Capítulo 7 Descubriendo algunas verdades

En başından başla
                                    

Vi cómo se hincaba y se lo llevaba a la boca introduciéndoselo de una vez, yo gemí sin poder evitarlo, era una sensación demasiado placentera, ella sabía hacerlo muy bien y me miraba con lujuria haciéndose dueña de mi erección que recorría sin parar, yo tenía mis manos en sus orejas, el contacto visual volvía más perversa y excitante la situación. Se detuvo justo en el momento preciso y rápidamente desabrochó su pantalón y lo bajó a la altura de sus rodillas mientras yo me ponía el condón.

Me dio la espalda y se agachó un poco, coloqué la punta de mi miembro en la entrada de su sexo y entré de un tirón, ella soltó un gritito y echó su cabeza hacia atrás y con una mano rodeó mi cuello en tanto yo embestía en ella con fuerza apretando sus senos. Gemía en su oreja y ella se movía junto conmigo logrando un roce delicioso. Me soltó el cuello y puso ambas manos sobre sus rodillas, yo la tomé por la cintura y seguí entrando y saliendo de su cuerpo con rapidez hasta que instantes después un grito escapó de su boca indicándome que había llegado al orgasmo, di unas estocadas más y yo llegué también.

Nos acomodamos las ropas en silencio, no sé porque, pero no quería mirarla. Me acerqué a uno de los contenedores y tiré el condón, ella me abrazó por atrás y metió una tarjeta al bolsillo de mi pantalón

Me llamo Jessica, llámame cuando quieras, me encantaste – dijo en mi oreja y me dio un mordisco en el lóbulo.

Entró de nuevo al bar y yo me quedé ahí parado unos minutos, saqué la tarjeta y la leí, era doctora, sonreí, sabía diagnosticar bien a sus pacientes y darles la cura que necesitaban. Rompí en dos la tarjeta y la tiré, no me interesaba volver a verla.

Regresé a la mesa y Leila me miró con reproche, yo la ignoré y me tomé el tequila, cuando pasó el mesero le pedí otro y así seguí hasta que perdí la cuenta de los que me bebí hasta que, de pronto, todo me empezó a dar vueltas, estaba en un estado medio, entre la conciencia y la inconsciencia, casi no sentía mi cuerpo y el piso mucho menos, estaba logrando olvidarme de mi patética vida amorosa, tenía años cerrándome a ese tema y cuando alguien, sin que yo pudiera evitarlo, hizo una pequeña abertura resultó que no valía la pena, merecido me lo tenía por haber jugado con otras mujeres.

No supe como salí de ahí ni mucho menos como hizo Leila para meterme a su departamento, vivía en un tercer piso y en su edificio no había ascensores. Cuando estuve vagamente consciente de mí, me encontraba abrazando el retrete y expulsando hasta lo que había comido la semana pasada. Como pude y con su ayuda me puse de pie, entonces ella me llevó a la bañera y abrió el agua fría mientras me regañaba peor que mi madre, yo ni le entendía lo que decía y mi cuerpo empezó a temblar.

– Leila no seas cruel, me va a dar pulmonía – dije entre castañeos de mis dientes.

Pues, a ver si con eso se te baja la tremenda borrachera que traes, no puedo creerlo, Christian, ni cuando eras adolescente te pusiste así.

Empezó a desabrocharme la camisa y la detuve mirándola con pánico, no sabía porque, pero siempre me había dado vergüenza que me viera desnudo.

– Ay, no te voy a violar, cálmate, además ni que fueras el primer hombre que vaya a ver desnudo, tienes lo mismo que todos.

– Yo puedo solo.

– Está bien, arréglatelas como puedas, todavía de que me preocupo por ti, voy por algo de ropa, ahí hay una toalla – me señaló.

Cuando Leila salió del baño abrí un poco el agua caliente y me desnudé, me quedé varios minutos ahí parado, sintiendo el agua tibia recorrer mi cuerpo. Luego de un rato cerré la llave, me sequé y salí con la toalla enredada en la cintura, sentía la cabeza pesadísima, con si trajera un peso encima y aún estaba mareado, en la cama vi unos pantalones y unos boxers.

Ardiente TentaciónHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin