Capítulo 7

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A/N: Bienvenidos al capítulo al que yo me refería en mi mente como el 007. No aparece James Bond pero sí viene cargado de acción. ¿Las armas? Las palabras. Tun-tun-tuuuun.

(No me hagáis caso. Me afecta el frío y el bloqueo del escritor.)

***

Beca continúa ardiendo con rabia incluso horas después de lo sucedido.

Si por algún motivo le hubieran pedido que hiciera un recuento detallado de todos sus pasos desde que salió corriendo de la clase de su padre hasta ese momento de pausa en un rincón escondido del campus, tendría serios problemas a la hora de recordar.

No ha sido consciente de nada. Era como si su cerebro hubiera colgado un cartel de cerrado por vacaciones y hubiera dejado que alguien desconocido cogiera las riendas de su cuerpo, alguien a quien su consciencia no tiene acceso.

Todo pasa como un borrón homogéneo frente a sus ojos, podría haber tropezado con la mismísima reina de Inglaterra y no haberse dado cuenta porque no está viendo.

La vuelta a la realidad es dura. Vuelve a sentir su cuerpo, amoratado por el frío de haber estado vagando todo el día por la calle en octubre sin más que una sudadera porque no tuvo tiempo de coger nada más esta mañana cuando Kurt se presentó en la puerta de su habitación.

Vuelve a sentir dolor, el escozor de la traición y el fuego de su enfado por el atrevimiento de su padre al hacer ese comentario, al atreverse a culpar a su madre de que Beca tenga un sueño por el que luchar.

Vuelve a recordar el golpe sordo del borrador al chocar contra la pizarra, el grito de alarma de su padre al verlo venir hacia él.

Vuelve a sentir su mirada incrédula en ella.

(Vuelve a ver el dolor en los ojos azul bebé de Chloe después de sus palabras cortantes, después de sacudirse sus intentos de ayudarla, después de pedirle que la dejase en paz de una vez por todas.

Vuelve a sentir el arrepentimiento mezclado con la frustración de saber que Chloe la compadece y siente pena por ella.)

Odia haber perdido el control de esa forma con su padre, aunque este le hubiera provocado. Lo odia porque es una prueba más de que lo que diga o haga, a pesar de todos esos años de ausencia, le sigue afectando.

Significa que, por mucho que Beca no quiera, su padre sigue teniendo cierto poder sobre ella.

Y lo odia.

Siente su cuerpo húmedo, como si hubiera traspasado de la hierba fría a su ropa y de ahí directamente a su huesos y alma. Sus dedos tardan en contestar cuando les ordena liberar los mechones de pelo sobre los que se han convertido en puños de forma casi dolorosa.

Se intenta sacudir esa sensación como quien mueve los hombros para quitarse una manta de encima, pero no termina de librarse del frío hasta que se levanta con nueva determinación del trozo de césped en el que ha estado sentada desde no está muy segura cuándo.

Se seca las mejillas, eliminando cualquier rastro de sus lágrimas. De su debilidad. Del poder que su padre todavía tiene sobre ella.

Con un único objetivo en mente, vuelve a convertirse en un pequeño huracán que cruza el campus de un extremo a otro en tiempo récord y ahuyenta a todo aquel que se atreve a ponerse en su camino.

Prácticamente se abalanza sobre la puerta de su habitación y la abre con un golpe seco, pero Beca no se detiene a disculparse o asegurarse de no haber dejado marca en la pared. Apenas registra que su compañera de cuarto está dentro con sus amigos, ni que sus risas se cortan de golpe por culpa de su brusca llegada.

00:00:00Where stories live. Discover now