezó a acercar una horda de naves doradas y con cristales azulados, con unas intenciones, nada buenas.

Anidax gritó. - ¡Rokko, prepárate!

Comenzaron a maniobrar la nave. Decenas de unidades los seguían y disparaban. Anidax lograba controlar muy bien la nave, demostrando sus años de estudio en manejo de vehículos espaciales. Rokko también tenía una puntería muy buena, a pesar de casi nunca haber usado ningún arma.

La nave, en cierta medida, lograba esquivar los disparos. De vez en cuando, alguno lograba darle. Rokko se mantenía muy centrado, destruyendo muchísimas naves espaciales con su gran precisión.

Así estuvieron durante un buen rato, mientras se iban acercando ligeramente a la entrada de la cárcel.

Estaban muy cerca. Podían divisar la entrada. Era una enorme plataforma semicircular conectada al espacio exterior, y una puerta circular, muy similar a la del laboratorio, que se encontraba incrustada en las paredes del asteroide.

Anidax advirtió a los chicos. - ¡Vamos a tener un aterrizaje bastante violento, agarraos fuerte!

Le hicieron caso. La nave comenzó a chocarse con decenas de rocas espaciales, y frenó su velocidad lo máximo que pudo. Se estrelló en el suelo y comenzó a deslizarse hasta chocarse con las paredes del asteroide y ser frenada.

PluviaWhere stories live. Discover now